15- Brillo rojizo

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Amaris:

—Está horrible.

Pruebo la pasta instantánea que acabo de preparar pero su sabor no me permite continuar, parece como si hubiera estado bastante tiempo encerrado. Lo dejo a un lado y busco en al alacena otra cosa para comer, aunque para ser sincera, me queda poca comida.

—Ains.

Lo bueno es que no tengo que preocuparme por Adoris, ya que come cualquier cosa que encuentre.
Escucho que llaman a la puerta, y voy a ver. Al abrirla me encuentro con Benjamín.

—¡Ben! Hola.
—¡Hola, Amaris! ¿Cómo estás?
—Bien. Ah... no me dijiste que ibas a venir.
—Es que salí algo apurado...

Ahora capto que en las manos lleva una bandeja envuelta en papel con algo dentro. Ben nota mi mirada y habla.

—Ah, es un cheesecake de chocolate. Dije que te traería cuando mi hermano hiciera —me dice Ben con una leve sonrisa.
—¡Awww! ¿De verdad? —dice, alegremente.
—Por supuesto.
—Amm, ¿te gustaría pasar?

Me indica que sí con la cabeza y lo dejo entrar. Apenas me doy la vuelta veo a Adoris comiendo la pasta que dejé en la mesa.

—¡Adoris! —le grito.

Levanta su mirada al escucharme, y veo su cara manchada de rojo por la salsa.

—Ahh... disculpa eso —le digo a Ben.

Veo que Benjamín se está riendo un poco.

—Tranquila, no pasa nada. La última vez que lo vi estaba pequeño —dice mientras coloca la bandeja en la mesa—. ¿Te prepararas otra cosa? Es que veo que estabas comiendo.
—No, no tengo mucha hambre.
—... —Me mira—. Disculpa el comentario, ¿pero soy yo o estás más delgada?
—Eh, ¿tal vez?

¿Se me nota? La verdad es que hay veces que no como por cuidar la comida.

—Bien. —Desvía la mirada—. ¿Podrías abrirme la puerta?
—¿Ya te vas?
—¿Por qué preguntas? ¿Acaso quieres que me quede? —me pregunta en tono burlón.
—Es que... me aburro aquí sola —respondo, algo nerviosa.
—Entiendo.

Guardo el cheesecake en la nevera y voy con Ben al sofá. Nos sentamos. Unos segundos de silencio me hacen sentir algo incómoda, no sé qué tema de conversación sacar.

—¿Tienes amigos en la ciudad? —pregunta.

Bueno, dio el primer paso.

—Ah, no.

No tengo idea de cómo responder a eso exactamente.

—¿Y tú tienes amigos fuera de aquí? —pregunto.
—Tenía una amiga aquí. Lo éramos desde los diez años. Casi siempre salíamos juntos a todos lados, y nos divertíamos mucho.
—Amm, ¿y qué pasó?
—Éramos muy unidos, pero... —Baja la cabeza.
—¿Benjamín?

¿Por qué se habrá puesto así?

—Ella siempre se veía feliz, animada, y cuando me encontraba mal me consolaba. Una persona maravillosa de verdad. —Levanta la cabeza—. Se quitó la vida a los dieciséis años. Ella sufría de depresión.
—... —atónita.
—Jamás me comentó cómo se sentía... Daba la impresión de que estaba bien. Siempre se preocupaba por mí pero yo- no fui capaz de darme cuenta de lo que le pasaba.
—Ben, creo que nadie se habría dado cuenta.
—Unos tipos me molestaban por el hecho de que era el rarito. Incluso se burlaron de su muerte.
—¿¡Qué!? ¿¡Cómo la gente puede ser tan mierda!? —indignada.
—No lo sé.
—¿Pasó algo después?
—Dos años después me los volví a encontrar en la calle. Creí que por lo menos habían cambiado, pero apenas me vieron volvieron a hacerme recordar toda esa mierda. Un día simplemente me harté. Me vestí para que no me reconocieran y los fui a buscar. Yo... casi los mato. La sangre de sus muñecas recorría el suelo, y los dejé ahí. Días después me entero que seguían vivos.

El Resplandor de la MagiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora