Elizabeth Salazar es una chica con un solo objetivo: su trabajo. Pasa de estar en la industria farmacéutica a la venta de drogas. Ambos negocios familiares.
Hasta que una venta ilícita sale mal con el "comprador estrella" que la llevará a tomar much...
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Elizabeth Salazar's POV
Dormía profundamente cuando los rayos del sol empezaron a pegarme en la cara, volteo a ver el reloj y noto que eran las 7 am así que decido levantarme. Mi reloj biológico ya no me permitía dormir más así que decido ir directamente a la cocina para prepararle el desayuno a Amanda, es lo menos que podía hacer por ella.
Lavo mi cuerpo ligeramente para quitar el olor a cama, después mis dientes y le doy a mi cara sus respectivos cuidados. Me pongo un short de mezclilla, una blusa y mis sandalias para estar en casa; era fin de semana y no tocaba ir al trabajo así que quiero estar lo más cómoda posible.
Me adentro a la cocina, es grande pero acogedora, las paredes son blancas pero las alacenas negras, los electrométricos plateados y la isla que hay en medio es de mármol negro dándole un toque moderno y elegante.
Todo está bien acomodado y en orden lo que me facilita buscar las cosas necesarias para mi desayuno, así que me dispongo a preparar algo digno de la señora que desde pequeña a cuidado de mí.
Cuarenta minutos han transcurrido desde que empecé a cocinar y ya tenía preparado dos omelet, waffles, dos panes tostados, algo de fruta picada, jugo de naranja y café. No sabía que quería así que le hice de todo un poco y aunque no soy tan buena como ella cocinando debo decir que huele demasiado bien.
–¿Por qué huele a quemado? –su voz irrumpe en la cocina.
–¿Disculpa? –me hago la indignada–. Estoy cocinando y nada se me ha quemado –Sé que solo quiere molestar.
–Ya veo –le da un vistazo a la comida–. Entonces es tu cerebro que se está quemando.
–¿Por qué mi cerebro?
–Hiciste que trabajara mucho para preparar todo esto –se sienta en la silla que está en la isla.
–Creas o no también se me da la cocina.
–Eso lo veremos –toma un bocado de omelet y abre los ojos de asombro–. Nada mal niña, nada mal.
–Te lo dije –tomo asiento a lado de ella. –Felices 45 Amanda, eres una persona muy especial para mí, me has cuidado y me has alimentado, así que quería hacer algo digno de ti. –le doy una tierna sonrisa.
