XIII - Corazones rotos

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Parecían unas flamas andantes, o al menos eso era lo que decían de ellas desde que eran unas niñas.
Las hijas de Lord y Lady Featherington iban siempre en orden desde la más alta hasta la más pequeña a todos lados y era un espectáculo mirarlas. Prudence era la mayor, siempre solía vestir de naranja, mandarina o rosa intenso. La que seguía era Philippa, sus colores eran el verde, el lila y a veces el rosa claro. Penélope era la de amarillo, y adoraba el color. El motivo de su apodo era por el color de cabello que solían tener las tres, el mismo color que tenía su madre, un rojo cobrizo con algún que otro naranja entre mechones.
Siempre usaban mariposas, siendo el emblema de su familia era algo normal verles peinetas de mariposas, collares de mariposas.
No eran las niñas más populares y es que era bien sabido entre la alta sociedad londinense que su padre, el barón Featherington, era un hombre de pésimo carácter además de un hábito de horror...
El de las apuestas.
De hecho, todos sabían que su madre había hecho hasta lo imposible para mantener la dote de sus hijas y era el único dinero que administraba pues lo demás todo estaba a cargo de su padre. Era un absoluto escándalo por lo que era raro que las invitaran a algo.
Además de que en comparación a otras niñas no eran muy "agraciadas" delante de las demás familias.
Solían decir que Prudence era demasiado alta para su edad. Solían decir que Philippa tenía los ojos demasiado grandes para su cara. Y de Penélope, solían decir que era demasiado gorda, y que no era sano ser tan gorda.
Como madre, Lady Portia Featherington odiaba escuchar esos comentarios y comenzó a hacer lo que fuera necesario para sus hijas fueran señoritas de modales perfectos, talentos impecables y al menos un poco atractivas. -¿Crees que esas niñas podrán atraer a un pretendiente de rango alto? Son sosas, aburridas, y feas. Solo si alguna resulta el diamante, Portia, será que atraigan un pretendiente de rango alto, nada más. Y eso lo veo tan difícil como que tú me des un heredero.

-Yo veo mucho más difícil que tú seas un buen padre para nuestras hijas, milord. Son buenas niñas y todo lo que haces es dejarlas de lado. ¡Siempre lo haces! Aún son pequeñas, les falta crecer y estoy segura que serán hermosas.

-¡¿Eres ciega?!

Eran niñas aisladas.
Prudence escuchaba a veces las peleas de sus padres intentando no pensar que el futuro les sobrevendría algo parecido a ella y a sus hermanas. Sus institutrices solían decirles que una vida de solteronas era penosa y lamentable, pero las tres, en ocasiones, solían pensar que era preferible una vida en soledad a tener que vivir con un hombre que las tratara igual a como su padre trataba a su madre. -Pelearon otra vez anoche. -Philippa escuchó a Prudence mientras practicaba su bordado y dio un suspiro. -Los escuché.

-¿Y qué decían ahora? -Penélope se acercó a su hermana mayor y se sentó a su lado dándole su mano. -Pru.

-Phi, Pen, papá no nos ama. Dice que somos feas. -Las tres se quedaron mirando entre ellas y fue Penélope quién intentó darles ánimos.

-No es cierto. Pru, tú tienes bonitos ojos. Entre azules y grises, son muy hermosos. Se parecen a los de mamá y Phi... Tu cabello es el más largo y precioso de las tres.

Sus hermanas sonrieron y Penélope también lo hizo, dejó de lado su bordado y se abrazaron antes de que Prudence pudiera decirle algo amable. -Tu sonríes divino.

-¿Creen que tendremos que enfrentarnos a una vida igual a la de mamá? -Philippa hizo la pregunta, ninguna dijo nada. Lo sabían. Puede que solo tuvieran diez, doce y trece años pero lo sabían. Siempre lo habían sabido. -Creo que deberíamos solo aceptarlo ¿No?

-Supongo. -No dijeron más y se acomodaron rápido en el sillón para retomar sus bordados cuando vieron entrar a su madre. Lucía algo diferente, feliz incluso.

-Niñas, esto no es convencional. La vizcondesa no es convencional. -Dijo mientras tenía una carta en sus manos. -Me invitaron a tomar el té esta tarde y eso es algo bueno. La vizcondesa Bridgerton tiene al menos tres hijos varones que son mayores y podría lograr que lleguemos a algún tipo de acuerdo.

AMOR CON CONDICIONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora