Capítulo XXVIII

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El viento era más fuerte que antes, la luna estaba en lo más alto del oscuro cielo, y la temperatura bajó a un nivel que volvía peligroso el simple acto de caminar por el bosque.

El segundo nivel estaba vacío y sumergido en un silencio inquietante. El demonio de cuernos rizados caminaba junto al príncipe; sostenía con fuerza su brazo mientras avanzaba con ayuda del bastón; claro, llegando a soltar uno que otro quejido.

Los nervios del pequeño demonio estaban por el cielo; le había comentado al príncipe que era más sencillo usar la silla de ruedas, sin embargo, aquel obstinado y testarudo búho decidió conservar su orgullo, como lo tienen todos los miembros de la realeza en el momento de saber el poder de su apellido.
Blitzø no podía soportar la imagen que tenía a su lado: sus ojos desprendían un brillo de dolor, tenía un mohín de cansancio, sus manos temblaban por completo mientras sus piernas apenas podían dar un paso sin estremecerse como gelatina de limón.

El camino era un tormento; no sólo el silencio causaba un aura de incomodidad, sino que la última conversación que tuvieron aquellas dos criaturas rondaba por la cabeza de aquel demonio, como perros perdidos en las calles, o leones en busca de su siguiente platillo.
Las preguntas que se formuló ese día nunca fueron contestadas, de hecho, nunca fueron reveladas; no existía el momento perfecto para lanzarlas a la mente del príncipe, pero ¿acaso existe un momento perfecto? A veces pensamos demasiado en las cosas que dejamos pasar los instantes en dónde la respuesta estaba a simple vista. Un efecto que Blitzø nunca consideró, y ahora los lamentos sustituían lo que pudieron ser momentos de sabiduría.

<< El ritual, por eso estamos aquí >>-pensó.

Es oración; esas palabras que parecen sencillas y torpes a simple vista lo volvieron loco con cada día que pasó. No podía pensar en otras cosas que no fueran una respuesta a su incertidumbre. Al principio creyó que podía ser un ritual para salvar su vida, pero toda esperanza se descartó al analizarlo; si fuera la respuesta ¿por qué no la usó desde un principio? Entonces, ante la falta de ideas, imaginación y esfuerzo; optó por tomar la idea de que se tratara por situaciones del trabajo. Tenía sentido, cada vez que tenía que atender algo de la realeza se volvía un zombie en su totalidad: la vista se le nublaba y su cuerpo se movía de un lado a otro, pero no tenía control de ello.
Blitzø sacudió la cabeza de forma ligera; no podía quedar atrapado en las memorias del pasado, tenía que estar en el presente; el lugar donde debió estar desde un principio.

Llegaron a la puerta del viejo estudio; su enorme imagen capturó la presencia del pequeño demonio; tenía tiempo que no veía sus decoraciones, tan bellas y engañosas como esas criaturas llamadas sirenas que relata los humanos en sus historias marinas.
Entraron con cuidado; Blitzø prendió las luces sin despejar sus brazos del príncipe. Caminaron hasta llegar al centro de la habitación; quedando enfrente de una gran alfombra redonda de color turquía con una textura más suave que la de una almohada.

-Blitzø-dijo, entre cortado- ¿podrías abrir las puertas del balcón?

-No creo que eso sea una buena idea-respondió, con un tono vacilante.

-Blitzø-su tono se volvio serio, a pesar de que la mano que sujetaba el bastón no dejaba de temblar-por favor.

Esa acción fue suficiente para despertar el estado de obediencia que nunca antes tuvo. Se alejó del príncipe con lentitud, caminó con mucha prisa a las puertas del balcón: tenían un margen blanco, hecho de un madera aparentemente resistible, y unas bellas cortinas color azul celestes cubrían los vidrios de su estructura. Abrió las puertas con fuerza, manifestado un ruido tan agudo que sólo los ratones son capaces de interpretar con exactitud. El viento entró de golpe; un escalofrío recorrió todo el cuerpo de Blitzø mientras sus mejillas se volvían frías como el propio clima. La luz de la luna presentó su poder, mostrando la belleza que aquel satelite cargaba con tanto orgullo y que sólo algunos son capaces de ignorar.
Se volvió para ver a Stolas que, a pesar de estar en un estado delicado, fue capaz de quitar la alfombra de mal gusto y mostrar un estrella pentagonal de líneas blancas; tenía el mismo tamaño que la alfombra y la luz lunar fue suficiente para cubrirlo por completo.

Stolas metió una mano en su saco de vestir; extrayendo con firmeza el libro de pasta morada y margen dorado el cual le dedicó mucho tiempo. La colocó en el centro de la estrella, para luego sentarse frente a él, con las piernas cruzadas y sus brazos a la altura de sus rodillas.

Las preguntas se incrementaron con más fuerza, formando un nudo de desazón en la garganta de aquel espectador.

-Sin importar lo que pase-aclaró, mirándolo directo a los ojos. Su nivel de seriedad pudo acabar con la vida de aquel asesino-, no interrumpas el ritual, ¿de acuerdo?

-Stolas.

-No importa lo que veas, mucho menos lo que me suceda, prométeme que no romperás el ritual-sus manos se cerraron con fuerza, como si él temiera a sus propias palabras-. Prométemelo, Blitzø.

Dudó un poco, ¿cómo no hacerlo después de tal declaración?, pero no tenía tiempo para titubear o pensar en una opción que beneficiara a ambos. Afirmó con la cabeza; las palabras estaban limitadas al igual que sus movimientos.

El principe exhaló fuerte; algo cansado, pero sobre todo, angustiado. Cerró los ojos por un momento; concentrando su energía, escuchando las voces de sus ancestros, atento a sus cantos.
Los cuatro ojos de Stolas se abrieron, mostrando un brillo amarillo en ellos. La estrella se iluminó en un azul oscuro, como el de las galaxias que se dibujan en las monografías. El libro fue envuelto poco a poco por un manto del mismo color; abría y envolvía las hojas del libro con mucha fuerza.

Magia del cielo infinito
Luna de la eterna belleza
En esta fría noche solicito
Que este libro se llene con grandeza

La luz de la luna se volvió roja como la sangre y el manto comenzó a moverse en forma de un torbellino. El viento levantó las hojas que estaban esparcidas en la oficina, moviéndose en la atmósfera del lugar. Los libros cayeron de los estantes, los mapas de constelaciones se unían con aquel huracán de investigación.
Blitzø usaba sus brazos para cubrir su rostro, pero no podía aportar los ojos del cuerpo del príncipe que, a pesar de seguir recitando las palabras su cuerpo seguía quiero como un estatua.
El libro comenzó a levantarse; el viento se volvio más intenso, y el mana que envolvía el lugar se tornó en un color negro, temible y horrible para admirar por el resto de la noche. Blitzø no comprendía, pero con cada segundo que pasaba la salud de Stolas decaía: una tos llena de sangre se presentó con esas últimas palabras, y sus manos no podían soportar el poder de aquel hechizo, pero sus órdenes fueron simples, y debía ejecutarlas sin importar las circunstancias.

Sangre noble
Y ancestros con poder
Que la magia sea doble
Para el reino defender,
liderar y atacar con fuerza
Esta nueva generación ahora comienza.

Un brillo fuerte envolvió la habitación, deslumbrando por unos segundos.
Cuando los ojos de Blitzø se abrieron la luz lunar volvió a ser normal, el pentagrama dejó de brillar y el libro seguía igual de intacto que la última vez.

-¡Stolas!

Corrió hasta llegar al cuerpo inconsciente de su amado: tenía un hilo de sangre cayendo por su pico, sus manos seguían temblando a pesar de ya no tener magia y su piel ardía como si tuviera una grave fiebre.
Cargó al príncipe sin preocuparle lo que vio, menos en recoger aquel libro que era el centro de todos los problemas del príncipe. Salió de la habitación concentrado en sólo una cosa.

[• • •]

Stolas descansaba en su cama; su respiración volvió a la normalidad después de unos segundos, una toalla fría descansaba en su frente mientras un vaso de agua se hallaba a su lado al momento que despertara.

Blitzø estaba sentado en la silla de siempre, miraba a aquel búho como si fuera el objetivo de una misión muy importante. De repente, un sonido repetitivo llamó su atención y tan cerca de él que era imposible ignorar. Sacó el celular de su pantalón, irritado por la falta de sueño y el extraño escanearlo al que fue expuesto.

-¿Ahora qué mierda quieres?

-Señor, tenemos un problema-dijo, una voz tan familiar que era difícil de olvidar.

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