Capitulo 17 | La verdad oculta tras la máscara
Un tropezón no es caída, dice el refrán, pero ¿cómo no caer cuando tantos tropiezos terminan contigo?
Estoy en mi antigua habitación, no en la que comparto con el hijo de perra que tengo como esposo, y con mi mano sangrando por haber roto la pared. Con algo debía desquitarme, ¿verdad?
Mi ira se calmó a los minutos. El dolor físico se me hacía reconfortante, como si pudiera sacar todo mi sufrimiento con ese acto. Y la sangre. Cuando vi el liquido escarlata correr por la pared y mis nudillos en carne viva, imagine que esa sangre era de León.
Es que, Dios, ¿cómo pude ser tan tonta? Él no iba a juntas o firmar papeles, iba a acostarse con la puta de mi prima. Odio que sea de mi sangre, la detesto. Pero al que más odio es a él: esa escoria con la que me case tan felizmente, pensando que seriamos felices como lo fueron mis padres, pero no sucedió eso.
Mi abuela Yocasta decía una cosa: hay dos clases de persona, las que te traicionan por la espalda, o las que te clavan la daga de frente; y León es la primera opción. Ese hombre violo mi confianza y mi esperanza de tener un amor verdadero, cosa que no fue así.
Me pregunto que estará haciendo, ¿seguirá fornicando con ella o se ira a dormir sin esperanzas de vivir como yo?
Él se quedará con el aposento del rey, siendo el más grande e imperial. Pero yo tengo el de la reina, el cual tiene una iluminación espectacular. Esta era mi antigua habitación de hace tres meses, y nada ha cambiado. Mi cama sigue con la colcha que mi madre me cedió, también la ventana con cortinas de color beige, combinando con rojo oscuro y una vista esplendida a los montes y la luna en cuatro creciente brillando alto.
Me replanteo qué hare ahora, ¿cómo podre fingir delante de mi familia, del reino, que ya no estamos en los mismos términos? No quiero decirle nada a nadie para que así sea más fácil de tragar. Quiero seguir mi vida, y paz entre mi familia y el maldito. Bah, no me faltan ganas de decirlo: al contrario; lo ansío con mi vida el decir que me es infiel, solo que así se haría un rollo muy jodido que no quiero soportar. Lo que quiero es acabar con la pesadilla de mi apellido enemigo y vivir en paz.
Pero eso no es todo; aun hay algo en mi mente que no me deja dormir: Francisco, el maldito tipo que no mate. ¡Agh! Debí suponer que eso pasaría cuando desapareció. Son brujos, la sangre negra que corre por sus venas está llena de magia. Mi pregunta es: ¿por qué? ¿Por qué siempre esta ahí? Es como una puta pesadilla. Esta a cada paso que voy: sabe todo de mi vida. Y lo más extraño es ¿por qué le preocupa tanto mi vida? Me salvo de la muerte, que eso es supuestamente lo que el tanto anhela, y ahora entra en mi mente ¿y avisa de la traición de León?
Aquí hay algo suelto...
Bah, que haré yo, ¿no? Solo soy una simple humana con traumas emocionales. Él es el ''mágico'' aquí.
Estoy comenzando a sentirme algo adormecida, mis parpados quieren cerrarse. Entonces, con un suspiro termino de vendarme la mano y me meto en la cama. Roto mi cuerpo a un lado y caigo profundamente dormida.
°°°
Nunca pensé que podría servirme un plato de dulces tan grande hasta hoy. Porque no me dicen ''Guianna la glotona'' por nada. Un plato de cerámica francesa —regalo de bodas de un mercader amigo— blanco, decorado con flores pintadas en tonos pasteles, es adornado por dos pilas de dulces que acabo de tomar del inmenso mesón. La verdad que esa mesa es lo mejor que me pasó desde que me desperté en la mañana para arreglarme.
Y hoy sí me arregle bastante, quiero que la reina sea recordada por su belleza y no por sus problemas de no saber racionar las comidas.
El día en Edimburgo es frio y para nada acogedor, pero nos vimos en la necesidad de hacer ahora la feria para los pueblerinos y que logren mostrar sus trabajos, para así ganar dinero.
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Pasión entre sombras PAUSADA
FantasyDolor, pérdida y venganza eran las tres palabras más importantes que definían al corazón de Guianna Blackely, una muchacha de la realeza con todo lo que deseaba servido en bandeja de plata. Solo que eso no era de su interés, no cuando hacía siglos...