Capítulo VIII

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-Todo esto lo está haciendo por Stolas, ¿no es así?

Blitz se congeló; sus manos dejaron de meter el equipaje a la mochila, una gota de sudor frío recorría su sien blanca y sus pupilas miraban el sucio suelo buscando una respuesta a dicha pregunta, o una escusa para invadirlo. Era muy bueno en la última opción.

En su interior gritaba el "sí" más sincero que expreso en toda su vida. Deseaba demostrar que tan preocupado estaba por Stolas después de escuchar lo que le platicó Octavia, deseaba admitir que cada noche su viva imagen aparecía en sus sueños para ser atormentado al despertar y no encontrarlo en el más insignificante fragmento de su vida, deseaba gritar el anhelo que sentía por tener junto a su cuerpo el frágil y delicado volumen de su ser.

Nadie sabía cuánto anhelaba Blitz y cuán destrozado estaba, pero estaba sumiso a las órdenes de su propio miedo.

-Moxxie por última vez, lo hago por el dinero. Deja de decir estupideces-dijo, volviendo su cuerpo al movimiento.

-Ese mismo orgullo fue el causante de su puto sufrimiento.

-¡Tú que sabes! ¡No sabes nada de mí!-gritó, dejando caer su muda de ropa.

-¡Lo sabría si platicara con algunos de nosotros solo un maldito segundo!-respondió con la misma ira que mostraba su jefe.

Se miraron con un odio imposible de medir, pero con la capacidad para matar a cualquiera.

Blitz lanzó un suspiro, caminó hasta llegar a su escritorio y cayó al suelo recargando su espalda en la cara trasera del mismo mueble. En sus ojos se podía ver un agotamiento horrible. Reprimir lo que uno siente puede causar consecuencias en todo tu cuerpo.

Moxxie se acercó a él para sentarse a su lado, reposando en un silencio agradable para haber pasado solo cinco segundo de aquella batalla mortal de miradas.

-Sé que puede causar miedo, pero si tan solo hablara con él-su jefe interrumpió su intento de animo.

-No puedo, ¿ok?-detuvo sus manos un segundo, trataba de buscar las palabras adecuadas para expresar su verdadero problema, mas no aparecieron-Solo no puedo.

-Es un proceso difícil, y aunque le cueste más que al resto... al final tendrá que tomar una decisión.

-Ni siquiera sé que hacer.

-Tal vez pueda ayudarlo.

Un ruido fuerte despertó la conciencia de Blitz, había estado más tiempo en el mundo de los sueños que olvidó por completo desayunar. Al levantarse sintió pedazos de huevo pegados en su mejilla; la presentación de su platillo terminó hecho un desastre. Buscaba alarmado el origen del ruido, su estado era una mezcla de inquietud, rabia y supervivencia. Su sistema se tranquilizó al ver un sirviente lavando los platos de mala gana. Blitz lo comprendía, tampoco le gustaba lavar los trastes, ¿a quién le gustaba?

Buscó en su bolsillo del pantalón el celular, querría ver la hora y, para su sopresa, el tiempo funciona diferente en el mundo real. Era la 8:30 p.m. Lo que pareció uno simples minutos resultó ser un día completo.

-¡Carajo!

Blitz salió de la cocina cuál rayo en un día de lluvia, no se pudo apreciar ni su cola. Buscaba a los guardias esperando ingenuamente que le brindaran alguna noticia de Stolas, aunque lo más seguro sería un mar de burlas y subestimación.
Era increíble que para ser una casa de campo enorme y pertenecer a un miembro de la realeza no estuviera ningún guardaespaldas en el lugar. Subió deprisa al segundo piso mientras guardaba la esperanza de que nadie hubiera muerto mientras estuvo en su "pequeña" siesta.

-¡Stolas!-la puerta se abrió de golpe. El pecho de Blitz subía y bajaba.

Stolas tenía una pluma de ave entre sus dedos, una hoja en su escritorio y varios libros del lado izquierdo. Sus cuatros ojos se detuvieron en su lectura mirando a Blitz de manera desconcertada.

-¿Podrías dejar de gritar?-su actitud sería volvió en un instante.

-Oh, estás bien-trataba de recuperar el ritmo de su respiración al mismo tiempo que una pequeña risa se presentó en la escena-. Es un alivio.

-Sí, estoy bien-se acomodó sus lentes de mango negro-. Tengo guardaespaldas que realizan su trabajo de manera eficaz y no se quedan dormidos a diferencia de otros-subrayó las últimas palabras mirándolo con seriedad.

-Sí, yo...

-Tranquilo, en realidad no esperaba mucho de tus servicios.

Blitz estaba por atacar. De verdad no soportaba los comentarios de Stolas, eran como un balde de agua fría que caía a cada rato en su cuerpo, realmente insoportable. Decidió no decir nada, las cosas empeorarían con el simple hecho de que Stolas escuchara falta de armonía en la propia respiración de Blitz. Dejó caer los hombros, rodó lo ojos y reservó sus comentarios para sí mismo.

-¿Dónde están los demás guardaespaldas?

-Los mandé a descansar-dijo, sin dejar de escribir.

-¿Por qué?¿No sé supone que deben de protegerte las 24 horas del día?

-Deseaba tener un momento de tranquilidad, sin tanto escándalo por mi vida.

-Sabes que puedes estar en peligro en cualquier momento, ¿no?

-Sí, pero no me preocupa-siguió escribiendo sin prestar atención a la presencia de Blitz. No había visto a una persona tan desinteresada antes.

-¡Podrían matarte!

-Sería fascinante-Blitz se impactó por sus palabras, jamás había escuchado que alguien deseara la muerte con tanto anhelo. En especial los demonios de rango superior -. Ponerle fin a mi propio infierno y sentir por primera vez la tranquilidad abrazándome con tanto cariño. No puedo desear nada mejor.

El tic tac del reloj se escuchaba con mayor fuerza, pues la conversación de ambos se detuvo en seco. Uno no sabía que expresar y el otro no tenía nada que decir.

Blitz pensaba que solo jugaba con él, tal vez era una broma demasiado retorcida para su entendimiento, pero no vio duda en las fracciones del búho. Su seriedad intimidó la arrogancia de Blitz como nunca antes.

-Por favor, retírate y déjame volver a mis asuntos.

Blitz obedeció de inmediato, sacó su cuerpo del estudio y cerró la puerta después. Era un hecho, el Stolas que conoció había muerto y un nuevo demonio ocupaba su lugar, uno nacido desde las cenizas de un príncipe destrozado. Algo que no podía volver a recuperar.

La luz de la luna caía en el vitral, dándole a la misma imagen un toque mágico en su figura. Blitz miraba el fenómeno con detenimiento, causando que en lo más profundo de él una promesa naciera y una desición que nunca pensaba tener invadiera su mente.
Tal vez podía seguir los consejos de Moxxie, tal vez podía salvar a Stolas, tal vez podía llegar a amar de verdad.

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