Miso es una chica de corto genio, curiosa y algo engreída. Ella es la heredera de un prestigioso internado el cual otorga becas todos los años.
Este año parecía ser igual que los demás, pero uno de los becados llega con un propósito oculto.
¿Qué har...
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El esperado día por muchos excepto por mí, había llegado.
Me había levantado de madrugada y me habían ido a dejar al lugar en dónde la boda tendría lugar a las 12 en punto del mediodía.
Cuando llegamos, todavía había gente dandole los ultimos retoques en la decoración de la iglesia, y me fui en dirección a una sala a parte, en donde me vestiría y me maquillarían para mi boda.
— ¿Ya viste? —Sunoo entro a la habitación y lo miré sin emoción—. Ya hay reporteros afuera... Papá tenía razón, vendrán personas de alto estatus... —comenzó a hablar, mientras yo volvía a perder mi mirada entre las rosas blancas que estaban en una esquina de la habitación.
Sunoo lo notó y dejo de hablar, guardando silencio por unos minutos.
— ¿Es por ese chico, verdad? —preguntó. Entonces, lo volteé a ver y negué lentamente.
— ¿Qué chico?
— Ni-ki. —contestó y me quedé en silencio, bajando la mirada con un leve rubor que cubrió mis mejillas al recordarlo.
Sunoo se acercó a mí y pareció ablandecer su personalidad de niño creído por un momento, pasando su mano por mi cabello con suavidad.
— Lo lamentó Miso, no sé como se debe sentir, pero de seguro no es nada bonito... Me gustaría poder ayudarte, pero sabes que Papá jamás dejaría que escaparas el día de tu boda, invirtió mucho tiempo y dinero en esto... —murmuró sintiendo lástima y asentí.
— Lo sé... —respondí, secamente.
— Todo saldrá bien, sé qué tu puedes con esto. —Me trato de animar y me dió la impresión que por unos segundos estaba hablando con el Sunoo joven.
Me hizo recordar esos tiempos en dónde nos solíamos llevar bien cuan éramos más jóvenes, cuando no habían rivalidad entre hermanos ni tenía que casarme por obligación. Cuando simplemente eramos niños y nos encantaba jugar juntos.
— Gracias, Sunoo. —Me limité a decir y esté asintió, yéndose de la habitación para irse a cambiar.
A las diez en punto, ya tenía el traje de novia puesto y ahora me estaban maquillando.
Sentía que todo iba tan rápido que no tenía tiempo suficiente de procesarlo. Observé el vestido y luego mi anillo de compromiso, sintiendo un sentimiento de impotencia invadirme nuevamente.
Como odiaba esto. No quería casarme ¡No quería! ¿Pero qué mas podía hacer? Esto era realmente cruel.
Ya no había escapatoria y mi única motivación en ese momento, eran las escasas esperanzas que aún tenía de ver a Ni-ki entre los invitados.
