Capítulo II

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Un día normal parecía circular en las oficinas del negocio IMP, pero para Blitz era una horrible mañana. Igual que todas las anteriores. Aquel sueño lo atormentaba en los últimos meses, cada vez era más frecuente y el sentimiento lo sofocaba con intensidad. Su rostro enrojecido de cólera era frenado por el deliciosos veneno negro que llevaba en su taza favorita.
Su oficina estaba bajo la oscuridad de la noche y el tic toc del reloj le hacía compañía. Estaba sentado en la enorme silla que lo hacía sentirse importante-a pesar de que en el fondo sabía que era un hijo de puta-.
Miraba las fotos de su celular con un interés escaso, recargaba su mano en la mejilla y sus cejas estaban caídas. Deslizaba rápidamente las fotos para poder despejar, de algún modo, su insufrible sueño.
Alguien tocó la puerta. Tres veces se escuchó el mismo ruido y después un reposo absoluto.

-Adelante-dijo Blitz con tono apagado, tomando el amargo antídoto de todos los días.

-Señor, acabo de ver las estadísticas de la empresa-entró Moxxie mirando unas hojas unidas por una engrapadora-. Los resultados muestran que hemos perdido al 10% de nuestros ingresos, necesitamos tener más cliente.

Moxxie seguía explicando la situación a su superior, no obstante, punzadas salvajes se presentaron en toda el cráneo de Blitz. La voz de su trabajador caían en su persona como bombas oscuras que brillaban en el mundo de los humanos. Un espectáculo hermoso con la sinfonía llena de notas altas. Blitz no lo soportaba.

-Cielos Moxxie, podrías por una puta vez dejar de molestar.

Esa queja dejó confundido a su subordinado. No pasó ni un minuto para que Moxxie empezará la misma disputa de todos los días.

-Solo hago mi trabajo, señor. A diferencia de otros que solamente se la pasan quejándose en su cuarto como un hijo de perra.

-Cállate, puta.

-Vaya, lo felicito por su originalidad, señor.

&Escucha, no estoy de humor para escucharte, ¿sí?-observó a su empleado directo a los ojos, siendo testigo de una seriedad que se desprendían en esas simples pupilas-Solo déjame tranquilo.

Con un suspiro pesado y unos ojos cocidos salió de la oficina, dejando a su jefe hundiéndose en su amargura como todos los días.
Moxxie llegó a la sala principal de aquella empresa donde descansaba su novia y la hija adoptiva de Blitz, mirando como siempre su celular.

-¡Moxxie!-se acercó con salto alegre al rostro de su amado-Y ¿cómo te fue?

-¡Es imposible hablar con él! Es increíble que el negocio siga en pie considerando que es un jefe de mierda.

Moxxie no dejaba de lanzar maldiciones al aire mientras sus manos se movían para explicar de la mejor manera lo ocurrido a sus dos colegas. No era una novedad que echara pestilencia a causa de su jefe, pero está vez se notaba diferente.

-¿Qué demonios le pasa?

-No lo sé-exclamó la criatura de orejas puntiagudas, pelaje blanco y un cabello largo-, pero se ha estado despertando en la madrugada desde hace dos semanas... Es realmente un fastidio.

-Ustedes creen que se deba a

-¡Él se lo buscó!-Moxxie interrumpió a su compañera de forma brusca. Sabía a qué se refería, pero no quería volver a tocar el tema que, estrictamente, su jefe había pedido que no hablaran.

Varias expresiones se podían leer en los individuos del salón: preocupación, ira, indiferencia, fastidio. Sin embargo, todos sentían lástima por la situación de su jefe, pues jamás había demostrado lágrimas frente a ellos, no como aquel día.

[...]

Blitz salió de la empresa cansado. Miraba a todos lados con un rostro que reflejaba poco amigos. El atardecer estaba cayendo, la zona del norte estaba demasiado tranquilo y ningún indigente se postraba en las calles para su divertida función.
Cansado de solo ver el concreto que desfilaba bajo sus pies alzó la mirada con rapidez y su postura encorvada cambió por una recta al mismo tiempo que sus ojos se abrieron, estando sorprendidos y todo su cuerpo congelado.

A unos metros se encontraba una biblioteca antigua que-en lo personal- Blitz no comprendía su uso en un lugar como este, pero de dicho edificio salía un demonio de estatura alta, plumas finas y suaves, con los ojos rojos totalmente hundidos en alegría. Se sentó en una banca que estaba a fuera del negocio para el regocijo de todo público y, como siempre, abrió su libro para hundirse en el mundo de la tinta y el papel.
Blitz sintió una pequeña dicha con solo verlo. Antes deseaba alejarse él lo más pronto posible, ahora daría todas las horas de ese día para seguir contemplando su imagen.
Su cabeza le decía que se alejara, pero su corazón gritaba lo contrario. Blitz odiaba tener que estar en medio de aquellos dos, teniendo que ser el que tome la desición final.
Respiró hondo, controló sus nervios y avanzó a dónde su ex- compañero sexual se encontraba descansado.

-¡Hola, Stolas!¡Cuánto tiempo!

El mencionado levantó la vista con sorpresa. Una sensación que duró dos segundos y mostrar una fría seriedad.

-Blitz, que sopresa verte por aquí.

-Sí,¿ verdad? No te parece una coincidencia.

-La verdad no si consideramos que estamos en el infierno-comentó el principe con desinterés.

-Ah, bueno, este-comenzó a vacilar.

Las palabras de Blitz dejaron de fluir, sus inquietudes lo estaba traicionado y la expresión de Stolas no contribuía en absoluto.
No entendía que pasaba. Era el dueño de un buen negocio, literalmente asesinaba a humanos todos los días y en el pasado recuerda que era fácil tener una conversación con él. No podía reconocerse en ese momento, ¿qué demonios le pasaba?

-¡Papá!

La voz de una mujer se escuchó a lo lejos. Ambos voltearon para admirar a la joven princesa Goetia saliendo de una limosina negra con ventanas antireflejo con un animal disecado en sus brazos delgados

-¡Octavia! ¡Mi hermosa princesa!-alegó Stolas mientras se levantó del asiento con el libro en la mano y sin mostrar interés por dejar a un diablo inferior parado en un estado patético.

-¿Ya nos vamos?

-Claro, hija mía.

Ambos subieron a la oficina para esfumar su apariencia con la puerta de la noche.

-Eh, fue divertido verte, Stolas-gritó Blitz con un tono alterado.

-Me gustaría decir lo mismo, Blitz-contestó con desagrado subiendo la ventana.

La limusina dejó el lugar con un ruido agudo en sus llantas y al mismo tiempo desprender una cortina de tierra que cubrió al pequeño demonio desconcertado.
Mientras Blitz mantenía su imagen de orgullo delante de su pequeño pesadumbre dos pequeños búhos se dirigían al castillo en n un voto de silencio.

Octavia miraba de reojo a su padre. Su seriedad se grabó en su rostro con más profundidad, se parecía a las esculturas que se hallaban en los pasillos de su hogar. Quería preguntar, sentía la necesidad, pero sus labios permanecieron sellados como el pasado de ambas criaturas.

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