Miso es una chica de corto genio, curiosa y algo engreída. Ella es la heredera de un prestigioso internado el cual otorga becas todos los años.
Este año parecía ser igual que los demás, pero uno de los becados llega con un propósito oculto.
¿Qué har...
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Solté una especie de jadeó por la impresión que me causo la escena y mis ojos volvieron directo hacía el rostro de Ni-ki.
— Oh n-no... —murmuré y esté cayó sobre mi pecho, debilitado. Lo sostuve entre mis brazos al instante y mi mirada agitada se fue hacía su runa, haciendo que mi preocupación aumentara aún más al ver como esta comenzaba a borrarse lentamente de su pálida piel.
¿Qué estaba sucediendo...?
— Cambié tu destino... —jadeó entonces, Ni-ki—. Este es mi castigo...
— ¿Q-Qué...? No... —solté, mientras mi voz se empezaba a romper casi al instante. Entonces, con mi semblante arrugado por sus palabras observé como el sangrado de su herida no tenía intenciónes de parar y entrando ya en pánico, alce mi mirada en busca de ayuda—. ¡Por favor! ¡Una ambulancia! ¡Rápido!
Ante mis gritos, Kai quién se hallaba más cerca de la escena fue la primera en sacar de su bolsillo su celular y como pudo, comenzó a marcar el número de emergencias con sus manos completamente temblando.
— Ni-ki, la ambulancia ya viene en camino, solo tienes que aguantar un poco más ¿Sí? —posé mis manos sobre su rostro con un sentimiento de amargura—. Realmente lo siento...
No quería perder la cordura en ese momento tan crítico, claro que no, pero tampoco quería perder a Ni-ki. Definitivamente el terror y la angustia irreal de ese momento comenzaba a apoderarse de cada parte de mí. Eran realmente fuertes.
Entonces, empece a sollozar asustada. Ni-ki se dió cuenta de esto rápidamente y tomo de mi muñeca, tirando levemente de esta hacía su pecho, para que me acercara más a él.
— ¿Te digo algo gracioso...? Esto es lo más vivo que me he sentido en toda mi vida... —suspiró con una sonrisa dolorosa y lo miré, sin comprender en lo absoluto sus palabras en ese momento.
Lágrimas comenzaron a salir de mis ojos y algunas se escaparon de mi rostro, cayeran sobre el cuello del pálido chico. Su delgada mano manchada con su sangre aún sostenía de mi muñeca, y ahora la acariciaba a penas, en un intento fallido de tranquilizarme.
La gente a nuestro al rededor, o más bien la que quedaba después de todo lo sucedido anteriormente, tenían sus rostros llenos pavor, pánico y agitación. Algunos gritaban, otros se hallaban llorando e incluso hablando por teléfono con un tono de voz que revelaba su choque ante la sucedido.
Fue un momento que se sintió algo irreal, como todo lo de ese día, en realidad.
A pesar de toda la presión y descontrol de nuestro al rededor, sólo podía poner mi atención en Ni-ki. El chico pelinegro que hace algunos meses era un completo desconocido para mí, un chico misterioso e introvertido, amante del color negro y que se expresaba de una forma tan llamativa e encantadora que me cautiva secretamente.
