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|03|Embriagantes aromas

–"Hey, Alberto, ¿aun te acuerdas de mí y de nuestra promesa?

Jamás pensé que después de aquella despedida en la estación, las horas pasaron volando al igual que las semanas y luego los meses. Invierno se acabó, primavera, verano pasaron volando como las hojas de mediados de otoño.

Y aun así, yo no te había olvidado. Esperaba con ansias nuestro próximo encuentro, esperando que sea igual de mágico que el primero."

El año no tardaba en acabarse, las lluvias comenzaban a ser más constantes y fuertes; siendo fechas importantes para las bestias del todo el mundo. Pueda que San Valentín o incluso la misma navidad sean las fechas románticas para los humanos, pero para las bestias los días de lluvia eran los más románticos, saliendo a las calles sin paraguas, tomados de las manos de sus parejas destinadas o no, eran fechas de presumir con orgullo sus escamas; cuyos colores mostraban varias generaciones y lo que heredaran sus hijos –en el caso de los destinados–.

Como la belleza y los cuerpos era lo que atraía a los humanos, para las bestias eran sus escamas y su aroma corporal, aquellas fragancias que simulaban cosas cotidianas: como el ahora de las flores o vainilla o canela. Normalmente eran fechas de apareo, donde las hormonas de las bestias jóvenes salían a flote como un humano adolecente hormonal. Y él no fue la excepción, su cuerpo se encontraba adolorido y pegajoso al recordar todo lo ocurrido después de una pesada discusión con su pareja; cual terminaron en la cama.

Se enrolló entre las sabana soltando un pesado quejido, sus piernas se enrollaran entre las cómodas sabanas. Sintió un fuerte malestar en su estómago al olfatear aquel aroma de fresas en almíbar en la almohada de su pareja. Un aroma demasiado empalagoso para él, pero que nunca se quejó. Si lo hacía Alice le reclamaba que ella odiaba su aroma, que le parecía demasiado aburrido y nada atractivo. No mentiría que ese comentario le afecto durante años. ¿Qué interesante hay en el aroma de café dulce con lluvia?

Abrazó las sabanas, en medio de la oscuridad del lugar. Las cortinas cumplían su función, aunque en esas temporadas donde el sol no hacia su presencia por largas horas o días; hacia que todo se sintiera demasiado solo.

Las cosas no habían ido bien entre ambos. Peleaban con frecuencia y más con el tema de los estudios, a pesar que había elegido una carrera como contabilidad –solo para estar entretenido con algo–, odiaba su carrera, se sentía tan pesado como agotador y no había nada que lo hiciera tener ganas de levantarse. Al contrario de su chica que siempre se levantaba siempre a todas prisas para ir a sus primeras clases y luego irse a trabajar en la noche.

Su relación era una mierda y estaba seguro de que ella lo sabía, pero siempre se quedaba callada o desviaba el tema cuando él lo sacaba. Ya no era lo mismo de antes.

Con todo el pesar del mundo se sentó en borde de la cama, tallando con fuerza su rostro con sus dos manos mientras las sabanas tapaban su desnudes. Se sentía tan apagado y sin vida. Entre los huecos de sus dedos lo observó; aquel hilo rojo con la gema de la estrella azulada.

Un recuerdo fugas de la sonrisa afilada de Alberto apareció en su mente. Sus ojos verdes jamás se compararían con los zafiros de Alice; ella tenía hermosos ojos, pero no le causaban aquel sentimiento con el que conoció a su alma gemela. No lo ha olvidado, aunque no hay día que mira todo su alrededor para encontrarlo por "casualidad". ¿A él le gustara su aroma? Aunque le doliera, ya no recordaba mucho lo sucedido en aquella estación de tren, más allá de vagos recuerdos.

Aun soñoliento tomó su hilo rojo y lo amarró en su muñeca a modo de pulsera. En silencio observó toda el departamento –que parecía más a una habitación–, la mayoría de las cosas estaban en su lugar y ordenadas, pero aun así se sentía tan solitario y frio.

11:11   ||  LUBERTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora