Capítulo XI

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Caminaba disgustado, apretando la mandíbula mientras sus manos se transformaban en puños ardientes. Abrió la puerta con fuerza y la cerró de golpe. Caminaba de un lado a otro bufando sin parar, pero no era suficiente, necesitaba liberar su enojo de otro modo.

Aventó la mesa de noche con violencia, destrozando el reloj y la lámpara de noche; tomó dos vasos de vidrio que había en su escritorio, lanzándolos a la pared, destruyendo su figura, libros y cuadernos tirados en el suelo con varias hojas fuera de su estructura, sábanas regadas en la habitación sin ningún orden. El ruido de cada nuevo artefacto siendo víctima de su propio dueño se tornaba en una triste orquesta, los gritos ahogados eran las letras que vibraba en el lugar.

Parecía no ser suficiente.
Los insultos se integraban al acto, reclamaciones, finalizando con amargas lágrimas amenazando sus cansados ojos. Los artefactos rotos parecían no tener fin, se acumulaban como una montaña de hojas secas en una fría tarde de otoño.
La habitación lucía un verdadero desastre, como si un huracán hubiera pasado por la zona. El escritorio estaba destrozado, la madera fuerte y lisa se convirtió en baras gruesas y deformes amontonadas en una esquina; las plumas invadían el resto de los documentos del suelo, pues las almohadas funcionaron igual que un saco de boxeo; los pequeños fragmentos de vidrio descansaba bajo las plateadas cortinas dañadas; un retrato de todos sus empleados sonriendo por su primer aniversario en la empresa estaba quebrada y algunos rasguños eran visibles en las paredes, unas más largas que otras.

Después de la tormenta el cuerpo de Blitzø reposaba a un lado de la cama; estaba sentado en el suelo en forma de feto, abrazaba con fuerza sus piernas mientras lloraba en la comodidad de sus firmes rodillas. Los arrepentimientos no dejaban de llegar y la lluvia de amargura lo atormentaba con disciplina. Su trasero se congelaba por el frío del suelo, pero no le importaba. Su cabeza comenzaba a punzar junto a un dolor pesado en su garganta, pero no le importaba. Unos pasos venían y se iban del pasillo, pero no le importaba ser escuchado. El olor a alcohol en los soportes de la propia cama comenzaban a intensificarse, pero no le importaba embriagarse por ese amargo aroma.

Ya nada le interesaba en ese momento, solo deseaba llorar hasta que los angeles bajarán y acabarán con su vida o Striker viniera por una segunda pelea.
Un peso grande apretaba su pecho y su estómago sentía ligeras náuseas.

Un ruido singular apareció, pequeño mas persistente para fastidiar la paciencia de uno. Blitzø alzó la mirada, limpiándose las lágrimas con las sucias mangas de su traje y buscando lentamente el teléfono dentro de un laberinto sin fin. Buscaba por todo su desorden, terminando más cansado con cada fracaso, hasta que lo encontró bajo la cama junto con su maleta llena de armas.

El teléfono seguía sonando, pero Blitzø lo miraba serio. Desinteresado. Agotado. Apretó el botón y comenzó con una conversación que no deseaba tener, no por el momento.

-Hola -aclaró con voz apagada.

-¿Jefe?¿Está bien? -La voz de Moxxie se escuchaba débil.

-¿Qué quieres, Moxxie? -Se apretó la glabela con sus dedos.

Trató de ser paciente. Intentó olvidar su problema y cambiar su actitud por la típica personalidad de siempre, pero no podía. Y no quería pretender estar bien por el momento, no escuchar o hablar con alguien más.

-Millie querría saber cómo te encontrabas, pero me imagino que no te ha ido bien, ¿verdad?

La llamada seguía en línea, pero Blitzø no podía responder nada. Las palabras se le atoraron en la garganta mientras apretaba con fuerza su mandíbula y las cejas caían como su estado de ánimo. Solo pasaron cinco segundos, pero se sintió igual a media hora.

-¿Sucedió algo con el principe?¿se encuentra bien?

-Él... él está bien -dijo con voz quebrada.

-Entonces, ¿qué sucede?

Cuando deseaba hablar una enorme bola de nervios le impedía pronunciar la respuesta a las preguntas de su empleado.

-Trataste de conquistar a Stolas y no salió como lo planeaste, ¿no es así?

Sus ojos se abrieron de par en par. Movió la cabeza de un lado a otro nervioso, pensando que era espiado por Moxxie pues su respuesta había sido acertada como cada uno de sus tiros.
El corazón de Blitzø latía con más rapidez, avergonzado por su situación.

-Algo así.

-Y de seguro ya te rendiste.

-Vete a la mierda. -Apretó su teléfono, provocando que ligeros ruidos salieran del aparato.

Un pequeño suspiro surgió del otro lado de la pantalla. Un sonido que era bastante familiar en la vida de Blitzø, ya no le sorprendía en absoluto.
Su mirada seguía decaída y el ímpetu del aroma entraba por su garganta hasta bajar por sus pulmones, se sentía como un hilo de vivo fuego.

-Duele que todos tus intentos no funcionen en absoluto y te desesperas cuando no ves resultados de inmediato, pero debes ser paciente y seguir intentando.

-No tiene caso, ¿De qué sirve estar al lado de una persona que te trata horrible a pesar de que eres detallista con él?

-Stolas seguía ahí, ¿no? Él no se fue, aun cuando te comportabas como un imbécil.

Las palabras detonaron en su mente, igual a una bomba submarina. En ese instante, varios recuerdos del pasado sumergieron la conciencia de Blitzø: el tierno apodo que usaba para dirigirse a él- incluso en público-, la forma atenta que tenía para hablar con él, los regalos que le enviaba, las fotografías que tomaba con tanto orgullo, y aquel día que lo salvó de las frías manos de los humanos.
El remolino de imágenes despertaba un sentimiento de felicidad, otra parte era de miedo combinado con nervios, pero sin duda la sensación de paz pasaba por encima de ellos.
En sus ojos se reflejaba un brillo singular.

Hubo un silencio prolongado entre el cuerpo de Blitzø y el sonido estático del aparato.

-Señor, ¿sigue ahí?

-Tengo que colgar.

-Pero

La voz de Moxxie fue interrumpido de forma abruta. Blitzø colocó el teléfono a su lado mientras miraba la pared maltratada por sus acciones. Sus pupilas temblaban, su pecho subía y bajaba con delicadeza, y sus manos temblaban de forma ligera.
La actitud de Stolas no era algo nuevo, mientras más lo pensaba más claro se volvía. Su conducta era similar a la de Blitzø en el pasado y él solo recibía el daño que un día el principe cargo en su rotunda soledad. En la tierra de los humanos se le conoce como karma.

Ahora lo entendía.
Realmente deseaba volver con Stolas y poder sentir sus delgadas manos estrecharse con las suyas, pero sabía que debía reparar el camino dañado, aunque eso tomará bastante tiempo.
Una pequeña chispa encendió una flama del tamaño de una nuez, pero era suficiente para guiar el camino de Blitzø a un nuevo horizonte, uno que le causaba terror, sin embargo, dispuesto a arriesgarse una vez más.

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