Capítulo 50.

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Haré lo que sea necesario — Imagine Dragons.


Cuando nos fuimos a dormir, esperando solo a que las horas pasaran lo suficientemente rápido como para estar ya casados lo que menos nos estábamos esperando era que tendríamos que levantarnos varias veces entre la noche.

La razón.

Un pequeño detalle en mi cuerpo llamado incontinencia.

En el último trimestre de gestación, es común experimentar todo tipo de molestias o síntomas, como a los médicos les gusta llamarle. Para mí, eran molestias.

Tenía mareos, náuseas matutinas, hinchazón de los pies y la molestia constante de ir al baño por lo menos cada media hora. Pero eso no era lo peor, sino que al levantarme de la cama hacía que Kieran se despertará y con ello se iniciaba una batalla.

—Yo te ayudo.

—Yo puedo sola.

—No, no puedes.

Le miraba molesta, con todo el odio del mundo cuando me decía esas palabras y acto seguido le arrojaba todo objeto que estuviera a mi alcance, almohadas, el edredón que usaba para dormir, la almohada gigante que usaba para poder dormir cómodamente de lado.

Ya saben cuál es, así que por favor no nos hagamos los inocentes.

Raúl me la había regalado cuando estábamos en Italia, ya que con el pasar de los meses fue casi imposible lograr que durmiera en mi posición favorita y acostumbrada, la cual era orientando mi cuerpo hacía el lado de Kieran, al principio me acomodaba bien, pero ahora con casi los nueves meses de embarazo encima de mí lo último que podía hacer era dormir cómodamente.

—Que sí puedo —le gritaba con todo.

Me miraba resignado y seguía ayudándome.

Después de cinco veces de hacerlo entre las dos y las cinco de la madrugada una y otra vez, me di por vencida y le dejé ayudarme a levantarme de la cama.

No porque no creyera que yo podía, no porque él creyera que no podía.

Sino porque estaba demasiado cansada ya para ponerme a discutir, y porque aceptémoslo, no podía hacerlo sola.

Además estaba ardiendo por dentro, sentía calor todo el tiempo y tenía que dormir con el aire de piso, el central de toda la casa y sin ninguna sabana u edredón encima de mí.

Pobre Kieran, lo que había tenido que soportar con tal de estar conmigo hasta ahora no era nada con lo que yo había soportado por él.

Sin duda alguna los marcadores no estaban iguales y le pedía internamente a todas las fuerzas del universo y a Dios porque algún día tuviera la oportunidad de hacerlo.

Porque lo reconozco, adentro hace más frío que en la Antártida, es más estoy segura de que aquí podría vivir cómodamente una familia de pingüinos y un par de osos blancos sin ningún problema.

Aún así era gracioso.

Verle como después de dejarme en la cama, se acomodaba entre miles de cobijas que a penas y le proporcionaban calor a su cuerpo, todo por mí.

No cabe duda que por amor, se hace lo que sea necesario.


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Me despertó un molesto y amargo sonido.

Sacudí la cabeza molesta y gruñí esperando a que fuera una pesadilla y acabará pronto si cerraba rápido los ojos. Pero no.

De Regreso a Nosotros. Trilogía: &quot;Viva la Vida&quot;.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora