–"Oye, Alberto, ¿recuerdas cuando nos conocimos? Yo siempre lo recuerdo.
Desde que nacemos sin importar la clase social o en que parte del mundo vivamos, en la tierra o en el agua; nuestras familias, escuela e iglesias nos advierten de los humanos. Nos enseñan que no somos como ellos y que no podemos vivir como lo hacen ellos. Nos enseñan a respetarlos y tolerarlos, a pesar que con el enorme paso del tiempo ellos nos consideran unos monstruos.
Cuando somos pequeños nos enseñan que hay que ser pacientes y que es normal estar divididos, no solo por zonas, si no escuelas, trabajos e incluso por toda la vida."
Un fuerte quejido salió de sus delgados labios al sentir como una botella de plástico golpeaba contra su nuca, no hacía falta voltear por su zona, si no a la sección de humanos en aquella vieja estación de tren. Divididos por una cerca –como si fueran ganado–, un par de adolecentes reían al darle en el blanco. Aquel joven de veinte años recién cumplidos resopló exhausto –cual hizo que una ligera nube de humo saliera de sus delgados labios ante las bajas temperaturas de aquella noche de primero de diciembre–. Pudo ver a su alrededor como varias personas de su especie negaron ante la acción, otros fueron a reportar lo ocurrido mientras que un niño completamente abrigado, pero aun así se hacía resaltar aquel hilo rojo que tenía trenzado en su cabello con el pequeño dije de una gota de agua, tomo la botella regalándole una sonrisa dulce al joven de rizos color chocolate; el correspondió su sonrisa antes que el pequeño se retirara corriendo para tirar la basura.
No obstante en el lado de los humanos, estos no mostraban ningún arrepentimiento por lo que hicieron los jóvenes a pesar de haberlo visto, parecieran que disfrutaban molestarlos.
–"Mi abuela y todos los ancianos de nuestra historia narran que los humanos nos tienen una envidia que ocultan bajo su ignorancia y odio. Que ellos odian ver que nosotros tenemos una persona que nos espera, que el amor verdadero realmente existe. Tal vez por eso las bestias no somos rencorosas, envidiosas, mujeriegas o incluso no somos vanidosas ni ambiciosas, pero tampoco somos tontas. A veces me pregunto, ¿cómo será vivir como un humano? ¿Cómo se sentiría saber que tal vez no tenga un alma gemela?"
Sacó un momento de su bolsillo su teléfono y boleto sonriendo al ver aquel mensaje que tanto había esperado.
《"Ya quiero verte, amore, no tienes idea lo que me emociona saber que al fin vendrás a Portorosso"》
Una sonrisa mostro en sus delgados labios al ver el mensaje de su novia. Estaba emocionado de verla que no espero el momento en comprar el primer boleto de tren rumbo al norte del país. Solo deseaba verla y abrazarla de nuevo. Era tanta su emoción que hacía que se viera como un niño pequeño, no obstante rápidamente se sobre salto al sentir como alguien tocaba suavemente su hombro. Asustado volteó a su lado encontrándose con una anciana; quien rio dulcemente ante su reacción.
–Espero que no te hayan molestado esos muchachos, Luca, figlio –dijo de la manera más cordial y cariñosa. A lo que el joven de nombre Luca, suspiró con cansancio.
–Creo que ya estoy acostumbrado a ese trato –rio en bajo y de manera nerviosa.
Ella volvió a reír hasta que bajo un momento su mirada a la muñeca del joven donde resaltaba su hilo rojo con el dije parecido a una piedra preciosa morada con la forma de un pez.
–No había visto tu hilo rojo, es idéntico al de tu nonna.
Luca bajo su mirada al escucharla y sonrió con melancolía al ver su hilo como una pulsera.
–Fue mi nonna la que me lo tejió y el dije le pertenecía a mi abuelo.
Obtuvo una sonrisa por parte de ella, levanto un poco la manga de su brazo para mostrarle su propio hilo rojo amarrado en su muñeca, desgastado con el paso del tiempo aun resaltaba aquel dije en forma de delfín. Era simplemente hermoso. Ambos se sonrieron con aprecio.
–"Recuerdo como nos explicaban de niños que nosotros debemos sentirnos afortunados de tener un alma gemela, que incluso cuando una nueva bestia nace los padres o familiares tejen a mano un hilo rojo junto con un pequeño amuleto; nuestro hilo rojo es nuestro mayor orgullo, incluso en otros países cambia el color o el colgante, pero siempre portamos nuestro hilo. Nos hace sentir orgullosos como bendecidos, que la única manera en la que no deshacemos de ellos es al momento de intercambiarlo por el hilo de nuestro destinado.
Cuando era niño siempre me pregunté: ¿cómo sabré que encontré a mi alma gemela?
Muchos adultos o ancianos respondían que no había manera de explicarlo...simplemente lo sabes con una mirada o un tacto.
Nunca logre comprenderlo...al menos hasta que..."
Humanos y bestias levantaron la mirada al escuchar al tren acercándose, haciendo resaltar su llegada con estruendoso sonido de su silbato. Todos se prepararon para abordar. Rápidamente guardo su teléfono y boleto en el bolsillo de su abrigo. Nervioso sujetó de nuevo sus maletas al escuchar al empleado a los dos empleados anunciado su recorrido –una bestia y un humano apoyados cada uno en la puerta de su vagón correspondiente–. Estaba listo para afrontar su nuevo camino. Aferró su agarre al antiguo estuche de su violín junto con sus dos maletas. Respiró hondo, se despidió con un beso en la mejilla de la anciana conocida que lo acompañaba, ella le deseo un buen viaje. Los dos vagones, como siempre estos eran divididos, los humanos abordarían el suyo y las bestias el que les pertenecía. Irse juntos no era una opción, tras varios intentos en el pasado lo mejor era separarse para proteger a los "monstruos" de varios ataques de odio.
Él fue el único que subió al tren que lo llevaría a Portorosso, no le importo las miradas de fastidio que algunos humanos le dedicaron al antes de subir. Era algo que él y los de su especie estaban acostumbrados; el rechazo solo por existir.
Al llegar al extenso vagón para pasajeros se sorprendió al ver que se encontraba completamente lleno, lo cual no era ninguna sorpresa ante la aproximación de las fechas navideñas. A pesar de eso sonrió con emoción al ver casi al fondo un lugar que podía estar libre al lado de un joven con audífonos y la mirada perdida en el cristal de la ventana. No lo pensó dos y fue rápidamente hacia él.
–"Creo que cuando uno va creciendo mira a todos y todo con la esperanza que alguien le regrese la mirada de manera sorprendida, al darse cuenta que lo encontró. O al menos eso hacia yo desde que tenía cinco, miraba a cualquiera para sentir esa 'conexión' que todos dicen tener al encontrar a tu otra mitad.
Una simple mirada para encontrar a la bestia con quien compartirías toda tu vida.
Suena tonto, ¿no?"
Entre más se acercaba notaba cada rasgo de aquel joven de piel bronceada, pecas y barba de perilla. Poseía unos percing en su oreja y otro en su ceja, ropa estilo rock ochentero junto con una chaqueta de cuero negro. Tenía una pose del típico chico malo de las películas, todo lo contrario a él que a su lado parecía típico nerd. En el asiento de su lado estaba una mochila y en su regazo poseía un blog de dibujo cerrado. En ese momento toda su atención se enfocó en su hilo rojo; cual utilizaba para amarrar su cabello en una pequeño moño bajo. Era uno de los más hermosos que había visto en su vida, parecía ser cuidadosamente tejido a mano por hilos con brillantes y de calidad y su dije era una estrella de cristal azul trasparente.
Él no había notado su cercanía, estaba aburrido observando la estación donde pararon con su mente perdida en la letra de la canción que se reproducía desde un anticuado walkman. Se armó de valor para intentar tocar su hombro, pero fue demasiado tarde. Ese joven volteó su mirada hacia él y antes de fruncir el ceño...ambos se quedaron sorprendidos al momento en que sus miradas se encontraron; mostrando un terror y miedo inexplicable.
–"Hey Alberto, ¿recuerdas la noche en la que nos conocimos? Los dos sabíamos que éramos almas gemelas. Tú y yo lo sabíamos, pero ambos preferimos callarlo. Aún recuerdo esa noche en ese tren que nos llevaría a lo que podía ser la peor fase de mi vida.
Ni tu ni yo nos queríamos encontrar en ese momento..."
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11:11 || LUBERTO
FanfictionAmbos no estaban preparados para encontrarse, no querían llegar a ese punto de sus vidas de encontrar a su alma gemela. Para muchos era felicidad y paz, pero ellos no estaban preparados. Sus caminos estaban escritos y solo lo supieron con una mirad...