Capítulo 10

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Ya habían pasado al menos tres días desde ese último encuentro de Daena y Jacaerys y no habían vuelto a hablar. No porque él no lo quisiera como la otra vez, sino que ahora era ella quien lo evitaba. Jacaerys estaba un poco confundido por eso, ya que pensaba que habían compartido un momento, como él lo llamaba en su mente. Pero la verdad parecía que nunca, aunque lo intentara, podría comprender a esa mujer.

A pesar de que le daba curiosidad saber que había generado ese comportamiento en la chica, prefirió mantenerse alejado. No necesitaba más complicaciones en su vida, ya tenía suficiente estando lejos de su hogar, con su abuelo enfermo y con un montón de Lores de los siete reinos llegando a la capital para presentarle a sus hijas, lo cual había resultado sumamente incómodo, sobre todo teniendo en cuenta los estúpidos comentarios que Aegon hacía siempre para hacerlo quedar mal.

Esa misma noche, se celebraría un gran banquete para que muchas señoritas elegibles se presentaran. A Jace lo ponía un tanto nervioso, se suponía que estaba buscando esposa no un objeto el cual pudiera mirar un momento y elegir para quedárselo. No sabía cómo entablar una conversación coherente y no sabía cómo conocer a las chicas que le presentaran más allá de lo superficial. Necesitaba saber que la persona que estaría a su lado no solo sería una buena esposa para él, sino que también sería una buena reina y se preocuparía de los siete reinos a su lado.

Daena, por su parte, estaba aún dolida por la artimaña sucia del príncipe de querer acercarse a ella solo para molestar a su tía y a sus primos. Y le dolía aún más porque pensó que él quizás podía haber sentido algo por ella, sobre todo por las veces en las que lo tuvo tan cerca como para rozar sus labios con los de él, o por las veces en las que aparecía en el momento preciso para fastidiarla. Aemond tenía razón y ella solo podía sentirse como una tonta.

Además, esos días habían sido un martirio ya que su tía había insistido en que era momento de buscarle un esposo y le había presentado un montón de hombres, incluso hombres que la doblaban en edad. Por surte, Aemond la ayudaba a escabullirse de esas incómodas escenas y ambos pasaban tiempo leyendo y conversando. Pero con tanta gente en la fortaleza roja no había podido escabullirse en la noche para ir al lecho de pulgas como lo hacía habitualmente y esperaba que todo esto terminara pronto.

En ese momento se encontraba caminando al salón del trono para asistir al banquete en honor al estúpido Príncipe Jacaerys. Llevaba un vestido verde, el color de su casa, y el cabello suelto peinado solo con dos pequeñas y delicadas trenzas. Cuando ingreso al salón, se dio cuenta que había llegado tarde y que un montón de gente ya se encontraba bailando. Su tía la regañaría por eso.

Se dirigió rápidamente a sentarse al lado de su prima Helaena que se notaba incómoda y aburrida. El Rey no se encontraba en ningún lugar y lo más probable era que no hubiese acudido a las festividades. Mientras que si vio al príncipe Jacaerys en el centro del salón bailando con una mujer de vestido rojo.

Ella respiró con dificultad y los observó fijamente. No sabía por qué, pero lo único que podía pensar mientras lo veía sonreírle a esa chica era que por favor él no se enamorara de alguien esa noche.

No sabía por qué era tan importante para ella, pero no quería tener que obsérvalo. No podía.

Apartó su vista y vio algo aún peor. Su primo Aegon se encontraba bebiendo vino en una de las mesas con una mujer en sus piernas mientras este pasaba sus manos por su trasero de manera nada indiscreta. Miro a Helaena quien también estaba viendo la escena un tanto desconcertada y algo dolida.

- ¿Estas bien? - dijo Daena tomando su mano.

Helaena se encogió de hombros.

- Es lo que nos toca a algunas, que nos ignoren y nos traicionen - dijo pensativa - A ti no por suerte - terminó de decir mirando un punto fijo.

Dutty | Jacaerys Velaryon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora