12- Invito yo las palomitas

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Chad:

—¡No jodas, Tanner!—Cameron gruñe, cubriéndose la cara con la sabana para que la luz del sol no le de—¡cierra esa mierda!—dice refiriéndose a las cortinas de la sala-.

—Son las seis y media...

—¡Psicópata!

—... y tengo trabajo a las ocho—le recuerdo entrando a la cocina sin dejar de escuchar sus quejas-.

—No vayas hoy, amigo—se revuelve en el sofá-.

—El que está de resaca eres tú, no yo, ¿por qué debería faltar?

Saco el café de la despensa para llenar la cafetera y la enciendo, saco tres tazas.

—Alguien amaneció de mal humor—comenta Owen tomando asiento en la barra de la cocina, mira sobre su hombro hacia Cameron que sigue embojotado* en el sofá—buenos días.

—Buenos días—le sonrío tomando el batidor de una gaveta—¿cómo te fue ayer en la universidad?

—Bien, la mayoría de los profesores son nuevos, pero parecen buena onda, no me quejo—se encoje de hombros—¿y a ti?, supongo que te divertiste anoche por lo tarde que llegaste—hace un gesto sugerente, blanqueo los ojos concentrándome en romper huevos en un bol para el desayuno—¿estuviste con alguien?

—¿Además del idiota que ocupa nuestro sofá?—bato los huevos y los echo en la sartén caliente-.

—¡Te escuché!

—¡Esa era la idea!, ¡ya párate del maldito sofá!—meto el pan en la tostadora-.

—Me refería a una chica.

—¿No es algo homofóbico de tu parte suponer que es hetero? —Cameron toma asiento a su lado—¿cómo sabes que no está de novio conmigo?—lo pincha para molestarlo-.

—No supongo nada, le pregunté y él me dijo claramente que es hetero—lo fulmina—y dudo mucho que si fuera gay saldría contigo—toma una de las dos tazas que pongo sobre la barra y me agradece con una sonrisa-.

—¿¡Perdón!?—lo ve ofendido—tendría mucha suerte de salir conmigo.

—Apenas te soporto como mejor amigo, no te eches tantas flores—sirvo la comida en tres platos y les paso el suyo a cada uno para luego sentarme frente a ellos con mi plato y taza—y respondiendo a tu pregunta... —veo a Owen—no estuve con ninguna chica anoche, tardé en regresar porque tuve que llevarlos a todos a sus casas.

—Uh, fuiste el conductor designado—hace una mueca de pena comiendo-.

—Ni siquiera acepté el puesto—meneo la cabeza con fastidio—pero no tenía ganas de emborracharme.

—Ley de vida: te emborrachas o te toca cargar con borrachos—Cameron se harta el plato de una sentada-.

—¿Le compraste un juguete nuevo a Rabioso?—ignoro a mi mejor amigo y veo a mi perro en el sillón con algo naranja en su boca-.

—¿Por qué le compraría un juguete?, sabes que ni siquiera estoy de acuerdo con tenerlo en casa.

—Pero... —lo señalo, él voltea para verlo-.

—¿Dejaste la puerta de tu cuarto abierta?

—¡Rabioso!, ¡suelta eso!—corro hacia él escuchando las carcajadas de mi mejor amigo y primo de fondo mientras persigo a mi perro para quitarle mi camisa naranja-.

Luego de corretearlo un rato por fin logro tomar el extremo de la prenda que sobresale de su hocico, lo jalo con cuidado de no romperla, pero Rabioso no acepta tregua y tira de ella con fuerza rasgándola con sus colmillos, quedando la mitad en su boca y la otra en mi mano.

SheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora