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Capítulo 30 | Un monstruo enamorado de una dama

Francisco

No podía quedarme con todo dentro mío y que jamás lo supiera. No podría seguir viviendo siquiera con la idea de que lo que llevo en mi corazón no fuera liberado.

Le dije de mi pasado.

Le hable de mis debilidades.

Y le exprese mis sentimientos, a mi manera, claramente.

Solo que me inquieta no escuchar absolutamente nada del otro lado. No me atrevo a ver con magia detrás de la puerta, porque seguramente ya ni este ahí. Y no la culpo, me comporte como un maldito salvaje. Mi monstruo interno me domina, y hace que la poca humanidad que me queda cada vez se reduzca más y más. No puedo ir contra mis instintos, porque yo soy eso: un desalmado en cuerpo de hombre.

Nunca creí enamorarme de nuevo, no más que la primera vez. Mi primer amor me resulta espeluznante volver a recordar, y no por ella, sino por el camino que tomo su destino.

Es algo que supere hace tiempo, pero sigue ardiéndome el alma al pensar si hubiera podido ser de otra manera. Sigue lastimando mi corazón en podredumbre cada vez que rememoro su rostro agonizando, pidiendo ayuda. Y por mi parte, no pudiendo hacer otra cosa que suplicar que parasen, que el parara.

No sé cuánto tiempo ha pasado desde que Guianna entro a su escondite, y estoy tan perdido en mi angustia que todas mis esperanzas de que siga ahí se han esfumado. Pero, a pesar de ello, hago un esfuerzo por empujar mi voz a la superficie de mi garganta y decir:

-Me gustaría que luego de contarte el resumen de mis traumas emocionales me dediques una de tus miradas que tanto me encienden -ironizo al aire, intentando lograr que el maldito corazón no me siga grita que me abandono ante mi relato tan doloroso de contar.

No tengo energías de agudizar mis sentidos y escuchar movimientos, y mi fuerza para seguir aguantando lo que merezco ya no puedo aparentarla. Se ha extinguido aquella chispa de esperanza que me mantenía vivo.

Dando un suspiro al aire, y en la habitación que por última vez vere me decido por tomar un recuerdo de ella, porque eso será lo único que me mantendrá en pie hasta que pueda recomponerme.

Se que podre superarlo.

Podre afrontar que Guianna me odie, y quizá en batalla ella acabe con mi lúgubre y triste vida, y de fin a los latidos de mi corazón, tan tortuosos porque me recuerdan que aún estoy en el mundo de los vivos y tengo tareas pendientes que ejecutar.

Paseo por la habitación de cama de dosel pintada de bordo, amplia ventana con una bellísima vista una noche estrellada y un hogar a leña a medio consumir.

Los estantes están llenos de libros de poesía, biblias en varios formatos y tres pilas que abarcan toda una repisa repleta de cuadernos: sus cuadernos de escritura.

El gran mueble de madera tiene varias coronas de oro y plata, con rubies, esmeraldas, zafiros y un sinfín más de piedras preciosas. A su lado, collares, colgantes y pendientes. Y justo a su lado, una caja de roble abarrotado de anillos, abierta, como si esperara que tomase uno.

Y cuando estoy decidido por tomar el que más llama mi atención, mi corazón da un vuelco al escuchar la puerta del baño abrirse, pero estoy tan pasmado que no puedo moverme.

¿Ella escucho todo?

¿Nunca se fue?

¿Estuvo ahí todo este tiempo?

-¿Todo eso es verdad? -oigo su voz melodiosa a mis espaldas, que suena tan dulce que logra hacerme desestabilizar.

Pero ya no tengo que fingir nada. No más mentiras, engaños ni falsedades.

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⏰ Última actualización: Jan 20 ⏰

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