Capítulo 2.

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Amores que vienen y van...

Los que sé fueron pero están...

Pedacitos de quién soy — Paty Cantú.


Fue un vuelo de aproximadamente dieciséis horas, poco me falto para volverme loca, porque no estaba acostumbrada a estar tanto tiempo sentada o encerrada en una misma posición en un lugar tan reducido.

Debo admitir que al principio fue muy divertido, veíamos películas, comíamos todo tipo de comidas, hacíamos escala en diversas ciudades por lo que pudimos ver algunos de los paisajes más hermosos del mundo y escuchamos nuestra música favorita.

Incluso me leí un par de libros y re leí algunos otros que me había llevado como lectura ligera, libros como Cincuenta sombras liberadas de E.L. James y Winter de Marissa Meyer, ya saben lecturas ligeras de más de trecientas hojas.

No me vean así, para mí eso es lectura ligera.

Y si creen que estoy jugando, les contaré una pequeña historia para que no me manden al manicomio por leer tanto.

Cuando estaba en la secundaria, un día cálido de verano todo parecía ir normal, las aves cantaban y se posaban en las vastas ramas cubiertas de todo tipo de colores en tonalidades verdes y limón, los chicos jugaban fútbol soccer en el descanso de la escuela.

Las niñas platicaban sobre el chico más lindo, sentadas en las escaleras de un desnivel de la plaza principal de la escuela, más bien, ellas debatían y defendían al que más les gustaba.

Yo escuchaba música, relegada en una pequeña esquina, mientras esperaba y rogaba en silencio porque la escuela terminará pronto.

No me gustaba mucho la escuela en ese momento, la verdad no era una señorita muy extrovertida, por lo que acostumbraba ir hacía los lugares menos concurridos a comer, leer, escuchar música o a hacer alguna tarea que no hubiese terminado el día anterior.

Cosa típica en una adolecente.

Lo malo de está situación es que cuando eres adolescente no sabes que lo que te está pasando le ha pasado a miles de millones de personas en el mundo.

Que no estás sola, y que nunca lo has estado.

En ese momento cabe aclarar que ya me gustaba leer, pero no leía nada de grandes obras, me avergüenza decirlo pero mis primeros libros en terminar fueron los de la colección de Disney Princesas.

Ya saben, esos libros que se vendían por paquetes de puerta en puerta cuando yo tenía unos seis o siete años.

Los vendedores ambulantes iban de puerta en puerta tratando de convencer a los padres de que estos libros harían que sus hijos creyeran con las preciosas enseñanzas de los cuentos clásicos de Disney.

Sí, como si esas cosas pasarán.

Bueno, en realidad esas cosas si ocurrían.

Los padres de los noventas (mi época) creían fervientemente que los niños a través de esas páginas ilustradas, llenas de cuentos preciosos, princesas que debían ser rescatadas, príncipes gallardos y preciosos (y millonarios) que poseían todo el control de un reino que no sabía nada de ellos hasta que la princesa los libera del hechizo de la bruja, eran las lecciones que los niños y niñas debían aprender de la vida.

Y aunque suene irreal y cursi, yo también creía eso.

Claro, con el paso de los años me di cuenta que esos solo eran cuentos y nada más que eso, llenos de mentiras o de realidades a medias que estaban lejos de lo que era realmente la vida.

De Regreso a Nosotros. Trilogía: "Viva la Vida".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora