Capítulo XX

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El jardín era más grande que la propia casa de campo; su longitud era similar a la de una pista de atletismo donde los humanos realizan varias series deportivas.El domo que los rodeaba era por completo de cristal que se dividía en una estructura de triángulos infinita, forrado con vinil de espejo. Una brillante idea para mantener la privacidad.
La fragancia de las distintas flores abundaba por el lugar; algunos dulces, y otras demasiado amargas para regresar.

Pasó una hora desde que llegaron al lugar, y el aburrimiento adornaba el rostro del pequeño demonio de tez roja. Unos bostezos y cabezazos escaparon de su cuerpo, sin embargo, Blitzø soportaba todo lo que podía para seguir viendo la dulce e ingenua sonrisa que desprendía el alma de Stolas.

El principe del infierno miraba con asombro unas sencillas flores: sus pétalos estaban caídos, decorado con un tono a obsidiana negra, en su centro reposaba un nido de espinas plateadas y su tallo era más delgado que un palo de escoba.

Se encontraba hipnotizado, maravillado, atrapado. El resto de las plantas se sentían ofendidas y la envidia comenzaba a inundar el lugar, pero Stolas no le daba importancia.

-Son hermosas-murmuró, sin dejar de sonreír.

Blitzø estaba a su lado, atento a cualquier necesidad que presentara el miembro de la familia Goetia.
Estaba cansado, aburrido, irritado. No comprendía su fascinación por la jardinería, de hecho, había muchas cosas que no comprendía de Stolas y es lo deprimía con más intensidad. Cuánto más caía, más se perdía la luz de la superficie.

Trataba de ocultar sus malestares, pero ¿cómo esconder aquello que te desgarrar desde el interior? Es muy difícil de lograr. A pesar de eso, sus pensamientos no lo abandonarían en ese momento.
Mientras la belleza de las flores capturaban todo su campo visual, un nítido recuerdo bailaba entre los pasillos de su mente: un pequeño búho y un demonio perdido jugando a la búsqueda del tesoro en una mansión tan solitaria como el tiempo mismo. Podía escuchar las risas, los pequeños pasos viajando de un lado a otro, las conversaciones que le causaba tanta risa y nostalgia. Sin duda, un recuerdo maravilloso.

-¿De qué te ríes?

Blitzø desvío la mirada, observando que la atención del príncipe estaba en algo nuevo. Tenía una ceja levantada mientras sus ojos esperaban con ansias la respuesta, y esa juguetona sonrisa no desaparecía ni por un segundo.
Blitzø tenía una mejilla recargada en la mano con una expresión neutra. No obstante, estaba muriendo de los nervios por dentro.

-Recordé cuando éramos niños y jugamos a la búsqueda del tesoro.

La vista de Blitzø se centró en sus frías y nerviosas manos. La vergüenza lo bañaba por completo. No le gustaba mostrarse de esa forma. Una forma que lo hacía sentir vulnerable y frágil. Una forma que fue lastimada demasiadas veces. Lo detestaba con todas las fuerzas de su ser. Sin embargo, sabía que si deseaba que la relación entre ellos dos dejara de ser extraña debía cambiar ciertas características.

-Ah, sí. Mi padre me dio una buena regañada después de que te fuiste-dijo, llevando su mano a la barbilla-. Al parecer sólo fue una excusa que utilizaste para poder robar todos los artículos de valor, ¿no es así?

<<Era obvio que iba a recordar eso. Aunque no creí que lo rememoraría con esa perspectiva>> pensó Blitzø.
Sintió un profundo golpe en el pecho, como si una flecha hubiera caído en ella y hubiera congelado todo el órgano. No mentía, pero escuchar la verdad salir de los labios de otros podía ser tan duro como al pronunciarlo uno mismo.
Una gota de sudor frío recorrió su sien al mismo tiempo que bajaba la mirada a la puerta del jardín para evitar la sería expresión que ahora gobernaba el estado de Stolas.Podía decirle que fue obra de su padre, que realmente no quería hacerlo, pero no tendría sentido explicar viejas intenciones. Sólo lo harían quedar como lo que ha sido toda su vida: un completo idiota.

Unos golpes se presentaron en la puerta. Blitzø se enderezó de inmediato, agradecido por la salvación que la vida le otorgaba.
La puerta se abrió sin esperar respuestas de Stolas. Un pequeño demonio delgado con pelo blanco bien peinado, anteojos gruesos con un tono capaz de obstruir el color de sus ojos. El cuerpo estaba firme al igual que los gestos de su cara.

-Señor, tiene visi...

-¡Papá!

Las palabras del mayordomo fueron interrumpidas de forma violenta por una joven búho que corría con desesperacion hasta los brazos de su padre; brindando un fuerte abrazo al frágil cuerpo de su padre. Por un momento, parecía que ambos iban a caer por el impacto.
Blitzø suspiró aliviado al descartar ese escenario.

-¿Octavia? Pero, ¿qué haces aquí?

Estaba atónito, no sabía si sonreír o llorar por la presencia de su hija. Pasaron varios días sin poder verla-y después de lo que ocurrió en los últimos días- las ganas de hablar con ella crecieron con intensidad.
Pudo llamar -eso nadie lo niega-mas no estaba seguro de ser bien recibido. Sabía que, aunque su hija lo negaba, en el fondo seguía resentida por las acciones de su padre y del divorcio.

-Yo la llamé -aclaró Blitzø -, creí que te gustaría tener un tiempo padre e hija antes de volver a trabajar.

Stolas sabía a lo que se refería en verdad. Estaba asustado por la sospecha de que Octavia podría saber la verdadera condición en la que estaba, pero Blitzø calmó aquella preocupación con una simple mirada: <<No te preocupes, no le dije nada de eso>>
Blitzø deseaba decirle a la princesa lo que pasaba, después de todo, tenía el derecho de saberlo. Pero esa desición no le correspondía a él, y la verdad, no deseaba arruinar otro momento como el que apreciaba.
Salió del jardín para brindarle espacio a la familia Goetia, sabiendo que la princesa le exigiría una explicación.

[•••]

El día se pasó volando.
La casa jamás se escuchó llena de tantas risas como esa tarde. Padre e hija realizaron varias actividades mientras se ponían al tanto con temas que Blitzø no comprendía o, más bien, se negaba a entender. Era mejor así.

Las 10:15 pm marcaba el reloj. La casa se sumergió en luces amarillas y en el coro de los pequeños grillos que fastidiaban el sueño de Blitzø toda las noches.

El jefe de los I.M.P estaba sentado en los escalones de la puerta principal, fumando un viejo cigarro mientras veía las estrellas que decoraban el manto oscuro, perdido en sus propios pensamientos.
Unos pasos se escucharon detrás de él, un frágil sonido de tacones cortando el frío silencio de la noche. Blitzø sabía quién era, pero no deseaba voltear. No quería ver la mirada llena de decepción que la joven guardaba. Esa misma mirada a la que estaba acostumbrado, pero de igual modo dolía, como una estaca clavada en el corazón.

No sabía por cuánto tiempo había estado en sus pensamientos, pero Octavia estaba sentada a un lado de él, mirando en silencio la propia noche.
En viento pasando por los troncos desprendía un aullido incómodo, como el silencio entre ellos. El sudor abarcaba las alarmas de ambos mientras trataban de no tener ningún contacto visual.

-Lo siento-dijo Blitzø, sin dejar de ver los escalones-. No he hecho un buen trabajo. En el fondo estaba listo para escuchar un fuerte y merecedor sermón.

Octavia guardó silencio por unos minutos. Blitzø sabía lo que significa, y prefirió no insistir en eso. La sorpresa que el destino le brindaría sería de otro mundo.

-Le salvaste la vida a mi padre-comentó-. No tengo nada que reclamarte.

Los ojos de Blitzø se abrieron de par en par. Esperaba cualquier cosa: ira, desprecio, decepción, etc. Pero nunca un buen comentario.
El olor a cigarro inundó la atmósfera, quedando más atrapado entre la confusión y la alegría.

En eso, la limosina llegó. Un mayordomo abrió la puerta a la espera de la
princesa de los Goetia.
Octavia se levantó sin soltar otro comentario, se subió al vehículo y desapareció del lugar, como el humo que salía del tubo de escape.
Blitzø seguía congelado, asustado, confundido. Demasiados torbellinos para alguien de su tamaño.

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