Capítulo 16.

13 1 0
                                    


Sí, seremos leyendas, voy a enseñarles a todos una lección — Welshly Arms.


No quería pero ese día tenía que regresar a la oficina y regresé como no había estado en mucho tiempo.

Hace tanto que no sentía paz dentro de mí, que no sentía que había ganado al fin una pelea en esta batalla. Ni siquiera sé cómo o cuándo comenzó. Supongo que cuando decidí desenvolver la red de mentiras que yo misma había tejido.

En la radio una canción me da la razón del momento, Queen repite una y otra vez We are the champions y así es como me siento, como toda una campeona. Sé que fue papá el que ganó este día, pero también sé que el propósito de todo esto fue darle una lección a Kieran.

Como dijo papá ponerlo en su lugar.

Y me estaba sintiendo así hasta que Paulina me regreso a la realidad.

—Tenemos problemas.

—¿Por qué será que nunca tengo más de diez minutos de paz últimamente? —Dejo mis cosas en mi escritorio, la chica las toma y coloca donde deben de ir. La miró un poco molesta, nunca, jamás, entre las tareas que le dije que tendría le dije que sería mi niñera o mi sirvienta, pero aún así no consigo que la chica dejé de hacer cosas que no le corresponden.

Me corresponden a mí, yo soy la adulta responsable aquí.

Lo soy, ¿no?

—Estoy de acuerdo contigo, te lo juro y normalmente sabes que yo puedo resolver muchas de las cosas que aquí pasan sin ti, o se lo pido a alguno de los becarios pero esto no.

Paulina está desesperada, de manera ansiosa no deja de hacer ademanes con las manos y de moverse de un lado a otro de mi gran oficina tanto que siento que puede muy bien hacer un hoyo en el suelo si sigue haciéndolo.

Me está sacando de quicio por lo que la hago parar siguiendo hablando ahora yo.

—¿Qué pasa?, sácalo de una vez... —La chica me mira, luego a la libreta de notas que tiene entre sus manos y luego de regreso a mí—. Esta aquí.

—¿Quién está aquí?

—Él... —Pero la chica no tuvo que decir nada más.

Recuerdan ese hombre, el cabrón hijo de...

Al que le tenía que mandar reportes mensuales y semanales de las actividades de producción y otras secciones de la editorial.

Está aquí.

Un hombre de un metro ochenta, de tez aperlada, cejas completamente pobladas pero bien definidas, labio superior delgado, labio inferior grueso y carnoso, barba de candado y los ojos más azules que jamás he visto en toda mi vida, está entrando en mi oficina justo ahora.

Se dan cuenta, acabo de notar todo eso del hombre.

¡Demonios!

Si él se da cuenta de eso estoy perdida.

Tengo que recomponerme, tengo que recomponerme. Me grito internamente.

Inmediatamente me enderezo en mi silla, dejando mis piernas sin cruzar, juego un poco con las zapatillas que llevo puestas para que hagan juego con un vestido amarillo que lleva por todas partes pequeñas margaritas impresas.

Y me culpo a mí misma por haberme vestido de manera tan informal está mañana.

Acostumbro venir de una manera más profesional a la oficina, por lo general visto trajes sastre, saco, pantalones, zapatillas a veces, a veces tacones no muy altos y bolsa/maletín de lo más funcional para llevar todo lo que necesito en la oficina y de la casa porque paso muchas horas lejos de ella y no me gusta olvidar nada.

De Regreso a Nosotros. Trilogía: "Viva la Vida".Donde viven las historias. Descúbrelo ahora