Capítulo XXIX

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Después de varias horas de reposo, entre la incertidumbre y el silencio de la noche, los primeros rayos del sol se hicieron presentes.
Los sonidos de la naturaleza ocuparon el trabajo de un despertador: las aves cantaron mientras seguían el curso de su viaje, los grillos no dejaron de tocar su concierto que, para ser uno simples insectos, había público que los escuchaba. El viento se movía por las hojas de los inertes árbol y el aroma a bellotas se desprendía de la cocina junto a otros ingredientes para realizar el desayuno.

Los sentidos del príncipe volvían a la realidad con una lentitud similar al de una tortuga. Sus párpados se habrían con dificultad, el cuerpo seguía bañado en un moribundo dolor (bastante razonable considerando el ritual que llevó acabo, uno tan antiguo como el mismo infierno). Su cabeza daba vueltas sin parar, un sabor a cáscara de limones merodeaba por sus labios, y su magia se sentía diferente, como si un vortice sobrenatural le hubiera arrebatado todo el poder que le fue otorgado en sus primeros días de existencia.

Un ruido llamó su atención y, a decir verdad, era lo único que podía captar, pues su vista aún no se recuperaba del todo. Era un sonido alarmante, preocupante, nervioso; con sólo escucharlo unos segundos se podía sentir aquel sentimiento poseer su cuerpo, llenando su mente de escenarios e ideas que no iban con el momento, pero que se manifestaban sin ningún control. El poder de un sonido tan simple y cotidiano.
Volteó a su derecha, mirando con descuido el origen del ruido. La pierna de aquel demonio se movía de arriba a bajo a una velocidad estresante, tenía las manos encima de su frente, cubriendo su rostro por completo. Sus hombros estaban tenso, la espalda encorvada mientras sus dedos jugaban entre sí, tratando de calmar torpemente sus nervios. Parecía que rezaba a una deidad que no conocía, pero que confiaba en él como si fuera un viejo amigo.

-¿Blitzø?

El pequeño alzó la vista con rapidez, igual a un gato al oír un ruido alarmante. Un brillo peculiar se desprendía de sus ojos y el ceño fruncido desapareció en un instante.

-Stolas, gracias a Lucifer -dijo, levantándose de la silla y acercarse hasta la orilla de la cama-. ¿Cómo te sientes?

El deseo de levantarse se volvio fuerte, pero su cuerpo no obedecía las órdenes que su cerebro le dictaba, como si estuviera en protesta después de varios días de trabajo duro y cero recompensas por su esfuerzo. Por primera vez agradeció al infierno de que su cuerpo no respondiera. Miró al demonio, limitando todas sus acciones a responder y observar.

-Como si me hubieran metido en una licuadora-aclaró.

Una boba sonrisa se dibujó en el pequeño demonio, una que se borró cuando recordó el motivo de sus nervioso (o al menos uno de los múltiples motivos sin resolver). Su rostro cambió por completo; ya no se halló el aliviado y alegre demonio de siempre, sino el mismo amargado e infeliz Blitzø que conoció desde la fiesta de "No divorcio".

-Stolas, necesito que me escuches- se acercó, tomando su tibia mano y mirándolo a los ojos -Moxxie me habló hace unas horas.

-¿Se encuentra bien?

-Sí, pero necesito ir al trabajo para resolver un problema que tienen-Rodó los ojos, mientras una risa seca se presentó en la habitación -. Parece que no pueden hacer nada bien si no estoy ahí.

Aquel búho se encontraba agotado mental y físicamente, pero no se necesitaba de una buena estabilidad para entender que rumbo iba a tomar el resto de la conversación. Una parte de él creía que era otro engaño para escapar de él; lo hacía en todo y para todos, pero una sinceridad se manifestó en cada fragmento de su cuerpo y, al mismo tiempo, un enorme esfuerzo por atender sus deberes a pesar de que sus verdaderos deseos ordenaran los contrario. Lo entendía, él tampoco quería que se fuera de la casa de campo, pero no permitiría ser el causante de la caída de su negocio.

-Ve-apretó su mano-, estaré bien.

Su rostro se congeló ante tales palabras; sus pupilas se dilataron, sus cejas cayeron, pero esa sonrisa seguía ahí, sin embargo, la energía era diferente. El pequeño demonio llevo a su mejilla aquella mano que agarró con tanto cariño, disfrutando de la suave textura mientras pensaba en su siguientes palabras. Esto sorprendió al príncipe, dejándolo sin palabras.

-No quiero dejarte.

-Te necesitan en tu trabajo-dijo, forzando su voz-. No puedes fallarles.

El demonio de circo miró a su pareja por última vez. Le brindó un suave y tierno beso en sus nudillos y la dejó encima de las cobijas. Tomó la vieja mochila con la que llegó, tan sucia y vieja como Stolas la recordaba.

Un aura vacilante rodeó a Blitzø; sus movimientos se volvieron imprecisos, incluso sus pensamientos le impedían ejecutar simples acciones.

-¿Quieres que haga un portal para que llegues más rápido?

-No-alzó la voz. Desvío la mirada al darse cuenta de su reacción, averngonzado-, ya utilizaste demasiada magia, y no quiero ser otro factor que te debilite más.-Lo miró a los ojos con esa confianza que lo caracterizaba-. Utilizaré el auto, tú descansa.

Avanzó a la puerta, pero, antes de cruzar el margen y dejar atrás la luz que logró recuperar con tanto esfuerzo, lo volvio a mirar; su respiración era firme y su postura más dominante.

-Volveré pronto. Lo prometo.

Sin esperar respuesta del búho, salió de la habitación con pasó apresurado. No obstante, antes de subir al vehículo que lo trajo al lugar se acercó a uno de los tres guardespaldas que vigilaban la entrada principal.
Era un perro de pelaje blanco y anteojos oscuros.

-No dejen que nada, ni siquiera una simple hormiga cruce esas puertas-Sus ojos brillaron con intensidad y el tono de su voz subía con cada palabra-. Si algo le llega a pasar, les voy a cortar las cabezas y las usaré como trofeos para decorar mi oficina , ¿entendieron bien, hijos de puta?

Los tres perros asintieron, tenían las orejas caídas y las colas entre sus piernas; lanzaban un llanto que caracteriza a los cachorros.
Blitzø se dirigió al auto con la ira consumiendo su cordura. Encendió el auto, trayendo a la vida el ruidoso motor y, cuál auto de carreras, salió disparado del lugar.

[•••]

El ruido de la puerta siendo abierta de golpe llamó la atención de todos en la recepción.

-¡Bien, términos con esta mierda!

-¿Señor?-Moxxie miró a su jefe confundido y con papeles en sus manos.

-¡Jefe!-gritó alegre Millie, ayudando a su marido con el resto de documentos.

-¡¿Podrían cállese de una puta vez?!- gritó Loona, sin dejar de mirar su celular.

El demonio se acercó a su subordinado mientras revisaba los artículos de su mochila.

-Ok, Moxxie-dijo-¿Cuál es el problema?

-¿De qué habla, señor?

-De la llamada de ayer. Por favor, no te hagas el imbécil.

-Señor-declaró, alarmado- yo no lo he llamado.

El jefe estaba por regañar a su empleado por la falta de profesión, pero su mirada mostraba una sincera confusión.
En ese momento la mente de Blitzø no entendía, hasta que las piezas se acomodaron y el terror baño su cuerpo.

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