Los atrevidos rayos del sol alumbraban la habitación de forma soberbia, brindando una calidez reconfortante, y una energía fuera de ese mundo. El aroma a café por la mañana alegraba el alma de todos los exhaustos trabajadores que aún no remataban su travesía asignada. No obstante, el cuerpo de Stolas no despertaba sin importar la potencia que tenían los factores externos. Estaba cansado, sin vida. Tenía la vívida imagen de un muerto inquietante.
Pasó los últimos dos días trabajando en asuntos de la realeza: atender los reclamos de sus superiores, firmar algunos permisos, terminar de analizar los hechizos necesarios para el nuevo proyecto. Demasiado tiempo entre documentos, excesivas cantidades de cafeína-que termina preocupando después de un tiempo-, infinitas horas sentado en la misma posición en busca de un remedio a situaciones que no eran realmente un problema, pero alguien tenía que actuar como adulto en un mundo lleno de egocéntricos y malcriados millonarios. Todo succionó su energía en un instante.
Nunca consideró la actitud caprichosa y soberbia que tenían los demonios de su clase, o más bien, no querría prestarle atención. Era increíble como el aliento de la muerte puede brindar un parámetro completo de la cruda realidad.El sonido de la puerta siendo abierta se escuchó por toda la habitación, pero no era nada relevante para Stolas. De hecho, ni siquiera la propia luz del sol fue capaz de despertarlo de su profundo y merecedor sueño. Su cuerpo y mente estaban desconectados por completo.
Una mano fría acariciaba su frente con un cariño irreconocible; las plumas sobresalían entre sus dedos y un aroma a frutos rojos se desprendía con cada movimiento.-Stolas-susurró una voz familiar. Una que había añorando toda la vida.
El principe de la familia Goetia escuchó, pero no deseaba reaccionar. La cabeza en la sedosa almohada, las sábanas abrazando su delicada piel, el dulce colchón reconfortando su figura eran más seductores que la voz de aquel demonio.
Volvio a sonar su nombre, como las campanas de una iglesia a media noche. Los párpados se abrieron con flojera mientras una fuerte migraña se presentaba en el escenario. Las imágenes visuales comenzaban a tomar forma, revelando a un demonio de cuernos rizados que miraba de hito a hito el despertar de un tesoro. Tenía una ligera sonrisa, una que enamoraba con sólo existir.- Vaya, finalmente despiertas-agregó, levantándose con rapidez.
-¿Blitzø?-Frotó sus ojos con suavidad, disipando el sueño restante-¿Qué hora es?
- Las nueve, creo.
Stolas se detuvo un momento. Sus pensamientos tomaban coherencia con cada parpadeo mientras los deseos de levantarse se manifestaban en todo su cuerpo. La luz comenzaba a calentar las sábanas, volviéndose algo insoportables, igual a usar un suéter en medio del verano.Un bostezo corto se presentó, dándole la bienvenida a la conciencia de Stolas, misma que fue atrapada por una peculiar situación. Blitzø luchaba con una silla de ruedas como si fuera un buen oponente; su mirada desprendía una concentración que Stolas nunca antes había contemplado en él.
-¿Qué es eso?
-Bueno, has pasado mucho tiempo en esta habitación-dijo, sin dejar de trabajar en los tornillos- y pensé que sería bueno que tomaras aire fresco.
-Puedo usar el bastón.
-Lo sé, pero de este modo será más rápido.
La vergüenza se dibujó en el rostro de Stolas, manifestado en un pequeño, pero notable sonrojo. Los nervios atrapaban las palabras de su garganta, el sudor dominaba sus manos y pecho, el corazón latía con más velocidad. No sabía qué decir, no sabía cómo reaccionar, sólo estaba ahí, contemplando un momento que parecía imposible.
Una parte de Stolas quería gritar de felicidad, pero otra parte mantenía la guardía arriba, prohibiendo el paso a cualquier ataque que volviera a lastimarlo. Era verdad que hace dos días decidió darle una segunda oportunidad a Blitzø, pero eso no significaba que volvería a ser el mismo ingenuo e iluso búho que tanto odiaba. Después de todo, un vaso roto no vuelve a ser el mismo luego de una caída.Sin darse cuenta, Blitzø estaba ahí, esperando al lado de la cama una respuesta por parte del gigantesco demonio. En sus ojos un brillo singular descansaba con la fuerza de todos los círculos infernales; algo encantador, pero al mismo tiempo temible.
Stolas salió de la cama con cuidado. El dolor no desapareció del todo y las vendas causaban una ligera comezón, mas no era suficiente para detener la voluntad de Stolas. Blitzø tomó los brazos del príncipe, ayudándolo a sentarse de manera cuidadosa. Tal vez no lo parecía, pero el cuerpo de Stolas se veía más apagado y las posibilidades de caerse eran considerables.
Esto desconcertaba la mente de Blitzø. Cada vez que lo veía en esas condiciones no podía evitar sentir una abrumante y profunda tristeza, como una daga atravesado su frío y hueco pecho mientras su alma se congelaba.
Odiaba tanto esa sensación.Blitzø sacó a Stolas del cuarto, llevándolo por el segundo piso hasta llegar a una rampa al final del pasillo que conectaba el primero con el segundo piso. Una estructura muy conveniente para la situación. Los demonios superiores siempre pensaban en todo.
Durante todo el camino estuvieron charlando de cosas triviales; parecía no tener importancia, pero con sólo ese gesto se podía percibir una cercanía más grande que la propia mansión. Una que se conoce por aquellos corazones que son compatibles, pero con la cobardía para volver a empezar.
Caminaron por la zona oeste del castillo, llegando a un lugar olvidado en el tiempo, pero devueltos a la vida por petición de un travieso demonio.
Estaban enfrente de unas puertas de cristal, con perillas doradas y márgenes de un enorme grosor. No tenía detalle alguno, pero para Stolas se guardaban los mejores diseños que había visto en su vida.
Las puertas se abrieron, mostrando un gigantesco jardin botánico; flores de distintas especies-grandes y pequeñas, coloridas y oscuras, con seis ojos y cero dientes-estaban colocadas en cada lado mientras que en el centro se estiraba un camino de piedra oscura, llevando a conocer nuevas especies, y recordar viejos momentos. La luz natural entrando por el techo de cristal aclaraba con intensidad la mezcla de colores que ahí descansaba.
Stolas estaba tan conmovido que no podía reaccionar. En sus ojos se veía la felicidad que sólo un niño de cinco años puede explicar.-¿Te gusta?-preguntó, conociendo la respuesta.
-Me encanta- confesó, llevando las manos a sus labios, recordando los únicos momentos de su vida donde fue feliz.
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Estrellas Fugaces
Hayran KurguBlitzø perdió la única luz que tenía en su insignificante vida en el infierno, pero un demonio jamás se da por vencido. Hará lo que esté a su alcance para recuperar a aquel búho capaz de irritarlo, pero de crearle un sentimiento genuino en su interi...