Capítulo 8.2

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La tarde se le hizo bastante aburrida

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La tarde se le hizo bastante aburrida.
Los latinoamericanos se fueron antes de unos minutos antes de que llegara México -quien llegó a las 3:54pm-.
La mexicana se quedó solo media hora con OL y volvió a su casa, frustrada al haberse perdido la falsa diversión que la organización le contó

El resto del día estuvo solo, viendo televisión y comiendo algunas cosas que sobraron. Sus ojos estaban pegados al programa, pero sus pensamientos estaban concentrados en otra cosa que para él era más relevante.

Ya era de noche, las 10pm siendo exactos; seguía sentado en el sofá, desparramado, sin nada que hacer.
Centró su atención en el objeto que sostenía sus bolígrafos sobre la mesa de madera frente a él. Por alguna razón, tenía solo de tintas negras y azules, ninguna verde o roja.

Nada interesante pasaba por su cabeza, hasta que por alguna razón imaginó a dos chicos:

El primero de piel blanca, cabello negro como la piedra azabache, vestido formal -camisa de manga larga, pantalón y zapatos negros-.
El otro también era de piel pálida, el pelo corto teñido de azul, con una sudadera celeste, pantalón azul y tenis blancos.

Como aparecieron juntos, la diferencia de alturas era abismal: el de pelo negro superaba de sobra al otro.

Supo de inmediato que se había basado en los bolígrafos, ya que cuando volvió a la realidad su mirada detectó primero a ambos objetos.
Un impulso en su pecho le hizo inconscientemente levantarse y estirar la mano para tomar dos plumas. Solo mirándolas, sin tener un objetivo claro de qué hacer y perdido en sus pensamientos.

Tal vez su cuerpo seguía en un bucle, no era capaz de moverse no porque algo lo evitara, sino porque quedó paralizado. Lo más probable era que la pereza del momento lo causara, sintiéndose incapaz de siquiera cambiar la trayectoria de su mirar.

La realidad es que estaba inmerso en su mente, imaginando una extraña historia y por eso no despegaba la vista de ambos instrumentos.
Aunque creyera que perdía el tiempo, seguía ahí, inmerso en su imaginación.

Se puso de pie y volvió a sentarse en el suelo, de rodillas, y tomó los plumones en cada mano.
Los miró por unos momentos con las cejas alzadas.

Sentado, monótono.

Las teclas de su computadora sonaban seguidas, sin pausa, continuas.
Estaba algo cansado, fastidiado de pasar seis horas consecutivas pegado a su escritorio, tratando de terminar el trabajo que se le encargó (*1).

Tomaba de vez en cuando el agua del vaso que ya estaba caliente por pasar tanto tiempo fiera del refrigerador.
Tan concentrado en el monitor de la computadora que no notó que en la puerta yacía alguien, observándolo con los brazos cruzados, algo molesto por no recibir atención.

Sonrió y caminó, cauteloso para no llamar la atención del mayor, aunque igual ganó los ojos de él al sentarse en la esquina del escritorio.

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