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Capítulo 23|Corazón derrotado
Guianna

Sangre.

Tengo la mano manchada de mi propia sangre.

Por mis venas, recorre el pánico; el terror. ¿Cómo demonios en un sueño un sujeto te puede herir? No lo entiendo.

La voz del sueño resuena en mi cabeza.

<<No debiste haber tocado a Francisco Blackblood>>

<<No debiste haber probado la fruta prohibida>>

El miedo avanza en mi mente, dando entrada a temores y pensamientos persecutivos. ¿Será Francisco? No tiene sentido, porque esta débil y enfermo.

Esto no tiene ni pies ni cabeza.

Lo único que se me cruza por la mente, es que sea Jonathan Blackblood, el difunto rey. Pero debe estar en el infierno, entre las llamas del inframundo junto sus aliados. No creo que se la este pasando mal, a decir verdad.

Pero la duda me corroe el cerebro mientras llevo la mano a la herida y palpo una gran abertura en el hombro, logrando que suelte un jadeo titubeante.

Lo peor de todo, ¿cómo le diré esto a mis hermanos? No puedo soltar el gran bochorno de que me acosté mas de una vez con el brujo que mato a nuestro padre. No puedo decir <<Me ataco un ente en mis sueños porque tengo una aventura con el enemigo.>>

Ariana, Emma y Cristina no saben nada del tema. Mi tía Florencia nunca fue advertida del peso del apellido Blackely para que no fuera presa de los Blackblood y León... Bueno, como dice mi apodo, es un inservible.

Estoy sola.

Más sola que nunca.

Y eso duele. No tengo a quien contarle mis pecados mas que Dios, pero dudo que a esta altura quiera ayudarme.

La imagen de una niña pequeña y dulce se aparece de repente en mi cabeza, quien le preguntaba a su madre, mucho mas alta que ella, por que Dios y todos los santos eran tan venerados en el salón de rezo cada domingo. Y ella le respondió con su voz melosa que siempre usaba con ella:

<<— Querida pequeña, Dios es el creador de todo lo que ves, y ama a todos sus seguidores. No importa el daño que hayas hecho, siempre que te arrepientas de tus pecados, el hará todo lo que este en su poder para ayudarte. —Le poso su cálida mano cariñosamente sobre su mejilla y esbozo una sonrisa dulce—. Siempre que tengas miedo, habla con él; siempre te escuchara.>>

Con rostro enternecido, suspiro y uno las manos, bajando la cabeza en reverencia.

— Hola —saludo al aire, pero dirigido a un ser divino—. Hace mucho no le hablo, y eso tiene una justificación. Como usted sabe, soy cazadora de brujos, del aquelarre Blackblood.

Mi voz suena como un susurro, y suave como el fluir de un rio.

— Y se que esta bien que acabe con ellos —sigo— porque somos defensores de inocentes, pero lo que he hecho... Lo que he hecho, no tengo ningún arrepentimiento. —Y una lagrima corre por mi mejilla—. Porque ese acto que hago, lo hago mas que con deseo, lo hago porque...

No, no puedo. No puedo con esto.

— No puedo decirlo. —Un sollozo sale de mi garganta—. Esto va en contra de todo: contra mis juramentos y mi propia cordura. ¡El mato a mi padre! Por favor, perdóname. Dios, si es que usted escucha mis plegarias... Quiero que haga que Francisco Blackblood...

Pasión entre sombras PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora