14- Confianza

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Sebastián:

Escucho a los pájaros fuera de mi ventana. Abro los ojos y veo la luz del sol que ilumina mi habitación, a pesar de las cortinas de la ventana, la luz logra entrar un poco. Tomo mi celular y veo que son las ocho y veinte de la mañana, pero no tengo muchas ganas de levantarme. Segundos después, Penny abre la puerta.

—¡Buen díaaaa! —dice alegremente mi hermana.
—...
—¡No pongas esa cara!
—Sabes que no me gusta levantarme temprano —le respondo sin muchas ganas.
—Pero estabas despierto.
—No pensaba levantarme. —Coloco la almohada en mi cara.
—Mamá quiere que bajes a desayunar.
—No tengo hambre.
—¡Eso dices y luego te tomas como tres tazas de capuchino! —reprocha.
—Penny, ¡es domingo!
—¿Y eso qué? Como sea, haz lo que quieras —me responde y sale de la habitación.

No tengo ganas de levantarme. La pereza me pegó fuerte. Con las pocas ganas que tengo tomo mi celular, y veo un mensaje de Amaris.

Amaris
Sebas, tengo algo que puede interesarte, pero creo que es mejor que lo veas en persona.

Me manda una foto de unos papeles desgastados. No puedo distinguir mucho lo que dicen.

Sebastián
Ahora voy.

La pereza que tenía desaparece. Creo que cuando se trata de la magia suelo activarme más. Me cambio y busco el libro para de paso dárselo a Amaris. No quiero salir por la puerta principal, ya que mi familia está abajo, así que abro la ventana y me trepo al árbol más cercano para bajar. Mi habilidad permite moverme mejor, y como la altura en la que me encuentro no es tanta, puedo hacerlo sin miedo.

—¿Alex?

Eh, ¿y esa voz? Se me hace conocida. ¿Acaso...

—¿Dylan? —digo.
—¡Alexander! —Corre hacia mí y me abraza—. ¡Ha pasado mucho tiempo! ¡No has cambiado nada!

En el momento que me abraza hago una mueca de dolor. Abraza fuerte. Dylan es el único amigo que tengo desde niño. Hace tres años se había mudado a la ciudad, y desde ahí nos mantenemos en contacto por mensajes. Qué raro, no me avisó que vendría.

—D-Dylan, ¿qué haces aquí?
—¿No te alegra verme? —Me suelta—. ¡Alex! —reprocha.
—No es que no me alegre, sino que me sorprende —digo mientras toco mi brazo derecho debido al abrazo.
—Al parecer, mi madre extrañaba este lugar, así que quiso venir a visitarlo, pero, ¡ey! ¡No iba a irme sin antes visitar a mi viejo amigo! —Me da un golpe en el hombro.

Auch.

—Hmm, no tardaste mucho en reconocerme —me dice.
—Eres el único que me llama por mi segundo nombre —digo tocándome el hombro.
—Prefiero Alexander que Sebastián. En mi opinión, suena mejor.
—Como digas.

Literalmente me llama así porque le gusta más. En fin, cosas de él, pero tengo que irme a la casa de Amaris.

—Ah, disculpa, es que tengo que ir a otro lado, y estoy un poco apurado.
—¿Ya te vas? Pero apenas nos vimos.
—Es que es un asunto urgente. Lo siento.
—... Entiendo —dice, algo triste.

La verdad es que no me gusta dejarlo solo después de tanto tiempo sin vernos. Mmm, tal vez podríamos hablar después de esto.

—¿Crees que podríamos charlar en el café? Como en los viejos tiempos —le digo.
—¿De verdad?
—¡Claro! Por la tarde estoy libre. ¿A las dos te parece bien?
—Amm, puede que llegue un poco tarde porque mi madre querrá ir a pasear cerca de ese horario.
—No importa, te espero.

(...)

Después de despedirme de Dylan me dirijo a la casa de Amaris, y al llegar toco la puerta, pero nadie responde.

El Resplandor de la MagiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora