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''Los hombres son más prestos a devolver un agravio que un favor, por que la gratitud es una carga y la venganza un placer.


Rober Greene





Todo estaba en silencio.

El suelo blanco de mármol resplandecía gracias a los rayos de luz que se colaban por los ventanales de cristal, mientras los pasos de dos personas acercándose a la parte central del salón de eventos resonaba haciendo eco entre las paredes.

Reunidas en fila –exactamente al centro del salón–, diez mujeres permanecían con la cabeza gacha y los pies desnudos en la espera de su destino. Su vestimenta se conformaba sólo por vestidos negros ajustados a sus cuerpos resaltando sus senos y trasero, revelando sus muslos y la figura de cada una de ellas. Como una mercancía que debía ser debidamente bien inspeccionada.

Sus brazos estaban atados a sus espaldas con sogas, y sus cabellos perfectamente recogidos en una coleta alta dejando a la vista sus rostros sin maquillaje.

En cada esquina del salón hombres vestidos de negro resguardaban a las mujeres con armas largas en sus manos y anteojos en sus rostros, ocultando su identidad y protegiendo a la mercancía que debía estar debidamente protegida hasta la visita de su señor.

Como cada mes un cargamento de mujeres llegaba a ese salón, cada mujer era mandada a él como regalo de sus socios, otras, en cambio, eran sacadas de las calles oscuras de la prostitución. Mujeres que demostraban lealtad e inteligencia, por que muchas de ellas, en su mayoría, eran mujeres que tenían familia, hijos, estudios, pero que por algún mal infortunio en su vida terminaba ahí, como mujeres de compañía que prestaban sus servicios a cambio de dinero y alguna ingenua algo más. Mujeres que –dependiendo– adonde fueran enviadas cumplirían con un fin en la organización.

Todas y cada una de ellas sería enviada a donde él decidiera que era conveniente.

—Señor, están listas.— informó el hombre robusto y alto que se apresuro –desde su lugar – a informar que tenía todo bajo su control y que en cuanto él quisiera podría dar inició con la inspección.

El hombre de unos cuarenta años hacia lo mismo cada mes, por los últimos tres años, en los que nada cambiaba a pesar de la antigüedad que tenía y eso era gratamente generoso para él ver como cada hombre que trabaja para él tenía muy presentes las consecuencias de sus actos..

El nerviosismo del hombre era palpable en su ser aunque tratara de tranquilizarse y mantener los nervioso lejos de su ser. Quería evitar cualquier error por mínimo que pudiese surgir, porque su cabeza podía ser la siguiente en la lista.

Sin más tiempo que perder estiro su mano esperando que la carpeta fuera entregada, como ya era costumbre.

La tomó como rapidez hojeandola en el mismo momento que se paseaba delante de la fila de las mujeres que obediente permanecían con la cabeza inclinada. El sonido de sus zapatos contra el piso ero lo único que sus oídos escuchan.

—Daran un paso adelante cuando escuchen su nombre.— su voz ronca y profunda salió de sus labios haciendo que el cuerpo de las mujeres se estremecieran de miedo y temieran por sus vidas.

AGUST-D. (Yoontae)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora