Capítulo 36

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Los gemelos habían preparado un gran cargamento para la Fortaleza Roja, sin embargo esa mañana no se les permitió ingresar. No les dieron ninguna explicación, solo dijeron que nadie externo podía ingresar ese día. Así que los dos chicos, volvieron junto a Reid a casa de su madre. Ese día era su responsabilidad cuidar al niño.

Pero Brandon sabía que algo iba mal. No era algo normal que ocurriera eso. Y además su sueño no dejaba de perturbarlo. Fuego, una corona, una mujer de cabello platinado. Y aún no lograba entenderlo del todo.

Este sueño no era claro como los otros que habían tenido antes. Cuando ambos descubrieron quien era su padre, el sueño fue claro y se cumplió exactamente como había sido en su mente. Este en cambio mostraba imágenes sueltas y poco claras, era como si el destino aún se estuviera decidiendo, y lo frustraba mucho no poder entenderlo.

Su hermano también había percibido el peligro y cuando vio a la guardia de la ciudad más alarmada que de costumbre. Miró al niño que tenían a su cuidado ese día.

- Entra a la casa Reid - le ordenó Theron.

Pero al niño se le dificultaba a veces seguir instrucciones sin que le hicieran sentido realmente, así que continuo jugando. Theron lo observo por un momento y suspiró, le costaba bastante trabajo entender al pequeño.

- ¡Todos al Pozo de los Dragones! - gritó un guardia de la ciudad.

Los hermanos se miraron y Brandon tomó a Reid en sus brazos. Su madre y algunas mujeres salieron de la casa mirando qué ocurría. Pero la guardia de la ciudad estaba siendo violenta. Empujaban a las personas, ya fueran hombres, mujeres, niños o ancianos. Querían que se movieran rápido.

Algo estaba ocurriendo en la Fortaleza Roja, pensó Brandon, y seguramente Daena estaba en peligro. Reid estaba nervioso, no sabía que hacer y se removía en los brazos del joven que lo sostenía.

Theron por su parte tomó a su madre del brazo intentando no separarse de ella mientras todos eran empujados hacia el Pozo de los Dragones. Él no pudo evitar preguntarse qué estaba pasando, pensó en Daena, en Jacaerys, pero luego a su mente vino cierta chica tímida con cabello platinado. La princesa Helaena, ¿cómo estaría ella?

Solo habían cruzado palabras una vez en su vida, cuando él había sido lo suficientemente tonto para tropezar con ella. Y había quedado perplejo, era hermosa, era gentil y tenía una voz tan dulce que... no sabía cómo explicarlo. Muchas veces después de eso se había descubierto a sí mismo mirándola a lo lejos cuando le tocaba asistir a la Fortaleza. Pero cuando notó que ella también lo buscaba con la mirada, decidió que era mejor esconderse.

Ella era una princesa carajo, y él solo era un hombre pobre y estúpido. Un bastardo. Casi un bufón que gustaba hacer reír a los demás. Y ella estaba casada, tenía hijos, un título, una posición en la vida, hasta un puto dragón. Y él no tenía nada. No podía estar mirando o fantaseando con una mujer que era simplemente imposible para él.

Y aún así, no pudo evitar pensar en ella en ese momento. ¿Estaría bien? Daena le había comentado, cuando él sutilmente preguntó por ella una vez, que la princesa era algo diferente a los demás, que le costaba comunicarse, entender algunas situaciones y sobre todo enfatizo en el sufría mucho en silencio.

Sin embargo, cuando estaban ingresando al Pozo de los Dragones, la vio. Vestida de azul celeste, con el cabello tomado y acompañada de su hermano, el príncipe Aemond. La guardia de la ciudad los estaba rodeando, pero ella parecía también haberlo visto a lo lejos. ¿Lo recordaría?

Pero entonces vio que la princesa ya no lo miraba a él, sino que tenía la mirada fija en su hermano. Era como si ambos se estuvieran hablando sin decir nada.

Dutty | Jacaerys Velaryon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora