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Capítulo 16| Guiada por el diablo
Guianna

La camisa beige empieza a teñirse de color negro lentamente, logrando que por mi cuerpo corra ese regocijo que tanto esperaba: eso que necesitaba mi alma, ese deseo de venganza tan anhelado desde el día de la muerte de mi madre. Y luego, otra muerte... Qué más queda, ¿verdad? Porque si matan a mis hermanos, como se ve que espera ser, no creo que lo resista. León me da esa pizca de ganas de vivir, pero sin ellos solo sería respirar, y mi corazón solo recordaría que murieron a manos de los Blackblood. Entonces, solo eso me bastaría para matarlos a todos y suicidarme después, para así hacer justicia y volar junto con todos ellos.

Pero estoy en el presente, sintiendo como su corazón late a través de mi arma.

— N-o, tu-u no me estás haciendo... esto —dice entre jadeos por no poder respirar correctamente, mientras me mira como si no pudiera creérselo.

— ¿Ah no? —Retuerzo mi daga con su filo lleno de sangre negra, haciendo que Francisco se retuerza del dolor—. Quiero que sientas el dolor que tengo yo día a día: no se asemeja, claro, porque el mío es mental. Pero ¿lo ves?

El hombre de espeso cabello oscuro tose sangre y esta mancha el suelo. Intenta mantenerse en pie, pero está comenzando a fallar en su cometido.

— Guianna, vendrán a matarte —logra decir, intentando hacer que el liquido que mana de su boca no interfiera en sus últimas palabras.

Mis ojos se oscurecen.

— Yo ya estoy muerta, querido mío.

Francisco suelta una media carcajada amarga.

— Volveré. —Me mira con decisión— y juro que te matare con mis propias manos, luzbel.

¿Volver...? ¿Cómo es eso?

Y desaparece, junto con toda la sangre del suelo.

— Esto ya lo estoy empezando a odiar.

°°°

Es de noche, y me encuentro escribiendo a la luz de muchas velas. Serán las... ¿doce de la noche? No tengo idea.

León me dejo una nota que esta noche debe hacer un viaje, un encuentro supuestamente, en el que lleva todo el dinero para la feria de mañana. Y con él, van varios hombres que le serán de respaldo por algún forajido o grupo salvaje. Hay varios de ellos, que si te metes en el corazón del bosque, podrías morir por una lanza de algún loco que hace rituales a vaya uno saber qué entidad.

Recuerdo que, de pequeña, se acercaron al bosque de Whitetown un grupo de salvajes que seguían la palabra de un cacique, quien daba ordenes de matar caballos para hacer sacrificios y ofrecerlos a un Dios que no recuerdo el nombre. Mis padres ordenaron que se alejaran del reino si no querían problemas: en la noche, se fueron, pero se llevaron tres caballos blancos; no creo que fuera para usarlos, pero eso es pasado.

A pesar del duelo y el dolor que llevo, me permito disfrutar de lo que me gusta, aunque algunas cosas me recuerden a mi padre, ya que el me ayudo con un par de ideas.

Esto lo hago por él, por mi madre también: que su muerte no sea en vano, quiero alzarme ante mis sentimientos humanos que llegan al padecimiento por una muerte, porque llorando no solucionare nada.

Ahora, Lizzie, la protagonista de mi historia, esta en la feria del pueblo de su reino, no comprando nada, sino viendo a Julian, su amor prohibido.

Escribo el dialogo con letra algo desprolija por la rapidez que tengo en narrar el momento: ella le pide que le explique el porqué de su desaparición durante dos semanas, y que eso casi le da un infarto. Y él le responde que su padre va tras él; que lo quiere muerto porque sabe lo que ambos tienen. Entonces todo el mundo Lizzie se desmorona, quiere llorar, gritar y matar al desgraciado que conto su secreto.

Pasión entre sombras PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora