Miso es una chica de corto genio, curiosa y algo engreída. Ella es la heredera de un prestigioso internado el cual otorga becas todos los años.
Este año parecía ser igual que los demás, pero uno de los becados llega con un propósito oculto.
¿Qué har...
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Después de que Sunghoon tratara de disculparse repetidas veces conmigo y ver que ahora ni siquiera Sunoo estaba de su lado, decidió irse de ahí.
Me quedé en las escaleras de la entrada del internado junto a Ni-ki y mi hermano, quién había traído un botiquín de primeros auxilios para poder curar las heridas que había ocasionado mi prometido.
— Realmente lo lamentó, ¿Estás bien, amigo? —Le preguntó Sunoo a Ni-ki. Esté último había detenido su sangrado nasal con un par de algodones y ahora limpiaba las herida de su rostro con completa tranquilidad.
— Estoy bien, no te preocupes, tú no eres el que debería de disculparse... —Le hizo saber con un tono de voz neutro y posó la mirada sobre mí por unos segundos—. ¿Tu hermana de verdad se casara con ese chico...?
— Sí... —murmuró Sunoo sin mostrarse orgulloso y me miró, rascando su nuca—. ¿Quieres que le diga a papá sobre esto?
— ¿Qué? —Lo miré de golpe—. No, claro que no. Solo empeorarías las cosas, Sunoo. Papá odia a Ni-ki. Y dudo mucho que te crea, pareciera tener un favoritismo con Sunghoon últimamente... —critiqué y mi hermano asintió, mostrándose algo estresado.
— Fue simplemente casualidad verlos. Iba caminó a ver a mamá a una reunión... —comentó, recordándolo.
— Justo en el momento correcto—. Sonrió Ni-ki levantándose del suelo y ayudándome a ponerme de pie, para luego mirar nuevamente a Sunoo—. Gracias por la ayuda.
— No hay de que. —Sonrió y me miro de reojo—. No me gustan las personas violentas.
🖤
Narra Sunghoon
Llegué a mi casa completamente malhumorado y entre por el living soltando un gruñido, sin percatarme de que mi padre se hallaba ahí, sentado en el sofá con un vaso de licor en su huesuda mano.
— ¿Todo bien? —Aclaro su voz y lo miré, flaqueando mi ira rápidamente.
— Perfecto, padre... —murmuré con la intención de pasar desapercibido, pero ya era muy tarde.
— No lo parece... Frena ahí —ordenó pesadamente e eso hice. Se acercó a mí a pasos marcados y mordí mi labio un tanto nervioso al ver que había notado mis nudillos ensangrentados—. ¿Qué hiciste, Sunghoon?
Me intimidó con su mirada y al no obtener una respuesta instantánea como siempre, volvió a hablar: — ¿Tiene que ver con la hija del señor Kim?
— Sí. —Baje la mirada, sintiendo vergüenza de mí—. Hay un chico que parece llamar más su atención... pero, es un becado, no te preocupes. Ya lo estoy quitando de mi camino.
