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|18|Zonas seguras

La serena lluvia de inicios de octubre inundaba toda la ciudad costera en aquella madrugada, provocando que las bestias se sintieran más libres de explorar las calles mostrando todas sus escamas y colas alargadas con orgullo dejando que su aroma natural se esparciera en su alrededor; en búsqueda de un acompañante para una tarde de apareamiento o al menos para la mayoría de bestias insatisfechas.

Uno de aquellos casos era el del joven Scorfano; quien se retorcía en su cama, envolviéndose a sí mismo entre las sabanas gruesas. Estaba gravemente enfermo al punto de querer vomitar o desmayarse –lo que pase primero–. Algo que no paso desapercibido por su compañero de piso, aunque tampoco pareciera importarle mucho. Alberto se envolvió aún más entre sus sabanas al olfatear aquel exactico y dulce aroma a fruto de dragón. Un aroma que provocó que sintiera su estómago revolverse con fuerza.

–Lárgate –se quejó adolorido sin ni siquiera atreverse a ver a la bestia de origen vietnamita y canadiense.

Aquel joven adulto –con una camiseta violeta de un equipo de baloncesto canadiense que utilizaba de pijama junto con un short deportivo– blanqueó su mirada con fastidio al mismo tiempo que se acercaba a su compañero con los pies descalzos tocando el helado piso de madera, en sus manos tenía una manzana a medio comer y en la otra sosteniendo la correspondencia de los dos.

–Sin duda estas sufriendo la abstinencia –dijo indiferente en lo que tomaba asiento a su lado.

–¿Abstinencia? –destapó un poco su rostro para verlo con desconcierto, pero él solo le dio una mordida a su manzana, sosteniéndola con la boca mientras abría uno de los sobres– ¿De qué mierda hablas?

La bestia de piel morena clara lo miro sin mucho interés, al ver que él no lo dejaría en paz. Retiro la manzana de su boca para contestar:

–Ya sabes, la abstinencia que uno sufre al no tener el aroma de su alma gemela en él –respondió con simpleza mientras se encogía de hombros, pero al ver que solo recibió una ceja levantada como respuesta; exhaló con fastidio–. Cuando dos almas gemelas tienen sus primeros contactos, la excitación es a veces imperceptible, pero el aroma se queda impregnado en el otro, cuando el aroma desaparece de ti; tu cuerpo te envía señales para volver a estar con él. Como una droga muy fuerte. Es algo normal en las primeras interacciones.

Alberto destapó medio cuerpo para sentarse en medio de su cama matrimonial, tal vez no tenga mucho conocimiento del tema, pero tenía suerte de tener a Tyler; quien para desgracia de él, había encontrado a su alma gemela cuando era un preadolescente. Él poseía su hilo rojo amarrado al alrededor de su cuello –como simulara un collar– con el final de una figura que simulaba a un panda rojo hecho de jade.

–¿Hay una manera de calmarlo sin que involucre acostarme con él?

Tyler dejó la correspondencia sobre su regazo y suspiró.

–Técnicamente dura como un mes para que se apacigüe, pero hay otra manera más fácil y es con una prenda apestosa que porte la otra bestia –respondió indiferente antes de darle otra mordida a su fruta y seguir hablando con la boca llena–. Solo tienes que tener algo que huela a él y viceversa, porque si tu estas sufriendo, él otro también. Tienen una dependencia al cuerpo de tu ser amado –hizo comillas con su única mano libre–. ¿Desde cuándo no se han visto para que dejen de oler al otro?

Avergonzado el mayor se mordió la mejilla y desvió la mirada.

–Desde el recital.

Obtuvo una expresión incrédula y sorprendida por parte del otro. La impresión provocó que su media manzana cayera al suelo.

11:11   ||  LUBERTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora