XI - Las cartas sobre la mesa

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Eran felices desde que habían llegado a aquel acuerdo de relación clandestina. Pero pensar en que los había llevado a aquella situación era algo que rememoraban todos los días.

***

EL DÍA DEL ACUERDO

El día lo pasó tan triste que no quiso salir. Se quedó encerrada en su habitación solo pensando en Colin yéndose de su casa con aquella triste expresión. Tirada en su cama, abrazando su almohada, sintiendo la miseria hasta que su madre abrió la puerta y la vio. —Necesito que bajes al salón, el conde Huxley está aquí. Va a pedir tu mano.

—Es solo una farsa. -Contestó en un suspiro. —Ya hizo el trato con padre, es oficial, me comprometí. No quiero hacer esto, madre. -Portia soltó el aire y entró cerrando la puerta tras de sí. —¿Qué me vas a decir ahora madre? ¿Qué me conviene? ¿Qué esto es lo que merece mi futuro? ¿Acaso puedo decir algo al respecto de lo que quiero?

Portia fue a sentarse a su lado y la miró. —Así es la vida. Así es como funciona nuestra sociedad. Teniendo tu edad también me comprometieron, y me casé. Hay cosas buenas que esperar de un matrimonio, tus hijos, por ejemplo. Cuando los tienes terminas amándolos con todo tu corazón.

—Pero no lo amo. ¿Cómo podría casarme con un hombre que no amo?

—Los matrimonios por amor son inusuales. Son raros, únicos... y no todos tenemos la suerte de tener uno así.

Penélope se levantó de la cama y sentándose miró a su madre. —¿Llegaste a amar a alguien, madre? ¿Alguien tuvo tu corazón alguna vez? -La vio asentir y tragó saliva. —Mamá, yo no quiero esa vida para mí. Convence a papá de que no me obligue a casarme, permitan que el señor Bridgerton tenga mi mano, por favor. Mamá, lo prefiero a él.

—Lo sé. Yo he notado como lo miras y como él te mira a ti.

—¿Entonces por qué no me ayudas? Ayúdame, mamá. Yo no quiero esto, no quiero casarme con Lord Robert Huxley. -Portia asintió y suspiró. —Ayúdame. Te lo pido, te lo pido.

—Tu padre siempre hace lo que quiere, Penélope. No vale la pena luchar, te sugiero que aceptes lo que pasará. Intenté que esto fuera diferente, Prudence quería casarse con el conde, pero tu padre no aceptó, él hace lo que quiere y así se queda, y nosotras solo somos mujeres, no tenemos voz.

Cuando la vio salir, Penélope supo que su madre siempre había sido infeliz en aquella relación.
Pero no estaba dispuesta a vivir la misma historia de su madre. Ella tendría lo que quería de la vida pues no estaba dispuesta a vivir con una máscara por el resto de su existencia.

Quería ser feliz, no fingir serlo.
Por aquel momento no podía escapar así que bajó hasta el salón viendo a sus hermanas, su padre y el conde. Prudence se veía molesta y comenzaba a entender porqué. Ella estaba enamorada de Robert. Si tan solo pudiera hablar con ella y hacerle entender que no deseaba robarle la felicidad y que resolvería todo de algún modo... O hacerle ver qué Robert Huxley no era digno de ella por ser un esnob.

Sería más sencillo si pudiera tener el apoyo de sus hermanas. —Señorita, se ve radiante.

Ella sonrió intentando permanecer serena y miró de reojo a Prudence. —Gracias.

—Espero pronto la unión de nuestras familias. Ya es oficial, el barón ha aceptado y ahora presento mis respetos al decirle que la escogí como mi futura esposa desde el momento en que la conocí. Es un premio altamente codiciado por su belleza, su gracia y su inteligencia.

No solía soportar las adulaciones. Solo asintió y vio como el conde se arrodillaba para mostrarle un anillo de diamantes. Cómo si fuera una muñeca y ella no tuviera voz, sintió como le ponían el anillo, símbolo en aquel momento de una prisión. El barón Featherington sonrió y asintió. —Pronto mi querida Penelope será Condesa de Huxley. Es el futuro que se merece.

AMOR CON CONDICIONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora