VIII - Petición

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Chancery Lane no quedaba lejos, podía ir y volver caminando. Así que para disfrutar el buen clima, dio una buena caminata hasta la imprenta y dejó el manuscrito. Volvió a su casa y pidió a sus sirvientes comenzar a preparar sus cosas para viajar ese fin de semana a la casa ancestral de su familia. Tenía su traje listo para la boda, las botas y estaba ansiando asistir y darle una paliza en el pall mall a su hermano mayor. Sería el perfecto regalo de bodas.
Mientras cumplía sus obligaciones escuchó como alguien lloraba. ¿Llorando alguien? -Señorita, si necesita algo podemos traerlo. -Escuchó decir a su mayordomo y salió rápido de su estudio viendo a Penélope llorar. -Señor, llegó en esta condición.

-¡Colin! -Ella corrió a él y lo abrazó y él solo miró a su mayordomo.

-Déjenme a solas con ella. -Así lo hicieron y él le alzó el rostro viendo como sus ojos estaban rojos e hinchados, sus mejillas también estaban muy sonrojadas y le temblaba el labio. -¿Qué ha sucedido? ¿Estás bien? -Ella negó y volvió a abrazarlo con fuerza y él hacía lo mismo con ella. -Tranquila. Todo está bien.

-No. ¡No lo está! -Sollozó y trató de atrapar el aire pues sentía que le faltaba. -Escuché a mi padre hablar con Lord Huxley, él dijo que era "mercancía dañada". Dijo cosas horribles de mí. Y aún así mi padre me prometió a ese hombre.

-¿Qué? ¿Cómo se atreve? Tranquila Pen, lo resolveremos. Lo prometo.

-No, ya no hay nada que pueda hacer. -Ella estaba muy alterada. Necesitaba un té, o algo más fuerte. Él la mantuvo en un abrazo protector y caminó con ella hasta su biblioteca y le sirvió una copa de vino. -¿Qué? NO... No.

-Bebe, estás nerviosa, Pen. Esto ayudará a relajarte. Pensaremos con la cabeza fría. No voy a permitir que termines atrapada en un matrimonio que no deseas. ¿De acuerdo? -Ella tomó la copa y dio un sorbo lento para luego sentarse en el sofá. Colin sacó su pañuelo de su bolsillo y se acercó para limpiarle la cara. -Tranquila.

-Es que... ¿Y si todos piensan así? "Mercancía estropeada".

-No te importa su opinión ¿O sí?

-Deshonré a mi familia.

-No hiciste nada. Solo buscas tu felicidad, sigues siendo una señorita inteligente, adorable y muy hermosa, Pen. -Él se sentó a su lado y bebió también una copa. Ella tomó la suya de golpe y la vio servirse otra. -No es prudente que bebas tanto.

-¿Sabes qué? No me importa. Yo tengo derecho. Tengo derecho a vivir un poco antes de que me atrapen de por vida siendo una condesa. Odio el título. -Bebió la segunda copa de golpe y siguió llorando. -Odio esto. Lo odio, Colin. No quiero ser el diamante. No soy un diamante. Soy un cristal. Soy falsa. Hecha de vidrio y más nada.

-No digas eso. Eres un diamante, siempre has sido un diamante hermoso y brillante.

Ella terminó por recostarse en el sofá usándolo a él para apoyar su cabeza. Se sentía mareada, pero no por el vino sino por su situación. -Sé lo que quiero. Y eso no Robert Huxley.

-¿Y qué es? -Dijo él comenzando a acariciar su cabello para transmitirle algo de paz. Estaba atormentada. Tirar a un conde por una ventana seguro le ganaría mucho tiempo en la cárcel, pero el tal Huxley se lo estaba mereciendo por hablar así de Penélope. Ese hombre no conocía en absoluto la mujer apasionada que había debajo y no sabía lo linda que podría ser esa mujer para el hombre adecuado.

-No debí escuchar esto hoy. Pero sabes como es... Una oye su nombre y... ¡Maldición! Tenías razón. Yo misma me lancé al barro. Lady Whistledown arruinó mi reputación. Nadie va a quererme.

"Yo te quiero, Pen". -Penélope... Tranquila. Eso no es cierto. Lady Whistledown es tu mayor obra. Estoy orgulloso de ella. Podrías pedirle a tu padre que te dé más tiempo, que retrase la boda.

AMOR CON CONDICIONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora