"También te quiero Enid"
Las manos del castaño temblaron de rabia cuando escuchó salir esas palabras del teléfono, al parecer Wednesday no sabía que para colgar una llamada debes darle al botón, con apagar el móvil no sirve.
Estúpido, había sido un estúpido, y él todavía creyendo que la pelinegra le estaba dando señales de que el sentimiento era mutuo, había sido un ingenuo.
Pero no se iba a rendir, no así de fácil, Wednesday se sentía cómoda con él, lo sabía, solo tenía que seguir tratandola como se merece, estando para ella y en el momento que Enid tenga un error, él estará ahí para aprovechar la oportunidad.
No se puede negar que al inicio el castaño tenía ganas de golpear todo lo que se interpusiera en su camino y que la primera idea que se la pasó por la cabeza era sanguinaria, pero por suerte, tardó poco en serenarse.
Él mismo colgó la llamada, no tenía intenciones de escuchar más de aquella conversación entre las dos chicas.
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Cuando Enid se despertó estaba sola en la habitación, un vacío se formó en su interior, la pelinegra se había marchado.
Escuchó un ruido dentro de su armario, temerosa de lo que pudiera haber dentro, se acercó lentamente y abrió el armario. Un suspiro de alivio salió de ella, era Dedos.
-¿Cuánto tiempo llevas ahí?
El rostro de Enid se puso rojo intenso en cuanto supo que Dedos llevaba ahí desde el día anterior. Lo había escuchado todo, estaba más que segura de ello, pero Dedos se hacía el loco, como si de veras no se hubiera enterado de nada.
Pasaron las siguientes 2 horas haciéndose la manicura y charlando, mientras Enid intentaba sacar a cierta pelinegra de sus pensamientos.
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El castaño atendía torpemente a los clientes, estaba nervioso, en cualquier momento podía aparecer Wednesday, tenía la maravillosa costumbre de nunca avisar de la hora a la que aparecería. De pronto, su jefe lo llamó.
-Chaval, se ha jodido la máquina de café, más te vale solucionarlo.- Tyler no se iba a negar, sabía que su jefe era capaz de dejarlo sin sueldo durante todo el mes, así que, a regañadientes, agarró el manual de instrucciones y comenzó a intentar arreglar la dichosa máquina.
Cuando empezó a leer las instrucciones, el castaño palideció, estaba en italiano, madre mía, que iba a hacer entonces.
-¿Qué estás haciendo?- el chico saltó al sentir el sútil contacto de la mano de Wednesday en su hombro.
-Dios santo, ¿es que siempre vas por ahí asustando a todo el mundo?
-Es más un hobbie- dijo encogiendose de hombros- ¿todo bien por aquí? Veo que tienes problemas.
-Bueno... esta dichosa máquina tiene vida propia y decidió no trabajar hoy.- La pelinegra le arrebató las instrucciones de las manos y después de estar minutos leyéndolo dijo.
- Necesitaré un destornillador de tres puntas y una llave Allen de cuatro milímetros.- El castaño la miró incrédulo.
-¿Sabes italiano?-Wednesday lo miró ofendida.
-Por supuesto, es la lengua nativa de Maquiavelo.
Tyler no dijo nada más, se marchó a la trastienda y trajó lo que la más baja había solicitado.