Capítulo 51_ Para siempre.

724 52 9
                                    

El llanto inconsolable de un bebé la hizo abrir los ojos asustada. Al principio, pensó que era parte de un sueño, pero a medida que iba regresando de la inconciencia, el llanto se escuchaba cada vez más fuerte.
Héoleth se incorporó de la cama y rápidamente descubrió que se trataba de su hijo, quien estaba junto a Milufer y otra criada mientras se revolcaba en su cuna y lloraba.

—¿Cómo te sientes? —Milufer corrió hacia ella al percatarse de que estaba despierta y se sentó a su lado, sujetando su mano.

—Bien. —susurró con esfuerzo sin apartar la mirada del niño. —¿Cómo está?

—Todo salió bien, el pequeño príncipe se adelantó un poco, pero ya fue examinado y está fuera de peligro.

—Quiero verlo.

Intentó sentarse, pero un agudo dolor no se lo permitió. Se sentía exhausta y no importaba cuánto inhalara y exhalara, su cuerpo aún aullaba de dolor por el no muy amigable parto que había experimentado. Sin embargo, necesitaba cargar a Aegar.

—Ayúdame a sentarme —pidió, y en cuestión de segundos Milufer la acomodó en la cama.

La otra criada se acercó a ellas sujetando un pequeño bulto y se lo entregó.

—Aegar. —susurró Héoleth, apartándole el cabello platino de la frente. Había salido exactamente igual que su padre. Tendría que esperar un tiempo para saber si al menos había heredado el azul de sus ojos, pero al ver que Aegar era la misma imagen de Aemond, aquello no fue muy alentador. —¿Tuviste una pesadilla? —preguntó sin esperar respuesta. Le tocó la frente y suspiró de alivio al sentirlo fresco.

El pequeño Aegar parecía acurrucarse cómodamente mientras dejaba escapar algunos ruiditos adorables. Héoleth no podía apartar la mirada de su rostro, con la inocencia que solo los recién llegados al mundo podían tener. Milufer los observó con cariño.
La maternidad le sentaba bien. Pero entonces, Héoleth bostezó visiblemente cansada.

—Debe seguir durmiendo. Ha pasado por mucho. Permítame cuidar de Aegar mientras tanto. —dijo.

Héoleth asintió sintiendo la necesidad de seguir durmiendo. A pesar de lo difícil que le resultaba separarse de su hijo, sabía que era necesario. Con una última mirada llena de amor hacia él, se dejó llevar por el sueño, sintiéndose después de tanto tiempo plena.

Sin embargo, volvió a sentir aquella sensación extraña que flotaba en el ambiente, y esta sensación inquietante se filtró en sus sueños.

En él dos dragones se enfrentaban entre sí en medio del cielo.

Horas más tarde, se despertó por el sonido de un suave murmullo a su alrededor. Héoleth abrió sus ojos con dificultad. En la penumbra de la habitación, reconoció la silueta de Aemond, de pie cerca de la cuna de Aegar mientras lo veía dormir.

—Pronto te traeré tu propio huevo, serás un gran jinete dragón. Tu padre lo hará. —creyó escucharlo prometerle luciendo tranquilo pero tenia una expresión sombría en el rostro.

—¿Aemond? —musitó, aún adormilada.

Él no respondió de inmediato, pero se acercó lentamente a la cama y la ayudó a sentarse.

—¿Cómo te encuentras?

—Mejor. —Aemond le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja mientras se aseguraba de que decía la verdad. Aún tenía la cara un poco pálida, pero por lo demás parecía estar bien. Era un alivio.

—Sé que no es el momento adecuado, pero necesito hablar contigo cuanto antes. —espetó él, su tono era serio.

Héoleth parpadeó un par de veces, tratando de enfocarse mejor. De repente, el aire de la habitación se había llenado de una pesadez que no estaba allí antes.

𝕽𝖊𝖉 𝕮𝖗𝖔𝖜 || Aemond Targaryen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora