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"Cuando alguien te da su confianza, siempre te quedas en deuda con él."

—Truman Capote


Las cosas marchaban mal, lo sabía.

Sabía que las cosas se pondrían difíciles de ahora en adelante sino tomaba partido y se decidía por seguir siendole fiel al cartel o tomaba la desición de aliarse con el nuevo orden que parece estar ganándose a todos, especialmente a los grandes mandos, cerca de las elecciones, mal jugada las cartas de AgustD si lo que estaba haciendo era parte de un plan descabellado o en el peor de los casos su muerte era real y se encontraba desamparado a las nuevas órdenes.

No se atrevía a hacer una suposición inclinada a algo en específico porque sabía el alcance que ese hombre tenía aún después de muerto o si seguía vivo, quizás solo se trataba de un plan para sacar a relucir a los que ya no estaban acatando sus órdenes, todo podía suceder en ese mundo.

La incertidumbre se hacía cada vez más grande conforme los días pasaban y le llegaban invitaciones anónimas de asistir a reuniones privadas que suponían "fiestas de bienvenida al nuevo orden"  las había evitado contundentemente pero sabía que no podría negarse una vez más. Sin la protección de AgustD se quedaba desamparado a lo que los demás peces gordos quisieran hacerle, más aún al no tener una influencia superior sobre los políticos de la derecha. Misma que estaba ganando fuerza con el apoyo del nuevo cartel a la alza.

Le quedaba poco tiempo para tomar una desición y lo mantenía despierto largas horas por la noche.

— Director Choi, tiene una llamada importante en su despacho.— asintió pasando de largo a su secretaria.

La reunión de minutos atrás le dejo un mal sabor de boca, los altos mandos querían cambiar ciertas reglas dentro de sus dependencias que afectaban directamente a los negocios que él protegía desde las sombras.

Poco a poco y a pasos más grandes que nunca lo estaban rodeando.

Abrió la puerta de su despacho notando que las luces estaban apagadas y en menos de los previsto estás fueron encendidas,  ni siquiera se atrevió a mirar a los lados por temor de encontrar guardias armados.

Un escalofrío recorrió su cuerpo al tener un recuerdo similar de hace tiempo, de alguna manera sintió la temperatura de la habitación bajar diez grados centígrados conforme dio los dos pasos hacia delante.

La silla giratoria perteneciente detrás de su escritorio dio un pequeño giro de unos treinta grados hacia la izquierda y luego fue a la derecha, en suaves y lentos vaivenes asustandolo. Mucha más asustado que entrar a la penitenciaria de Daegu.

— Ha pasado bastante tiempo desde la última vez que le hice una visita director Park, ¿Lo recuerda? Eras apenas un entusiasmado estudiante de leyes.— un escalofrío recorrió su cuerpo al reconocer aquella voz gruesa y fría que recordaba dentro de sus memorias, y  que volvía a escuchar después de largos años.

Al principio creyó que nació con la estrella dorada, durante los primeros años de la carrera; se esforzó mucho para hacerlo pero no fue suficiente como para estar donde ahora se encontraba.
Las notas, direcciones, mensajes, cartas y fajos de dinero llegaban a él siempre de manera anónima, dándole poca información de a quien pertenecían pero siempre llegaban, creyó por años que se trataba de algún benefactor de muy buen corazón haciendo caridad pero jamás se llegó a imaginar que el que estaba detrás de todo ese apoyo desinteresado no era nadie más y nadie menos que el hombre más peligroso del país, quien desde las sombras lo iba guiando hacía la dirección que le beneficiaba.

Aún recuerda la primera y última vez que lo tuvo delante, en la misma habitación, la primera vez en que escuchó su propio nombre sabiendo de los labios de ese tipo revelando la verdad detrás de sus intenciones y ordenándole ir hacia la dirección que deseaba. Dejando en claro a quien pertenecía y la lealtad que le debía dar para alcanzar una exitosa carrera.

Ciertamente le agradecía mucho, agradecía que estuviera detrás de sus espaldas porque de esa forma de sentía seguro, sin preocuparse por buscar oportunidades que no llegaban de la nada. Con el tiempo entendió y comprendió perfectamente que el tener contactos era una de las cosas más importantes en el mundo laboral, con ellos las cosas eran más fáciles y sin ellos y el mundo te trataba como una basura.

—Señor.— susurró con voz temblorosa, haciendo de inmediato una reverencia de noventa grados y quedándose de esa forma.— Me alegra saber que se encuentra bien, rogué por su seguridad.

— Lo sé, tu esposa va seguido al templo.— asintió con nerviosismo, sabiendo que nada dentro de su vida o fuera de ella pasaba desapercibida para su jefe.— Note que una de las velas tenía una tarjeta con mi nombre.

— Mi familia y yo, apreciamos mucho su confianza y apoyo. ¡Jamás podríamos desearle mal! — se apresuró a explicar, tratando de sonar lo más seguro posible.

— Siempre he admirado tu entusiasmo y determinación por conseguir tus metas, tal vez sea la principal razón por la que llamaste mi atención..— reverencio dos veces más, sintiéndose nervioso pero al mismo tiempo orgulloso de recibir un elogió de alguien tan inalcanzable como su jefe.

— Se lo agradezco mi señor y me siento honrado por servirle.— agradeció retrocediendo un paso al escuchar las llantas de la silla giratoria forzarse a moverse y después el sonido de zapatos contra el mármol del suelo.

— Las aguas se están alborotando conforme pasan los día, me irritan las malas noticias director Park. — tembló notoriamente al escuchar pasos detrás de él.

Trago la poca saliva que tenía su boca pensando detenidamente las palabras que podía decir sin molestar a su jefe.

— ¿H–hay algo en que le pueda ayudar? — preguntó con cuidado.

—  Cuatro de las penitenciarias del país tienen retenidos a varios de mis hombres. — frente a él una hoja fue puesta; una lista de nombres con fotografías de los diez hombres más peligrosos de las prisiones del país.

Tres de ellos eran grandes capos de la mafia, narcotraficantes, traficantes de armas, vendedores de sustancias ilícitas.

Todos con historiales grandes de crímenes, los más buscados del país, peligrosos hasta la médula.

— .. los quiero fuera a media noche. No quiero alboroto, nadie debe saber que van a salir.

— Señor, no creo que.. pueda hacerlo.

— Se que lo harás, tienes veinticuatro horas para lograrlo, mis hombres deben de estar dentro de su auto a las doce con diez minutos, ni un minuto más. Reconpensare muy bien su apoyo en las próximas elecciones, si todo sale bien le mandaré las flores más grandes que haya en el país por su puesto de ministro.

Casi se ahoga al escuchar que podía ser nombrado ministro de seguridad nacional del país.

AGUST-D. (Yoontae)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora