Capítulo 18_ Mal entendidos.

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El patio de armas bullía de actividad. Los soldados golpeaban sus espadas o escudos al unísono haciendo que todo fuese un sinfín de chirridos metálicos, gritos y ordenes por doquier.

Por supuesto Aemond estaba entre ellos, manejando la espada con una habilidad y destreza envidiable. Era sin lugar a dudas uno de los mejores espadachines que la joven pelirroja había visto. Para no decir el mejor.

Héoleth también se encontraba allí, en el balcón observando todo a detalle. O a alguien en especial.

Aemond abajo, levantaba la mirada de vez en cuándo en su dirección. Y Héoleth sonreía por eso.

Una oleada de nostalgia la recorrió al recordar la misma escena años atrás, junto a sus hermanas viendo a los príncipes entrenarse.

Pero al mirar a su costado lo único que atinó a hacer fue arrugar la nariz. En lugar de sus hermanas ahora estaban allí las odiosas Ladies Baratheon.

Las hermanas ni le prestaban atención. Pero para sorpresa de ella, una de ellas sí lo hizo.

Lady Maris luego de observarla en silencio se acercó a ella con expresión decidida.

—Dígame, princesa. He oído que su casa es una muy particular. También que al igual que los Targaryen, ustedes acostumbran a casarse entre miembros. Pero que son más estrictos.

Héoleth le dirigió una mirada fugaz, sin mostrar emoción en aquella charla.

—Ha oído bien, Lady Maris.

—Supe también la desgracia de su antiguo prometido. Es una lástima...

Héoleth de repente se sintió mal del estómago. Aquella bruja sabía sobre su futuro prometido y lo estaba usando en su contra para burlarse de ella.

No entendía porqué estaba hablándole de eso. Se sintió algo incómoda por el rumbo en el que iba la conversación.

—Me comentaron que ahora será prometida a un niño. Por supuesto, cuándo nazca.

—Eso se verá más adelante, Milady.

Observó a la morocha de manera impaciente, tratando que entendiera que no quería hablar de sus asuntos privados con ella.

La odiosa muchacha sólo le sonrió con hipocresía.

Miró al frente en dónde vio a Aemond luchando junto a Emeth mientras Ser Criston impartía órdenes. Lady Maris también lo hizo, y para desgracia de la pelirroja volvió a abrir su bocaza.

—Mi padre ha venido hasta aquí para unir los lazos entre nuestra casa y los Targaryen. Esperan comprometernos con algunos de los príncipes. Y teniendo en cuenta que su alteza Daeron no está aquí... Aemond es el la única opción.

Héoleth mordió uno de sus labios, tratando de calmarse para no pedirle que se callara de manera grosera.

—Dígame princesa, ¿Cree que Aemond y yo seremos una buena pareja?.

Hubo un momento de silencio tenso entre ambas jóvenes.

—¿Acaso debo responder? —preguntó Héoleth con un matiz de enfado en la voz.

—Sólo quiero su opinión, alteza. Mi padre espera que la Reina Alicent acepte su petición de casarme a mí y al príncipe. Usted estuvo comprometida, tiene experiencia.

—Escuche, Lady Maris. —dijo , luchando por calmarse en la tormenta de su propia preocupación y enojo.
—Debería concentrarse en su propia vida, y no estar hurgando en temas que no le corresponden.

La fulminó con la mirada y aún sintiendo un dolor oprimiéndole el pecho.

—Como diga, alteza.

Lady Maris asintió sonriente, pero por su expresión parecía gozar por sus acciones. Había logrado su cometido al recordarle a la princesa que por más que lo intentaran, Aemond y ella no podrían ser algo más o casarse.

𝕽𝖊𝖉 𝕮𝖗𝖔𝖜 || Aemond Targaryen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora