Capítulo III

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El cuarto de Octavia estaba iluminado con luces claras color dorado, sus ventanas cerradas, pero mostrando la bella noche que descansaba en los pecados del dulce infierno. Las cobijas de seda estaban revueltas entre libros y basura, su escritorio acumulado de apuntes y polvo, un mueble alto que descansaba a lado estaba repleto de información, manifestados en libros de diferentes tamaños y colores, similar al de su padre. Todas las paredes estaban cubiertas de constelaciones únicas y estrellas repetidas en su esplendor. Era algo más que solo un cuarto, era la salida de sus pesadillas diarias, su insoportable realidad, la perfecta familia que fingían ser.
La joven princesa acomodaba en las gruesas repisas de madera blanca al nuevo integrante de su viva colección de animales disecados. El solo verlos le causaba una sensación de tranquilidad y felicidad, una fusión bella de emociones que fue interrumpido con rudeza por el recuerdo del pasado, acciones que ocurrieron fuera de los muros del palacio.
La personalidad de su padre había cambiado de una forma drástica, lo sabía con seguridad, no importaba cuánto lo intentara ocultar estando frente a ella, su dolor salía a flote como un veneno eterno en el crudo invierno.

Salió de su cuarto, caminaba con preocupación por los pasillos silenciosos del lugar, un sonido que lo caracterizaba a la perfección, pues la música se había esfumado hace mucho años. Mientras sus pies avanzaban rumbo a la oficina de trabajo de su padre la mente formulaba muchas preguntas, diferentes escenarios y limitadas soluciones al problema. Era fascinate cómo su propia mente la torturaba peor que las frías llamas del mismo Lucifer en la angélica primavera.
Sin darse cuenta había llegado a las enormes puertas azúl marino que resguardaban al príncipe de los infiernos. Tocó una vez, lo único que se necesitó para oír una voz familiar dando permiso a la entrada. Respiró hondo, se puso firme y entró a lo que sería una conversación incomoda.

-Hola, papá -tenía un tono mortecino.

-¡Octavia, me alegra que seas tú!-aclaró con alegría para quitarse sus refinados lentes y dejar de lado la pluma que sostenía con seguridad-Necesito hablar de un tema contigo.

-Yo también quiero hablar contigo-desviaba la mirada y su seguridad se manifestaba acariciando su brazo derecho.

-Me iré un mes al bosque sangriento para atender unos asuntos importantes, estaré en la vieja casa real de campo donde pasabas cada verano cuando eras niña. Así que apartir de mañana estarás en la casa de tu madre.

-Espera, no puedes viajar.

La incertidumbre abrazaba a la joven doncella con fervor mientras trataba de mostrar alguna señal que coincidiera con sus sentimientos, pero su cuerpo estaba congelado.

-No te preocupes, estaré bien-mostraba esa sonrisa larga y alegre que en algún momento fue verdadera.

-Papá, tus poderes están débiles y no puedes estar tanto tiempo a fuera sabiendo que en cualquier momento puedes aparecerá Striker.

-Llevaré guardias, no necesitas preocuparte tanto.

Trataba de entrar en razón a su padre, mostrarle la verdad en la que vivía, sin embargo, parecía no importarle en absoluto. Tenía una respuesta para cada problema que se le presentara, incluso si era inapropiado.

-Pero...

Sentía una impotencia enorme, su furia estaba manifestado en puños y sus hombros temblaban con simulación. A pesar de aquello, las suaves manos de su padre tomaron sus frías mejillas con tanto amor, se podía reflejar en sus ojos el mismo afecto que mostró cuando estaba en su infancia, incluso a esta edad seguía vivo ese cariño. En esas ventanas rojas se podía apreciar las mismas palabras que usaba para todas las personas que intentarán ver más allá del muro que él mismo construyó <<estaré bien>>. Palabras que preocupaban con su constante repetición y un valor nulo.

-Ve a descansar, es demasiado noche.

No quería dejar a su padre. No deseaba dejarlo ir a ese viaje, no añoraba que la imagen que tenía frente a ella fuera el último recuerdo que tendría de él, pero no podía discutir ante dicha figura.
Se fue de la habitación sin decir otra palabra o dejar alguna objeción en la mente de Stolas. Las puertas se abrieron en cuestión de segundos y se cerraron con la misma rapidez.

Cerró la puerta de su habitación, recargo la espalda en la madera lisa y cayó lentamente hasta llegar al suelo helado y llorar en un mar de nostalgia. Las lágrimas no dejaban de salir, los fuertes brazos de la inquietud la estaban sofocando, sentía como su oxígeno estaba saliendo de sus pulmones y la tristeza invadía sus decisiones. No obstante, tenía una pequeña idea, no deseaba llevar acabo, pero era ala única esperanza que tenía.

[...]

El joven principe regreso a sus asuntos, volviendo a funcionar su mano a la delgada pluma y trazar escrituras mediante la tinta y el papel.
El reloj continuo su sinfonía y las luces mantenían su brillo artificial. Sin embargo, una sensación insoportable recorrió la garganta emplumada de Stolas, tosió de forma constante y violenta. Al retirar la mano de sus labios secos el corazón comenzó a latir con rapidez mientras un sudor frío emergía de su frente, un líquido negro denso, similar a una mancha de las pesadillas, descansaba en su palma.

-No me queda mucho tiempo...

Sus cejas cayeron al igual que su mirada. Ignorando lo sucedido siguió sus asuntos, esperando terminar a tiempo antes de que oscuresca su propia existencia.

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