¿No es divertido vivir en el mundo real? — Paramore.
Me fui a casa, siempre dudando, siempre pensando que podía ser mejor cada día pero sin ya tener ganas de hacer más.
No sé ni lo que digo, estoy cansada mentalmente de todo, tuve tanto trabajo el día de hoy que aunque veo el reloj, aunque vea como hace tic tac en mi muñeca, aunque veo que avanza, no siento que el tiempo corra, o que algo cambié en el día.
No sé lo que pasa realmente.
Te ha pasado que estás tan casada de todo lo que te rodea, que no tienes ganas de nada, no te puedes ni concentrar en lo que te dicen, así que asientes y te ríes solo cuando los demás lo hacen para probar que estás bien.
Aunque no lo estás.
Así me siento yo, justo ahora.
Creía que esto iba a ser más fácil, esperaba eso, deseaba con todo mi corazón eso.
Pero no, ni Ricardo ni Kieran iban a dejar que eso pasará.
Lo supe en cuanto llegué a mi casa ese día, este iba a ser un día largo.
Muy largo.
—Porque creo que vienen aquí a causar solo problemas caballeros. —Digo abriéndome paso entre ellos dos. Me miran confundidos pero aún así me dejan pasar para entrar en el camino hacía mi casa.
Tomó mi bolso de hombro y lo paso hacía mis manos, sacó las llaves y las meto en la cerradura mientras ellos dos siguen viendo como si les debiera dinero.
Al parecer eso es lo que creen que obtendrán de está situación.
Algo.
Pero no tengo ganas de dialogar con nadie ahora, mucho menos con ellos, solo quiero llegar a casa para quitarme la ropa y descansar mientras como una docena de chocolates y veo una película romántica en Netflix.
—Nosotros solo queremos saber cómo estás. —Ricardo fue el primero en hablar de los dos.
Su respuesta me desconcertó, aquí estaba yo lista para tirar el primer golpe, dispuesta a defender lo mío.
—¿Ah?
—No preguntes exactamente cómo, pero es que los dos tuvimos la misma idea, saber cómo estabas, en este preciso momento.
—Estoy bien, estamos bien, solo cansada tuve mucho trabajo.
—¿Hay algo en lo que podamos ayudarte? —Dijo ahora Kieran. Me tomé unos segundos para verle.
Parecía pálido, cansado, con bolsas bajos los ojos, no lo había visto así en meses.
—No lo creo, tengo todo lo que necesito.
—¿Segura? ¿Has comido el día de hoy?
—Sí, comí de acuerdo a la dieta que me ha estado dando mi médico.
—¿Tienes una dieta? —Preguntó con aspecto sorprendido.
—Sí, Kieran a las mujeres embarazadas se les mantiene en una dieta específica ya que algunos alimentos pueden ser muy poco beneficiosos para ellas.
—¿Cómo que alimentos? —Preguntó intrigado y genuinamente interesado Ricardo.
Suspiré exasperada. No tenía tiempo para darles la charla de nuevos padres que ellos esperaban obviamente de mí, estaba muy casada para pelear si quiera.
—Chicos, miren, sé que todo esto es nuevo para ustedes así que no espero que de la noche a la mañana se conviertan en unos expertos en ginecología u obstetricia... —Ricardo fue el primero en interrumpirme.
—¿Qué es Obstetricia?
—¿En serio? Chicos, ¿han leído algún libro sobre ser padre, crianzas, embarazos o algo así?
Ambos me miraron perplejos.
—Ya veo que no, miren no puedo discutir esto con ustedes ahora mismo, estoy cansada para ello.
—¿Tienes hambre?
—Yo siempre tengo hambre desde que estoy embarazada. —Dije riéndome un poco.
—Claro, comes por dos. —Al menos Ricardo sabía un poco de lo que estaba pasando, al hacer ese comentario, quiero creer eso.
Él también rió, Kieran no, estaba claro que la situación no le divertía para nada.
—Bien caballeros, los dejo, los pies me están matando y tengo mucho por revisar antes de irme a dormir. —Me di la vuelta para irme en dirección a la puerta, introduje la llave en puerta y quería pensar que esos dos encontrarían su camino hacía sus respectivas casas. Solos.
Pero no, simplemente no captaron mis indirectas.
Olvidaba que los hombres no hacen eso, ¿por qué no pueden ser a veces como las mujeres?
Eran tan complicados de comprender a veces, y otras eran tan sencillos cuando querías que fueran complicados, quién los entiende, ¿no?
—¿Quieres sushi? —Dijo Kieran parándose frente a mi puerta. Negándome con eso el acceso para cerrarla.
Suspiré molesta. Dejé caer mi cabeza en el marco de la puerta y con ello parte del peso de mi cuerpo.
—Ah... es que no sé supone que deba comerlo. —Confesé insegura.
—¿Por qué? —El hombre abrió los ojos como platos, se dio cuenta de su error en cuanto lo dijo.
—No lo sé exactamente, solo sé que los mariscos no están en la dieta de las embarazadas.
—¿Italiana? —Dice él riendo un poco solo para mí.
—Mientras no tenga nada de mariscos, todo estará bien.
—Ricardo...
—Si quieres que me vaya, solo tienen que decirme, no voy a hacer de esto una competencia. —Gracias a Dios Ricardo parecía ser el más maduro de los tres, siempre tiene que haber uno.
¿Verdad?
—Miren creo que si vamos a hacer esto tenemos que aprender a llevarnos lo mejor que se pueda, no solo por nosotros, sino también por ella.
Los dos caballeros frente a mí asintieron y luego me ayudaron a entrar en casa.
¿No es divertido vivir en el mundo real?
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Ese día me quedé dormida con el estómago lleno de comida italiana y pasadas las diez de la noche, pero más que nada me fui con la sonrisa más grande el mundo, tratando así de convencerme de que esta vez las cosas sí que podrían funcionar.
Estaba contando con ello.
¿Por qué si no podíamos con esto, cómo sería cuando descubriéramos la verdadera paternidad de la bebé?
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De Regreso a Nosotros. Trilogía: "Viva la Vida".
Chick-Lit¿Qué es el amor sin un poco de drama? La verdad no conozco la respuesta a esa pregunta, nunca la he conocido, porque para mí el amor siempre ha tenido un poco de drama en él, una chispa, una pizca, pero siempre está ahí. El amor es un campo de batal...