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|02|No te quería encontrar

–"Hey, Luca, ¿recuerdas la promesa que nos hicimos aquella noche en el tren?

Encontrarte nunca fue mi plan, no quería volver a cometer los pasos de mi familia. Vengo en de un pueblo en el sur del país, donde los humanos gobernaban y las bestias eran más discriminadas solo por su forma de vivir y enamorarse. ¿Aun andarías conmigo si supieras la verdad de mi pasado? ¿Aun sería ideal para ti y nuestros hijos si se enteran que no soy como las demás bestias?

No esperaba encontrarte, no tengo la misma educación que tú. Donde nací no existían las escuelas ni iglesias para nuestra gente. Lo más cercano a ello estaba a más de una hora y mi padre no podía darse el lujo de llevarme ni traerme. ¿Sería ideal para ti, si supieras quien soy realmente?"

La hermosa y compleja de Eine kleine Nachtmusik era interpretada con exactitud en aquel ya desgastado al igual que anticuado piano; cuya pintura se deterioraba por la humedad de aquel bar de mala muerte. Sentados en los banquillos de la barra sobresalía un grupo de marineros y pescadores de aparecían ruda, intimidante a la vez que peligrosa, observaban con cerveza en mano y una expresión seria y juzgadora al joven pianista. Aquella bestia, que podían jurar que era la única en todo ese pueblo pesquero. Analizaban con cierto orgullo lo concentrado que estaba el muchacho con su mirada inhumana y brillante –como las mismas esmeradas– enfocadas en sus dedos y teclas. Todo bajo la vigilancia de un irritado hombre de estatura baja y delgada –con clara muestra de caída de pelo–; su maestro de piano, lo vigilaba con regla en mano mientras analizaba cada una de las notas que el tocaba.

El chico tenía talento que parecía no complicarse en ver su partitura. Sus grandes manos se movían con agilidad, hasta que...

Un fuerte golpe resonó por todo el lugar al escuchar una tecla fuera del lugar, rápidamente la bestia con clara mueca de dolor atrajo hacia su pecho sus muñecas; la cual una comenzaba a sangrar. Una lagrimas dolor se escapó de su ojo, provocando delgada línea de escamas purpuras, que parecían lentejuelas brillantes fuera presente. Varios de sus tíos estaban a punto de levantarse para encarar al maestro, pero su sobrino levanto su mano impidiendo otro incidente le sonrió con falsedad; dejándoles ver que estaba bien, claramente eso no le basto a los hombres que se pusieron firmes ante cualquier cosa.

–¡Eres una mierda! ¡Volviste equivocarte en la misma nota por no fijarte en tu partitura! –le escupió en toda la cara, tomándolo de los cabellos y obligarlo ver su partitura– ¡Ves que ahí hay un do menor!

–Lo siento, señor Longo, no volverá a pasar –se disculpó cubriendo su brazo con una pequeña toalla blanca.

–Por eso los malditos peces no deberían tocar.

¿Por qué tenía que aguantarlo? Era obvio que solo le daba clases para poder atacarlo verbal y físicamente. No obstante no podía dejarlo ir con simpleza era el único profesor que acepto –a duras penas y bien pagado– ser su mentor. Necesitaba ser el mejor pianista, no importa el precio.

–Más te vale ser mas consiente, pequeña mierda –exclamó irritado y furioso dándole un fuerte golpe en su cabeza.

Su profesor sin despedirse solo tomo sus cosas mirando con asco a los marineros que gruñeron con furia –como si se trataran de perros de peleas encadenados–; no hacían nada a petición de su sobrino. Frustrado y estresado al punto que quería soltar un par de lágrimas dejo caer sin ningún cuidado su rostro contra el piano provocando que el sonido de las teclas se hiciera presente. Ya no le quedaba tiempo. Observo los nuevos golpes que sobresaltaban de los antiguos. Amaba la música, odiaba a su jodido y racista profesor, pero aguantaba todo para poder tocar en el teatro de sus abuelos.

11:11   ||  LUBERTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora