Capítulo 40_ Encierro.

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El ambiente aquella mañana era silencioso y tranquilo, pero no de una manera reconfortante. Había algo extraño en el aire, una especie de pesadez que provocó que Héoleth abriera sus ojos de repente.

Afuera el cielo se extendía sobre el paisaje de King's  Landing en un lienzo gris, sin una pizca de color que lo animara.  La luz del sol, oculta tras el espeso velo de nubes, apenas lograba filtrarse, difuminándose en una penumbra inquietante que envolvía todo a su alrededor.

El aire estaba cargado con la sensación de que algo inusual estaba a punto de suceder.

Héoleth arrugó el gesto cuándo Milufer abrió las cortinas y sacudió la cabeza en ademán de asentimiento.

—Hoy nos espera un día gris y deprimente. Debemos empacar.

Intentando desprenderse de la niebla del sueño, Héoleth intentó encontrarle un sentido a las extrañas sensaciones que estaba sintiendo. Había una pesadez de muerte en la energía del  del castillo que la estaba sofocando. Se levantó de la cama sintiéndose enferma. No entendía lo que estaba sintiendo.

¿Cómo podía explicar aquella sensación?

Era algo sombrío que cuando Milufer se dirigió hasta las cortinas de la otra ventana se volvió hacia la princesa al notarla extraña e ida.

—¿Sucede algo? —indagó, pero Héoleth casi no la escuchaba. Con pasos pesados se dirigió hacia el ventanal y observó el paisaje del reino a lo lejos. En efecto, el día era gris y deprimente.

Al ver que no le contestaba, Milufer se acercó a ella e insistió.

—¿Héoleth?

—No. Sólo que...—respondió ella, volviéndose hacia la morocha. —Algo sucede, Milu. Y no sé que es.

En ése presiso momento alguien llamó a la puerta y Milufer respondió enseguida.  Una de las damas de la Reina Alicent ingresó cabizbaja.

—Nuestra Reina ha solicitado la presencia de su doncella Milufer, Alteza.  De inmediato.

Eso las pilló desprevenidas. Temblorosa, Milufer miró a Héoleth y jugueteó, inquieta, con el dobladillo de su vestido, y la princesa se dio cuenta que estaba nerviosa. Seguramente sus palabras habían tenido algo que ver con ello.

—¿Qué necesita de ella? —indagó no comprendiendo el motivo por el que la Reina Alicent solicitara la presencia de su dama.

—Sólo es protocolo, Alteza. Se le explicará sus tareas antes de su partida.

Héoleth frunció los labios todavía indecisa, pero luego asintió sin más. Si aquello significaba que su partida se llevara a cabo cuánto antes, estaba dispuesta a hacerlo. Le indicó a Milufer seguir a la mujer, y a pesar que aún lucía asustada, la morocha la siguió y ambas pronto desaparecieron dejándola sola y con un amargo presentimiento.

Ni siquiera había considerado la posibilidad de que Aemond pudiera cometer alguna locura para detener su partida. Pero de manera sorprendente, el príncipe había estado ausente en las últimas horas, sin intentar encontrarse con ella.

"Seguramente está con esa mujer", susurraba una voz destructiva en su interior, insinuando la posibilidad de que fuera cierto. Héoleth se maldecía por permitir que esos pensamientos la invadieran.

Si Aemond prefería a esa mujer por encima de ella, no había nada que valiera la pena en King's Landing por lo que seguir luchando. Debía marcharse lo antes posible. Después de todo, Aemond ya había tomado su decisión.

Y ella no estaba dispuesta a arruinar aún más su vida.

Apenas habían transcurrido unos minutos sumida en sus pensamientos  cuando creyó escuchar voces demandantes provenientes de la entrada. Confundida, se apresuró a salir. Al hacerlo, se encontró con dos miembros de la guardia real que custodiaban la entrada, pero no había rastro de sus propios guardias.

𝕽𝖊𝖉 𝕮𝖗𝖔𝖜 || Aemond Targaryen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora