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|30|En el ojo del huracán

–"Toda mi vida he crecido rodeado de bestias y me mantenía alejado de los humanos...aunque habían en mi pueblo, siempre hubo un rechazo hacia ellos, como ellos hacia nosotros.

Los humanos y las bestias no se mesclan, era una regla no escrita que nos dejó marcada nuestra historia donde éramos esclavos, discriminados, exiliados e incluso éramos casados y comidos.

Las bestias aunque quieren vivir en paz en la tierra, no quieren hacer amigos con aquellas criaturas terrestres que nos hicieron vivir un infierno en tierra y mar. No todos los humanos son monstruos sin corazón, ni todas las bestias son santas y de buen corazón.

Simplemente la idea que una bestia triunfando en el terreno humano era algo inimaginable...era algo imposible."

Cerró sus ojos en completa paz mientras en el viejo tocadiscos derrumbado sobre uno de los muebles de la habitación, resonaba She's a rainbow de The Rolling Stones. El suave viento del ventilador del techo resoplaba sobre los dos cuerpos separados por un muro improvisado de almeadas de fundas de colores. El relajante aroma del incienso de jazmín lo tranquilizaba al igual que el calmado golpeteo de las primeras gotas de lo que sería una fuerte tormenta. Era una madrugada demasiado tranquila, incluso sabiendo que era un lunes.

Había pasado ya una semana y media desde que se mudó con Giulietta y Barley, con el paso de los días, la incomodidad disminuía lentamente y comenzaba a disfrutar la compañía de ambos. Aunque si le costaba acostumbrarse a dormir junto con la mujer en la misma cama. Siendo que ella dormía usando una camiseta –cual era demasiado obvio que le perteneció a Visconti– junto con solo unos pantis. Obviamente no había ninguna intención maliciosa por parte de ella y él no quería que ella no durmiera a gusto solo por su incomodidad; siendo el muro de almohadas la protección de ambos. Él al contrario de ella si dormía con un pijama sencillo y cómodo, que cubría su pequeño cuerpo. Aunque también no faltaba mucho para que su habitación sea habitable, todos daban un momento de su tiempo para remodelarlo; siendo Alberto el único que no ha podido ayudar por sus estudios.

–Luuuuuca, Teeeengo hambre –se quejó fuertemente la pelirroja rodeando por toda la cama matrimonial hasta apoyarse encima del menor.

Entre abrió su mirada para mirarla con fastidio, Giulia sonrió mostrando su dentadura antes de ser ignorada por su pequeño "cuñado".

–Habló enserio –volvió a dar una vuelta sobre el colchón quedando boca arriba y con sus piernas enredadas sobre las sabanas rojas–, amanecí con mucha hambre.

–Hay una rebanada de pizza en el refrigerador, cómetela.

–Esa cosa si la lanzas contra la pared, la pared se rompe.

Una risa silenciosa salió de los delgados labios del menor antes de tallar con pereza su rostro con sus manos.

–¿Quieres que mande un mensaje a Ciccio para que compre algunos panecillos antes que empiecen su turno? –sugirió volteándola a verla, pero ella se mostraba desanimada al ver su bandeja de mensajes vacía; de nuevo. Se quedó unos segundos en silencio bajando su mirada a las sabanas y con nerviosismo y tristeza le preguntó– ¿Lo extrañas?

Giulia se sobresaltó un poco, con sus mejillas levemente ruborizadas, volteó a verlo, pero de lugar de avergonzarse y rio en bajo.

–¿Se nota? –susurró cerrando la tapa de su teléfono para luego dejarlo caer sobre su pecho, como si no le doliera el golpe.

Él asintió algo incómodo, a lo que ella cerró su mirada y exhaló.

–Lo extraño.

–¿Mucho?

11:11   ||  LUBERTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora