III - Pasado y presente (Parte 2)

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Lo conoció cuando fue invitada a su casa. Sus dos hermanas y ella estuvieron todo un verano en Aubrey Hall con la nueva amiga de su madre, la vizcondesa Violet Bridgerton. La casa ancestral de los Bridgerton en Kent era imponente, majestuosa, sus jardines eran perfectos y mejor aún, todos los miembros de aquella ilustre familia eran muy agradables, amigables. Cuando su mamá quiso que conocieran a otras familias nobles ninguna le pareció mejor que la de los Bridgerton. Los Cowper tenían una hija pero, a ojos de Penélope, era superficial, chismosa y muy falsa. Los Gorin también tenían niñas, y la mayor, Margareth, creía tener la razón en todo y no era nada humilde.

No, no, no.

Para buenas amigas, mejores eran las Bridgerton.

La vizcondesa tenia ocho meses de embarazo cuando llegaron a su casa. Les fueron presentados chicos y chicas de mayor a menor y una peculiaridad que le encantó fue que estaban ordenados alfabéticamente. —Bienvenidos a Aubrey Hall. Sus padres accedieron a qué vinieran y yo prometí que no perderían el tiempo, y también verían sus lecciones. –Dijo el Vizconde Edmund. —Y lo harán, hay profesores de latín para los jóvenes e institutrices para las damitas, pero esto no es una escuela. Hay mucha diversión que explorar.

A Penélope el vizconde le pareció muy agradable y vio una faceta que jamás creyó que presenciaría. Una vida familiar cálida y unida. Aquel hombre cuidaba de su esposa que estaba por tener otro bebé. Cuidaba de su hijo menor que tenía dos años, y lo tomaba de la mano al caminar por los campos. Tenía tiempo para llevarle flores a sus niñas pequeñas y darles cumplidos además de escucharlas e incluso iba con los mayores a montar a caballo y a enseñarles esgrima o tiro.

Y todo eso mientras atendía asuntos referidos al vizcondado.

La madre también era igual. Eran los anfitriones perfectos y fue el mejor mes de su vida, y deseó tanto que el resto del año andara rápido para volver otro verano a Aubrey Hall.

Aprendió rápido a catalogarlos.

Anthony, el mayor y heredero.
Benedict, el artista con exceso de talento
Colin, el bromista encantador y tragón.
Daphne, la dulce y amigable.
Eloise, la rebelde y racional.
Francesca, la callada y tímida.

Los bebés aún no tenían un carácter del todo formado pero al menos eran lindos. —Señorita Penélope Featherington ¿Cierto?

—Señor Bridgerton. –Ella hizo la esperada reverencia al verle avanzar hasta ella por los jardines y él comenzó a reír. —¿Dije algo mal?

—No... Me siento un anciano. Con lo de señor... Mejor solo dime Colin. Y puedes tutearme, no soy tan viejo. –Le comentó con una sonrisa. —¿Te gusta Aubrey Hall?

—Está bien. Entonces solo Penélope. Y sí, me gusta. Es preciosa esta casa.

—Ay, es muy largo. ¿Te puedo decir Pen? Suena a pluma... Si te queda, vives escribiendo. 

—¿Estás intentando ponerme un apodo, Colin?

—Algo así. Penélope es un nombre bonito pero muy largo. ¿Me ayudas con algo, Pen?

Y aquello le causó intriga. El plan maestro de Colin era ir a la cocina, él hablaba con la cocinera y cuando se distrajera ella debía entrar y robar toda una bandeja de masa de hojaldre relleno de nata y mermelada. No estaba segura de poder con aquella aventura pero accedió. Nunca se había reído tanto en su vida, y tampoco recordaba otro día donde le doliera más el estómago por comer tantos postres y reír, pues cuando el crimen quedó cometido, ambos se fueron a un jardín secreto de la casa Bridgerton a comer.

Y así se conocieron más. —Esto es terrible. Nos reñirán.

—Nunca. Mejor te distraigo. –Dijo acostándose en el césped mientras miraba el cielo. —Penélope, bonito nombre. ¿Sabías que es...?

AMOR CON CONDICIONESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora