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|09|Un equipo inesperado

–"Mientras crecía me daba cuenta de muchas cosas en mi alrededor. Aprendí a disfrutar la soledad, ya sabes, a estar un momento conmigo mismo sin ser tan triste. Tengo una familia que me ama y adora por quién soy, ¿por qué debería sentirme desafortunado a no tener a nadie con quien hablar?

He sobrevivido a ser ignorado toda mi vida, que debería ser ya inmune, ¿no?

No lo entiendo, Alberto, simplemente no entiendo... "

En algún lugar en el centro de Italia, agosto de 1997

En silencio observaba todo su aula, murmullos y miradas cómplices entre sus compañeros era lo único que podía notar. "No de nuevo...", fue lo único que paso por su mente en ese momento.

–Muy bien formen los grupos de manera ordenada –anunció el profesor al terminar de anotar en la pizarra todos los temas a investigar–. Recuerden grupos de cuatro, no más ni menos –dijo seriamente mirando a los típicos grupos que pedían que se le hiciera una excepción; algo que provoco las miradas de disgusto de sus alumnos. Cerrando el libro de su mano, dejó el gis sobre el borde del pizarrón y en lo que tomaba asiento en su escritorio.

Luca ni se inmutó. Era la misma historia de siempre. Todos sus compañeros comenzaron a moverse y a hablar para donde organizarse; de forma que no paso mucho tiempo para que el tedioso ruido de los pupitres arrastrándose se hiciera presente. El salón de clases comenzaba a organizarse entre los equipos, dejándolo a él siempre solo en la esquina. No importaba por donde mirase o a quien le hablase, nunca había un lugar para él. Nadie lo miraba, ni le preguntaba, dejo de ver a los demás después de varios trabajos en solitario; donde siempre sacaba la mejor nota que sus compañeros. Muchos creían que por eso nunca buscaba con quien juntarse.

Agachó su mirada hacia su libreta de apuntes, sus manos se aferraban a la tela del pantalón de su uniforme. Su conciencia le repetía una y otra vez: "no llores, no llores o lo arruinaras más. Nadie quiere a un llorón". Soltando un débil sollozo acomodó sus anteojos antes de sacar de su mochila el libro para comenzar a trabajar por su cuenta, pero justo al momento en que lo abrió; se sobresaltó al instante de sentir una mano en su hombro, provocando que su libro de texto cayera al suelo.

Asustado como un gato levantó su mirada encontrándose con la expresión preocupado del hombre de más de cuarenta años. El profesor se agacho para ayudarlo a tomar su libro, Luca no dijo nada solo lo agarró en silencio para luego abrazarlo contra su pecho avergonzado por su reacción.

–¿Algún equipo que le haga falta un integrante?

Al escuchar sus palabras dictadas en un tono serio y algo molesto. El joven Paguro levantó su vista hacia su profesor y luego hacia sus compañeros que comenzaron a murmurar y ver con desagrado a la joven bestia de lentes.

–Martin, tu equipo es de tres, incluyan a Paguro –indicó al ver al único equipo de tres que quedaba.

Los tres chicos se miraron entre si antes de ver de reojo a Luca y luego susurrar algo. El castaño mencionado se puso de pie y negó con la cabeza.

–No podemos, profe, le estamos guardando el lugar a Mariana, ella no vino hoy.

El profesor frunció el ceño y antes que lo regañase para que aceptaran a Luca en su equipo; el mismo jaló suavemente el borde de su chaleco para obtener su atención y con sus ojos cristalinos, murmuró rotamente:

–No se preocupe, profesor, puedo hacerlo yo solo...de nuevo –le sonrió, aunque parecía más una mueca.

Él lo miro inseguro y antes que pudiera decir algo al respeto, notó como la mirada castaña oculta bajo esas gruesas gafas le suplicaban que no hiciera esto más lamentable.

11:11   ||  LUBERTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora