|| 14 ||

113 15 9
                                    

|14|Caminos de la vida

–¿Eeeentonces? –susurró Luca en el teléfono cual sostenía con hombro y mejilla mientras seguía buscando en el armario. En sus delgados labios rosados se podía ver una sonrisa tímida ante aquella mirada inesperada de Alberto en esa madrugada.

Sentado de rodillas en el suelo con todo su alrededor repleto de ropa vieja de invierno y cosas personales de Alice y él. Intentaba no ser tan desordenado, aunque su mirada se notaba inquieto al no encontrar su apreciado instrumento. Su cuerpo estaba abrigado con la acolchada sabana de su cama desarreglada, afuera estaba lloviendo con fuerza y todo su departamento apestaba a café y fresas; una combinación que siempre le revolvía su estómago, pero llego acostumbrarse.

–Estuve moviendo varias cosas, pero creo que ya no hay ningún inconveniente; nuestros nombres están ya en las listas y mañana es la función –la voz tranquila, aun así notándose ese tono emocionado de sus palabras, provocaban una calidez en el pecho del menor–. Somos los números once.

–¿Es una señal? –bromeó con una sonrisa tonta mientras sacaba una de las cajas de zapatos del armario para colocarlo a su costado.

Su corazón latió con fuerza al escuchar la risa del pecoso del otro lado de la línea. Sus mejillas se pintaron de un bello carmesí y sus manos comenzaron a sudar; que sus escamas verdosas brotaron. Tenía que acostumbrarse ante los sentimientos encontrados con su alma gemela, iban por un buen camino a pesar de los tropezones. Aun no podía creer que con solo escuchar su voz por el teléfono le provocaba todos aquellos sentimientos. Siempre creyó que eran exageraciones de los demás.

–Tal vez sea una señal, pero no importa si ganamos o no, en verdad nunca tuve una pareja con la que no peleaba por no ir al mismo ritmo o porque me apasionaba mucho –confesó en un tono bajo e inseguro, que le causó cierta ternura al menor–. Es difícil encontrar una bestia con quien tocar, los humanos no son una opción –murmuró lo último con clara incomodidad.

Ahora quien soltó una risa fue Luca.

–¿Podemos practicar esta tarde?

–No puedo, ayudo a las bailarinas de la carrera de ballet a tocar el piano para sus ensayos, pero ¿puedes en la noche?

–¿Es una cita? –dijo juguetón, sin intenciones de sonar serio.

Alberto volvió a reír sutilmente.

–No, tú y yo no tendremos una cita seria, hasta que me asegure que estés soltero. No es por ser grosero contigo, pero respeto tu relación. Además quiero asegurarme de que si surge algo entre nosotros no nos arrepentimos.

El rostro del menor explotó en un fuerte rojo –que lo hacía verse como un tomate maduro–, tragó saliva y desvió su mirada al cualquier punto del suelo.

–Tú ya lo sentiste, ¿verdad? –musitó tímidamente.

–Puede que sea un bastardo, pero si he sentido esa tensión sexual –escuchó su suspiro–...a decir verdad, se sintió raro, no me...bueno, siempre he tenido problemas con sentir excitación, pero creía que era normal al saber que los bastardos no tienen destinado...simplemente me confunde.

–Ya veo –musitó suavemente, dejando unos cortos segundos de un silencio que parecía eterno–...¿quieres que vaya por ti cuando termines de ayudar?

–¿Sabes donde es la academia Casarosa?

–Sí, mi novia estudia allí ballet.

–Te preguntaría por ella, pero son un montón de bailarinas y la mayoría lucen iguales para mí. Por no decir que varias me odian por rechazarlas.

11:11   ||  LUBERTODonde viven las historias. Descúbrelo ahora