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Capítulo 20|Sangre real derramada
Guianna

- ¡Au! ¡No me pises! -chilla en un susurro Janies.

- No es mi culpa que tengas pies de humano mutante -repongo, intentando no chocarme con nada que pueda hacer ruido.

Apenas se nota una luz lejana al final del pasillo. Es de madrugada, todos duermen: es nuestro momento.

Nos encontramos dentro del castillo, en un lugar que no deduzco muy bien para que es usado. El olor a humedad invade y el suelo es rugoso bajo las botas.

- Me pisaste muy fuerte -rechista con cierta molestia mi hermana.

- Eso te mereces por haber nacido con patas de rana.

Y ella ahoga un gritito.

- ¿Y qué hay de tus orejas?

Comienzo a caminar con cautela y con mi mano aferrada al mango de mi daga.

- ¿Mis orejas? -inquiero con el ceño fruncido-. ¿Qué hay con ellas?

- Son como las de un elefante.

Ahora soy yo la que está molesta.

- ¿Elefante? ¿Vamos a poner como ejemplos animales?

Pero ella no hace caso a mi pregunta y suelta un sinfín de comentarios sobre mi cuerpo, dando como ejemplos animales.

- O también como tus ojos están tan separados como los de una paloma.

- ¿Una paloma?

- Así como tu nariz ganchuda como una cigüeña.

Hago un mohín de confusión.

- ¿Una cigüeña? Pero si las cigüeñas no tienen nariz ganchuda.

- ¿O es el perico?

- ¿Qué?

- No, no. Ya sé, un avestruz.

- ¿Te puedes callar?

- ¿Es un avestruz o un...?

El sonido de una puerta abrirse la hace callar, y luz emana del interior, haciendo que debamos pegarnos a la pared para seguir protegidas con la oscuridad.

- Mi señor. ¿Ha pedido mi audiencia?

Ambas nos escondemos entre las sombras y escuchamos atentamente la conversación:

- Así es, Jordan. Es sobre la coronación de Francisco. - La voz del hombre que lleva a cabo oscuras acciones se escucha: el mato a muchos de mis familiares, el es el rey de las sombras y la oscuridad, el crio a varios demonios para usarlo a su favor, creando personas frías, despiadadas y sin corazón.

Pero regreso a Tierra y recuerdo que fue lo que dijo... ¿Francisco será rey? ¿No hay otro mejor?

- Ven, pasa. No es seguro hablar aquí. -Le toma del hombro y hace que entre al aposento.

Quiero oír la conversación, pero hay guardias. Por lo que debo dejar de lado el querer saber que harán con mi enemigo y seguir el plan.

Janies no conoce a Francisco, y es mejor que eso se quede así.

- Vamos, comencemos con lo que vinimos a hacer -digo y salimos hacia el pasillo.

Ambas saludamos a los guardias amablemente, como si fuéramos parte del castillo, y gracias a Dios, ellos no hacen mucho esfuerzo en averiguar sobre nosotras.

Pasión entre sombras PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora