Capítulo 36_ La Brisa.

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La tarde era cálida, con el dulce olor de la reciente primavera en el aire y el viento, todavía fresco golpeaba las copas de los árboles sin demasiada violencia.

En un lugar un tanto apartado del palacio, Héoleth concentrada, sostenía con impaciencia un arco con su flecha. A su lado, el príncipe Daeron vigilaba cuidadosamente sus movimientos.

Para él, los últimos días había sido tedioso acercarse a la joven princesa, aún más cuándo ella continuaba recelosa con su compañía. Pero mientras se dedicaba a conocerla más, para su deleite el príncipe había descubierto algo de ella que ningún otro había hecho:

Héoleth siempre había admirado la habilidad de los soldados en manejar armas de guerra, pero cómo en casi la mayoría de los lugares aquello parecía estar prohibido para las mujeres. Aún más tratándose de una princesa. Y Raven Fortress no había sido la excepción. Siendo más tedioso para ella teniendo a una madre tan controladora como Erolith Midthunder.

Descubrir aquel gusto de Héoleth había sido difícil. Convencerla de ayudarla a manejar el arco, no. De hecho, la pelirroja se había mostrado bastante entusiasmada por su ofrecimiento. Y gracias a ello, su extraña amistad había crecido con el paso de los días.

Aunque, para su decepción, todavía no había podido averiguar las respuestas a las preguntas que estaba buscando sobre ella y su hermano.

Pero no faltaba mucho, y Daeron estaba dispuesto a lograrlo.

La brisa fresca volvió a golpear sus mejillas mientras la joven esperaba su orden, se concentró en mirarla y le asintió. Sin más, Héoleth colocó una nueva flecha en su arco y puso el blanco en la mira.

—Apunta al centro. Cualquier otra cosa es muy probable que se desvíe gracias al viento de esta tarde.

La pelirroja apenas escuchaba los comentarios del joven. Estaba más que concentrada en su tarea, procurando no fallar. Se enfocó el las manzanas colocadas en fila que le servían como blanco a unos metros de ella.

No era la primera vez que blandía aquel arma, lo había hecho con anterioridad en más de una ocasión. Pero todavía se sentía una novata en ello.

Quitando aquel pensamiento, soltó un silencioso suspiro y sin dudarlo dejó la flecha volar. Tuvo que arrugar la nariz al ver que se había desviado más arriba, fallando al menos dos centímetros de su objetivo.

—Realmente eres buena. Has mejorado bastante. —la alentó el príncipe pero ella resopló enojada sin prestarle atención. Saco otra flecha, la cargó. y se colocó de nuevo en posición.

—Aguarda. — la voz de él la detuvo y lo sintió caminar hasta ella. —Esta vez debes céntrala más, así... —susurró, rodeándole los brazos con los suyos  y apretándose contra su cuerpo. Con sus propias manos, guio las de ella para colocar el arco en una mejor posición.  El sonido de su respiración en su cuello hizo que la piel de la princesa hormigueara. Se removió incómoda, desconcertada por su repentina cercanía. —Ahora, hazlo.

Se apartó y Héoleth tiro de la cuerda del arco hacia atrás, la madera crujiendo.

Su agarre se apretó con fuerza, todas sus tensiones acumuladas fluyendo por él.

Tenía tantas cosas en la cabeza, tantos problemas por resolver. Primero, estaba lo de su embarazo y todas las consecuencias que acarreaba junto a él. No había hablado con Aemond sobre eso a pesar de haber pasado bastante tiempo junto a él.  Había sido incómodo, pero se las había ingeniado brillantemente para no verse muy obvia frente a él.

También estaba el desagradable hecho que Aegon había tratado de acercarse a ella de nuevo, poniendo su humor aún más tenso de lo que ya estaba.
Madroc se había rehusado a dirigirle la palabra luego de que ella le confesara todo lo ocurrido, pero le había prometido no abrir la boca hasta que encontrara a los responsables del engaño del Te.

𝕽𝖊𝖉 𝕮𝖗𝖔𝖜 || Aemond Targaryen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora