Capítulo XXXII

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Una lluvia de balas cayeron en los troncos del bosque. Varios pedazos de corteza de madera rebotaron en el lugar y una nube de tierra se levantó sin parar. El demonio inferior corría entre los troncos mientras cargaba su arma, pero la herida en su pierna derecha limitaba sus pasos. Se recargó en uno de los árboles con la respiración agitada, el dolor envolvía sus mente, volviendo sus estrategia indecisas y torpes. Sujetó el arma con fuerza mientras trataba de mirar a su enemigo, pues la lluvia de balas había cesado en un abrir y cerrar de ojos.
Striker avanzó a un velocidad impresionante, golpeó el rostro de Blitzø con fuerza; un hilo de sangre salió de sus labios y su cuerpo cayó al suelo, soltando el arma en un instante.

-¿Qué pasa, Blitzø?-Le dió otro golpe en el estómago. Otro hilo de sangre salió de sus labios y sus párpados se cerraron con mucho vigor. En su rostro se veía que aguantaba las ganas de vomitar- ¿Ya no eres el mejor asesino que hay en el infierno?

La vista de Blitzø se nubló, un ruido agudo inundó sus oídos y el sudor bañó su rostro, dándole un brillo similar al de una perla. Trató de levantarse entre gemidos de dolor, pero su cuerpo se inclinaba de un lado a otro.
Sacó un cuchillo militar de su caqueta; sus manos temblaban y de su garganta salían balbuceos sin sentido. Avanzó con una velocidad imposible para alguien en su estado; trató de darle una estocada a Striker, pero este lo esquivó y le quitó el arma con un ágil movimiento. Le dió otro puñetazo en su cara y una patada giratorio en el estómago, mandándolo a volar hasta un viejo e inerte tronco. El impacto provocó que la estructura natural se rompiera en miles de pedazos, rodó hasta que su vestimenta quedó cubierta de tierra en su totalidad. Se detuvo a unos cinco metros; el pasto decoró sus labios y algunos bichos se retorcían en su lengua. La propia respiración se cortaba y hasta el más pequeño movimiento que realizaba su cuerpo podía doler como la herida de una lanza celestial.

-¡Qué decepción!-Avanzó Striker con un brillo de malicia en su mirada.

El sonido metálico de sus zapatos atrapaba la atención de cualquier ser vivo en el lugar y su sonrisa desprendía un resplandor lleno de vileza.
Tomó el cuello del demonio rojo con intensidad. Levantó su cuerpo con mucha facilidad, como si fuera una simple rama y miró con placer el retorcido y suplicante rostro de Blitzø. Este pataleaba en un intento de liberarse, pero con cada tentativa el agarre se volvía más duro.

-Bueno, supongo que tendré que divertirme con ese pequeño y estúpido búho privilegiado-amenazó con un fuerte aire de confianza-. ¿Qué debería hacer con él?¿Matarlo con una simple bala?¿O utilizar mis navajas y divertirme de una manera lenta?

Los párpados de Blitzø se abrieron poco a poco, mostrando ese brillo peligroso que todos conocían. En un veloz movimiento sacó otro cuchillo militar (está vez más pequeño que el anterior) y le dió una fuerte estocada en el ojo izquierdo del enemigo. Striker lo soltó de inmediato con un fuerte grito; Blitzø trató de recuperar el aire con una intensa tos al mismo tiempo que acariciaba su cuello que, a pesar de ya no tener las manos de Striker, podía sentir sus ásperos y gruesos dedos.
Agarró con energía el cuchillo, el ceño fruncido se manifestó al igual que sus colmillos. Avanzó de un salto para darle otra estocada en su ojo, pero este se cubrió con sus brazos en posición de protección. Striker retrocedió con un río de sangre en su rostro; trató de sacar su arma, pero Blitzø seguía con sus ataques más frenéticos con cada paso. Blitzø le clavó el cuchillo en el hombro y en el momento que bajó la guardía le dio un golpe en el rostro, y luego otro, y otro. Striker le lanzó un puñetazo, pero Blitzø lo detuvo a tiempo y le azotó un codazo en la nariz, haciendo que este cayera.

El cuerpo de Blitzø temblaba; cada músculo le suplicaba un descanso, pero una imagen lograba mantenerlo de pie, una que le brindó la fuerza necesaria para volver con él. Caminó dando pasos largos; el aroma al pasto quemado inundó su nariz y el dolor envolvía su pierna con la cautela y rapidez de un serpiente, mas corría como si no hubiera un mañana. Llegó al sauce después de unos minutos; conforme se acercó podía apreciar el rostro de Stolas decaído con el cuerpo sometido gracias a las cuerdas.

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