Dutty | Jacaerys Velaryon

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El príncipe Jacaerys Velaryon sabía desde niño que algún día se sentaría en el trono de hierro, pero también sabía que siempre se le cuestionaría su posición por el hecho de no parecerse a su padre, Laenor Velaryon. Jace, como lo llamaban en su familia, tenía el pelo castaño y los ojos marrones, no como su padre o su madre que tenían el cabello platinado de los Targaryen y los Velaryon. El chico se parecía más Ser Harwin Strong, un guardia de la ciudad muy cercano a su madre.

Así que Jace se esforzaba el doble que los demás. Debía demostrar que era un Targaryen digno igual que sus antepasados. Entrenaba en todo momento que podía, estudiaba historia y alto Valyrio todos los días, aprendía de las casas de los siete reinos y cuidaba y montaba a su dragón, Vermax, cada vez que podía. No podía cometer errores. Conocía su deber y sus obligaciones.

Cuando su abuelo, el Rey Viserys I, se dio cuenta de esto pensó que debía educar personalmente en la tarea de ser Rey a quien se sentaría en un futuro en el trono. Así que escribió a su hija Rhaenyra para que el chico de 18 años acudiera a Desembarco del Rey a pasar una temporada en la capital.

Sin embargo, cuando Jace aterrizó en el patio de la fortaleza no esperaba encontrarse con una chica que nunca había visto en su vida y que lo sacaría de quicio incluso más que sus tíos, pero de la cual lo podría apartar la mirada en ningún momento y que despertaría sus deseos más profundos.

Daena Hightower había sido enviada por su padre a la capital para ser educada por su tía la Reina Alicent. Pero la chica tenía un temperamento audaz y gustaba de compartir sus opiniones con los demás. Cuando el príncipe Jacaerys llegó a la capital ella no dudó en mencionar su deficiencia al cabalgar un caballo y en aborrecerlo por su actitud para con sus primos. Pero todas las noches, en su cama, la chica pensaba en los hermosos ojos del príncipe que no se apartaban de ella desde que entraba hasta que salía de un salón.

Dicen que de el odio al amor hay un solo paso.
Pero también dicen que el amor es la muerte del deber.


"- Usted no comprende, mi Lady - dijo el chico acercándose a demasiado a la chica - Me han educado para actuar con honor y para cumplir mi deber, pero cada vez que la veo siento salir a la luz los deseos más profundos de mi corazón - y susurrando en su oído mientras la rodeaba por la cintura dijo - es usted mi perdición, la protagonista de todas mis fantasías y la dueña de mi corazón, y puede hacer conmigo lo que quiera."

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