Capítulo 17

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-- Estoy hecha un desmadre --soltó desesperada

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-- Estoy hecha un desmadre --soltó desesperada.

Estaba de pie, frente un espejo que cubría toda su altura.

¿Su vestimenta? Un short algo roto de la orilla manchado de líquidos que con días anteriores había consumido al comer pero que no se molestaba en limpiar cuando los derramaba por la poca concentración que tenía en esos momentos.

Ni siquiera se había cambiado de short en esos días, ni de blusa, que estaba solo un poco menos sucia pero se notaba igual por el color originalmente blanco.

Su cabello suelto y revuelto -enredado- por las vueltas que da constantemente en la cama.
No hace nada, no había hecho nada, el permiso de faltas sí fue otorgado por la organización mundial.
Así que, si no tenía necesidad de salir, no lo iba a hacer.

No quería ni bañarse, como los anteriores días, pero había algunos cárteles que iban en momentos aleatorios del día a revisar que estuviera bien, y a obligarla a que, al menos, tomara una ducha.

Esas visitas molestas son las que conservaban la poca higiene que tenía.

Miró el reloj, era extraño que ninguno de esos muchachos hubiese ido.

6:53 P.M.

Iba a ser de noche y nadie había ido, era extraño, sería estúpido sentirse mal por la soledad que llevaba rogando todos esos días, pero en realidad le gustaba que hubiese personas molestando, era la única forma en la que no se deprimiría tanto.

Por su ventana podía ver que ya estaba oscuro, le parecía un tono deprimente para el cielo, pero tal vez era mejor volver a la cama y dormir para no pensar en eso.

Su idea era levantarse, comer algo y volver a dormir, pero creía que podía omitir lo de comer.
Así que se recostó pese a su pinta, y volvió a cubrirse toda con la sábana.

Toda su vida había pensado en verse bien y en mantener una sonrisa, o al menos la calma para estar bien, así que creía justo el estar actuando de una manera "infantil" (según uno de sus cárteles que, después de decir eso, fue agarrado a golpes por el resto) después de tantos años preocupándose por estar bien.

Tomó el teléfono de su mueble y lo desbloqueó, solo entró a ver si tenía algo nuevo de mensajes, un mensaje de él tal vez, pero todo seguía igual que en su anterior revisión -con una diferencia de tres horas más o menos-.

Ni siquiera mensajes o llamadas de alguno de su organización, estaban activos en el chat grupal, pero no tanto por individual.

Todos parecían estar avanzando en la vida, y ella solo retrocedió toda la felicidad que tenía.

"Los odio a todos" murmuró con un ligero dolor de cabeza, y se recostó boca abajo mientras cerraba los ojos.
Solo estaba el ruido del abanico, tan constante, de ese sonido dependía su cordura, porque de haber silencio se pondría a pensar, y pensar era lo que menos quería.

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