Capítulo 48_ Sólo yo.

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🚨🚨🔞 LECTURA 🔞🚨🚨

Cuándo Aemond llegó al castillo, era entrada la noche. Avisó a uno de sus soldados que le preparase algo de comer y se lo llevaran a su habitación y luego preguntó por el estado de Héoleth. Hace tiempo que no la veía, y aunque lo negara la añoraba con todo su ser.

Al notar la incomodidad y el silencio del soldado, supo que algo no iba bien. Sin articular nada más salió volando hasta la habitación de la pelirroja.

Al ingresar la buscó con la mirada y se alarmó cuando no la encontró allí. Se suponía que debía estar preparándose para dormir.

—Alteza. —lo llamó un lacayo.

—¿Dónde está? ¡Les he dado una maldita tarea! ¡Traiganla frente a mi ahora mismo! —bociferó haciendo que las paredes resonaran por el volumen de sus gritos.

Ella no podía haberse ido de nuevo ¿No? La sola idea lo hizo temblar.

—Tiene que saber algo antes, alteza.
Aemond gruñó molesto porque, en vez de obedecerle al instante, aquel lacayo le estaba por dar más problemas. Lo intuía por el tono preocupado de su voz.

—¿Qué? —preguntó exasperado.

—La princesa se encuentra en los aposentos de nuestro Rey. Él ha ordenado que permanezca a su lado. —dijo el hombre con la voz temblorosa.

Aemond apretó la mandíbula con tanta fuerza que le dolió, alzó la vista hacia el piso superior y salió corriendo, dejando al lacayo con la palabra en la boca.

Al llegar y sin importarle nada, abrió la puerta de la habitación de Aegon con violencia y encontró a Héoleth dormida sobre un sillón. En dos zancadas llegó hasta ella y la cogió de la barbilla con delicadeza.

Héoleth despertó alarmada y con la mirada huidiza.

—Tranquila. —Sin poder contenerse posó una mano en su mejilla para tranquilizarla y la acarició con suavidad.

Le dolía que reaccionase con miedo. Su instinto protector le hizo cubrir la distancia que los separaba para tomarla entre sus brazos. Pero Héoleth al comprender que quería sacarla de allí, se removió inquieta.

—El Rey ha ordenado que permanezca aquí.

Que estuviera preocupada por obedecer una orden de Aegon no le gustó para nada.

—Ni hablar. Eres mi responsabilidad no la de él. Vendrás conmigo.

La levantó en sus brazos y ella se relajó en ellos y no pudo evitar esconder la cabeza en su pecho. Aquel día estaba realmente agotada por lo que se dejó llevar sin resistirse.





Tenía frío. Sin embargo, eso no era lo peor, sino que como solía moverse mucho por las noches, ahora no encontraba sus sábanas más gruesas que seguramente estaban desparramadas por el suelo. Ni siquiera recordaba cómo había llegado a su cama y el momento que se había quitado el vestido para reemplazarlo con su camisola.
Tiritó y con los ojos cerrados estiró la mano tanteando tratando de encontrar las sábanas. Cuándo por fin lo logró tiró de ellas e intentó cubrirse pero estaba siendo más complicado de lo que debía ser.

Escuchó sonidos parecidos a un gruñido y de pasos acercándose pero no le prestó atención, siguió con el plan de cubrirse para ganar un poco de calor pero no lo estaba logrando. Bufó y en lo que se disponía a levantarse, alguien tomó las sábanas y la cubrió.

Héoleth se quedó congelada en su lugar al notar aquel aroma que tanto conocía.

Abrió los ojos y lo vio allí, frente a ella. «Estaba soñando». Trató de convencerse, pero cuando Aemond volvió a arroparla supo que no lo era.

𝕽𝖊𝖉 𝕮𝖗𝖔𝖜 || Aemond Targaryen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora