XX - Amor sin condiciones (Parte II)

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-¿Cómo sabes si estás enamorado?

-¿Por qué la pregunta, hijo?

-Es una pregunta sencilla papá, ¿Cómo sabes si es amor? ¿Cómo sé si estoy enamorado? Necesito saberlo porque constantemente tengo pensamientos y emociones raras, sobre todo cuando Penélope está cerca.

-Así que hablamos de Penélope. Es una señorita preciosa, y muy inteligente. Tienen mucho en común, y su francés es perfecto.

-¿Y? ¿Cómo sé si estoy enamorado?

-Esa pregunta es para ti. Tienes que ser honesto contigo mismo. Hasta hace unos meses atrás estabas bastante alocado y debo admitir que eso me preocupaba muchísimo. ¿Qué sientes por ella? ¿Acaso tus pensamientos se van a la lujuria? ¿O buscas algo más?

-¿Qué clase de pregunta es esa?

-Es una pregunta sencilla.

-No lo sé. Disfruto su compañía cuando está aquí en Aubrey Hall. Me gusta hablar con ella. Adoro que esté cerca. Y el resto del tiempo siento que nada tiene sentido si no se lo cuento a Penélope. Es mi amiga, la mejor que he tenido, me escucha, es atenta... Y tengo ganas de protegerla todo el tiempo. Es extraño, papá. Y ¿Lujuria?

No quería admitir esa parte, eso no es algo que un joven de diecisiete años le confiese a su padre. -Estás grave. Nunca habías hablado así de una señorita. Por lo general tus hermanos y tú solían hablar de mujeres y amantes de un modo más grotesco.

Y luego volvió a ver a Penélope cuando tuvo quince años. Estaba hermosa. Seguía siendo bajita, pero realmente era adorable. Sus mejillas siempre andaban rosadas y muy rellenitas, su cabello estaba largo y se lo peinaban muy bonito. Tenía un cuerpo más de mujer, curvilíneo. Ahora que tenía más edad usaba vestidos más brillantes y con más escote. Y aparecieron los pensamientos más oscuros y los deseos más profundos. Quería besarle los labios, quería tocarla y cuando sus manos se entrelazaban en algún baile o se rozaban con justa intención pues él lo provocaba, su cuerpo reaccionaba.

***

Despertó y la vio dormida a su lado, el reloj marcaba las tres de la mañana. Sus pestañas caían con mucha gracia sobre sus pómulos, su respiración era calmada, el cabello le caía por los hombros, enmarcaba su rostro y algunos mechones cubrían muy delicadamente sus pechos. Recordó esa conversación que había tenido hacía muchos años con su papá en sueños.
La despertó y la ayudó a volver a su casa sin que fuera descubierta, se despidió con un beso y luego volvió a la casa de sus padres. Tenía una sonrisa estúpida en la cara que no se le quitaba para nada. Estaba feliz.

Cada recuerdo bonito que había atesorado con Penélope estaba ahí, saliendo uno tras otro. Su primer verano en Aubrey Hall y cuando robaron los pastelitos de nata. Como durante su segundo verano la llevó a la biblioteca para ver los atlas. Las prácticas de baile en dónde ella aprendió justo con él. Su picnic en la cabaña de casa. Incluso la canción que había escrito para ella.
Todos los sitios que llegó a ver en sus viajes tenían un cierto brillo que le recordaban a Penélope. Cada carta escrita y cada palabra que le había dedicado todas eran porque no soportaba que Penélope no fuera feliz.

¿Cómo sabía que estaba enamorado? Ahora era sencillo de contestar. -La amo. Porque nada tiene sentido sin ella. Porque es mi primer pensamiento al despertar, y el último que tengo antes de dormir. Porque me gusta verla sonreír. Porque aunque haya estado antes con mujeres nunca había hecho el amor hasta que Penélope estuvo conmigo. Porque ella es todo lo que quiero. Porque tal como es, es perfecta. Porque no hay nadie como ella.

Se sentía libre.

Al día siguiente tomó uno de los anillos que eran reliquías en la casa Bridgerton dispuesto a dárselo a Penélope y se dirigió a su casa con un ramo de tulipanes amarillos y azules. Repasaba mentalmente como pedirle matrimonio a la chica que amaba frente a sus padres que seguro estaban ahí y tal como se había imaginado, ahí estaban. Ella usaba un vestido verde limón con algunas plumas en el cabello. Estaba sentada en el sofá al lado de su madre y su padre estaba en una silla un tanto más alejado. Odiaba a aquel hombre. -El señor Colin Bridgerton, para la señorita Penélope.

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